¿Tu piel tiene astenia? Te contamos cómo activar su energía y los cuidados que la ayudan a recuperar la vitalidad perdida
Nuestra piel tiene sobrecarga de trabajo. La vida moderna no la beneficia. Durante el día anda demasiado ocupada haciendo frente a todas las agresiones, por la noche no siempre tiene suficiente tiempo para recuperarse. En consecuencia, su energía va mermando. Te contamos cómo ayudarla a recargar pilas.
Nuestra piel es fuerte y a la vez frágil. Aguanta (casi) todo lo que le echen, pero también basta una mala noche, unos cuidados inadecuados o demasiado estrés diurno para que su energía se venga rápidamente abajo. Y sus consecuencias no se hacen esperar: tez apagada, mortecina, arrugas más marcadas, ojeras o sensación de falta de confort. “Lo primero que siente una piel con falta de energía es que se acusan sus puntos débiles. Por ejemplo, en el caso de una piel con tendencia a la deshidratación, si carece de energía suficiente para mantener los niveles óptimos de reserva hídrica, empieza a notar pequeños avisos de que le falta agua, como tirantez, picor y más sensibilidad… Si no se tratan estos síntomas, la piel puede llegar a sentirse áspera, descamada y enrojecida, lo que puede desencadenar otros efectos, como aún más sensibilidad, falta de protección bacteriana, envejecimiento acelerado, etc.” comenta Elsa Vilá, del departamento de formación de Natura Bissé. Y cuando todo este proceso se desencadena, la base de maquillaje o el toque de colorete no suelen ser suficientes para anular los efectos de su agotamiento.
¿Qué es la energía de la piel?
Según el doctor Juan García Gavin, miembro del Gedet, de la AEDV, la energía de la piel es la forma de referirnos a la salud cutánea, y esta implica el cumplimiento íntegro de las diferentes funciones que tiene. De esta forma, prosigue el especialista, cuando tenemos una piel cansada o falta de energía puede suceder que la tengamos desequilibrada o tenga una falta de activación. Así las cosas, la energía de la piel depende de un funcionamiento equilibrado y de hacerlo en suficiente cantidad. “Es algo así como un motor que tiene que estar equilibrado y a su vez tener los suficientes caballos de potencia”, aclara el dermatólogo.
Y ese buen o mal funcionamiento está relacionado con factores propios del individuo, esto es, factores internos, principalmente de naturaleza genética, y factores externos, asociados a los hábitos de vida, desde la alimentación, el ejercicio o el manejo del estrés emocional hasta la exposición solar, y otras cuestiones del exposoma donde podrían incluirse la contaminación, la exposición ultravioleta no actínica (no solar) o la cantidad de tiempo en el exterior así como los horarios, en el sentido más amplio de la palabra. Pero además, y esto es también importante, influyen las rutinas de cuidado de la piel y tratamientos concomitantes orientados a mejorar la energía cutánea, ayudando a restablecer sus funciones.
De toda esta gran batería de causas que influyen en la pérdida de energía de la piel, el doctor García Gavin destaca el propio envejecimiento, con la consecuente pérdida de función, y la radiación ultravioleta procedente del sol. A ellas añade la falta de activación de la piel por no garantizarle una rutina adecuada que estimule todos sus mecanismos de funcionamiento. Asimismo, este experto refiere que en el caso de las mujeres, además, los cambios de naturaleza hormonal desencadenan alteraciones, como la secreción sebácea, que modifican a su vez todo lo que es el microbioma. “Desde ese punto de vista es importante entender que la piel tiene unos ritmos circadianos a lo largo del tiempo relacionados con la síntesis de grasa”, explica el dermatólogo, y esas variaciones afecta también a la energía cutánea.
Esa energía, apunta Elsa Vilá, es el “combustible” necesario para que las células de la piel (igual que las del resto del organismo) funcionen a pleno rendimiento y la piel pueda realizar sus tareas (sobre todo, regenerarse en horario nocturno) de forma óptima y mantener un aspecto juvenil por más tiempo.
Y ahí no queda la cosa, porque las condiciones del entorno también pueden robarle una buena dosis de energía a la piel. "Tanto el clima (húmedo o seco) como la estación del año interfieren en los procesos naturales cutáneos. Si no se cuida correctamente, puede mostrar mayor sensibilidad o irritación. Por ejemplo, hay estudios que demuestran que la piel sometida a climas extremos segrega unas proteínas que la alteran y pueden acelerar su envejecimiento. De ahí la importancia de observar bien tu piel y adaptar los cuidados teniendo en cuenta estos factores”, explica la portavoz de Natura Bissé.
¿Cómo recargar las pilas (cutáneas)?
A nivel cosmético, es importante cuidarla con ingredientes que reactiven la energía cutánea y fórmulas que ayuden a armonizar los ritmos naturales propios de la piel, para que pueda aprovechar mejor la energía que le aportamos. “Para simplificar diría que este tipo de activos energizantes son como los hidratos de carbono que comemos, el carburante de nuestro organismo”, manifiesta Elsa Vilá. Muchas de las investigaciones de la industria cosmética van por esta vía: desarrollar fórmulas que ayuden a la piel a sincronizarse con los ritmos biológicos, estimulando su carácter defensivo durante el día (con ingredientes antioxidantes), incentivando su regeneración durante la noche (con principios renovadores) y reforzando, en última instancia, su función barrera con una buena hidratación.
De esta forma, afirma el dermatólogo, la mejor forma de devolver energía a la piel es básicamente evitando que la pierda, aplicando a diario una fórmula con factor de protección solar, y ejercitando la actividad cutánea con una rutina cosmética que incluya derivados de la vitamina A (retinoides) para su renovación y que garantice una buena limpieza diaria (suave pero eficaz, que la libere de impurezas), así como recurrir a tratamientos profesionales orientados a producir esa activación.
Pero no basta con satisfacer las necesidades de la piel a base de cosmética. Según los expertos, lo mismo que el resto del organismo, la salud y buen funcionamiento cutáneos empiezan por la atención que ponemos en nuestro estilo de vida, cuidando lo que comemos, durmiendo lo suficiente (y en horario nocturno), gestionando bien el estrés y, en definitiva, manteniendo unos hábitos adecuados. Este es el quid de la cuestión: cansancio físico + agotamiento mental + edad+ falta de cuidados = piel ajada. La suma de estos factores altera el producto.
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