¿Qué pasa con los activos de tu limpiador de rostro? ¿Actúan sobre la piel o se van por el desagüe? Los expertos se pronuncian sobre la mejor fórmula cosmética para la limpieza facial

¿Qué ingredientes debe tener limpiadora facial para ser eficaz? ¿Tiene sentido utilizar una cosmética cargada de activos? Esto es lo que debes saber

La limpieza facial es el primer principio de la belleza
La limpieza facial es el primer principio de la belleza / Istock

No hay buena piel sin una adecuada limpieza facial. Es una premisa universal y el primer secreto de belleza. Tanto es así que la industria cosmética ha puesto toda la carne en el asador para formular productos de higiene del rostro cada vez más sofisticados y repletos de activos. La pregunta es ¿merece la pena cargar de ingredientes este tipo de cosméticos? ¿No se van por el desagüe o se quedan en el algodón al retirarlos segundos después?

“A pesar de lo que nos parece obvio, ya que son fórmulas que se retiran rápidamente, tiene sentido introducir algunos activos tratantes. Por ejemplo, hay azúcares que se unen de inmediato a las proteínas de la piel y mantienen la piel hidratada mientras minimizan la agresividad del proceso de limpieza (por ejemplo, una sacarina vegetal que encontramos como saccharide isomerate en el INCI - Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos-)”, afirma Pedro Catalá, cosmetólogo, doctor en Farmacia y fundador de Twelve Beauty. También, dice, hay otros principios calmantes que actúan rápidamente apenas entran en contacto con la piel como el pantenol, y activos como la avena o derivados del arroz, que también aportan suavidad, mejorando la sensorialidad del producto. Y aunque se vayan por el desagüe al aclararlos, “por el camino, ya han cumplido su función. Eso sí, esto no se aplica a todos los activos, porque en limpiadoras no todo vale”. En este sentido, apunta que ingredientes tan de moda como el ácido hialurónico, niacinamida, centella asiática… son activos que funcionan cuando los dejas actuar sobre la piel, pero que una vez que los retiras pierden su efecto. De la misma opinión es la doctora Sara Carrasco, dermatóloga y miembro del GEDET (Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica): “Existen activos tratantes como por ejemplo la niacinamida que precisan de una concentración elevada para ser efectiva y de un tiempo de contacto con la epidermis superior al minuto para poder ser absorbido de forma correcta y ejercer sus beneficios”.

¿Cómo elegir un limpiador?

Es un error no dar a la limpieza facial la importancia que tiene, lo cual, explica la doctora Carrasco, conlleva que podamos elegir los productos sin consejo adecuado y fallar en la elección. “A la hora de elegir un limpiador facial, como dermatóloga, en lo primero que me fijo es en el tipo de tensioactivos que contiene, es decir si es un jabón sin jabón (syndet) que sea capaz de limpiar la piel de forma suave y efectiva”. Según explica la especialista, la razón de ser de los tensioactivos en estas fórmulas se debe a que la suciedad de la piel (restos de sebo, microorganismos etc.) suele tener una carga positiva y esta suciedad esta adherida a la queratina con una carga negativa. “Con agua sólo eliminaríamos la suciedad hidrosoluble y no la liposoluble adherida”.

La presencia de otros activos de tratamiento en los limpiadores tiene, según la doctora Carrasco, una función secundaria. De esta forma, para la especialista deberíamos tener en cuenta tres factores: la capacidad de esos activos tratantes de realizar su función en unos 30-60 segundos que es el tiempo medio que una emulsión limpiadora va a estar en contacto con nuestra piel; qué aportan a la limpieza y si realmente la hacen más efectiva; y si son activos de tratamiento en si o activos que hacen que la limpieza sea más agradable pero no tratantes. “Si aplicamos estas claves, continúa la dermatóloga, encontraremos que existen ciertos principios activos que pueden añadir un plus de tratamiento a la limpiadora. Por ejemplo, puede tener sentido que contenga acido glicólico para que en su aplicación la limpieza alcance un pH más ácido y además ayude al desprendimiento de los corneocitos (células muertas) por lo que ese limpiador añadiría una acción exfoliante”. También la alantoína, señala Catalá, puede ser un buen activo para nuestra limpiadora, ya que en dosis pequeñas es calmante y en concentraciones más elevadas es ligeramente exfoliante.

Aun así, si nuestra piel necesita una limpieza profunda pero tiende a la pérdida de agua y mostrar irritación, la doctora Carrasco apuesta por limpiadores que, además de activos ácidos, añadan moléculas humectantes para que la sensación de confort sea mayor”. En esta línea Catalá recomienda el ácido mandélico, que deriva de las almendras, y el ácido láctico que también es hidratante, ya que su sal es uno de los componentes clave del film hidrolipídico, recomendando, igualmente, que la fórmula incluya sustancias que minimicen el riesgo de irritación, activos reparadores e hidratantes, capaces de dejar la piel elástica y reducir el posible impacto negativo de la exfoliación.

¿Qué papel juega la textura?

 La textura o forma cosmética de un limpiador puede ser importante en las sensaciones de confort en la piel, pero, además, comenta la doctora Carrasco, debemos elegir el limpiador que mejor se adapte a nuestra piel, “ya que un limpiador debe de ser efectivo pero no debe dejar sensación ni de sequedad o tirantez ni de exceso de grasa o residuo”. También es importante las combinaciones de formas cosméticas ya que, por ejemplo, en la ejecución de una doble limpieza puede ser muy interesante utilizar una fórmula en aceite para emulsionar de forma correcta los residuos grasos y después otro en acuoso para realizar un bien arrastre de todos lo emulsionado.

Para la doctora Carrasco la elección de la textura, más allá de los gustos personales, ha de adecuarse también nuestra piel, “porque un limpiador debe de ser efectivo pero no debe dejar sensación ni de sequedad o tirantez ni de exceso de grasa o residuo”. También es importante las combinaciones de formas cosméticas ya que, por ejemplo, en la ejecución de una doble limpieza puede ser muy interesante utilizar una fórmula en aceite para emulsionar de forma correcta los residuos grasos y después otro en acuoso para realizar un bien arrastre de todos lo emulsionado.

En definitiva, “lo importante en la limpieza facial es que sea eficaz para eliminar restos de maquillaje, sebo oxidado, sudor, polución, etc., pero al mismo tiempo que sea delicada y respetuosa con la piel”, resume Pedro Catalá, quien como formulador asegura que una limpiadora es un producto con muchos desafíos y aconseja probar antes de comprar para ver cómo funciona y como deja la piel.

Dicho esto, la doctora Sara Carrasco nos da las cinco claves para una buena limpieza facial:

1.      Elige tu limpiador para tu piel. No compres limpiadores por modas o recomendaciones de marketing

2.      No fuerces tu piel. La limpieza debe ser un paso agradable sin sensación de rojez, irritación sequedad ni malestar. Si el limpiador no es confortable pide consejo para poder encontrar el que se adapte a tu piel.

3.      A la piel no le gustan los extremos. No utilices agua demasiada caliente ni demasiado fría.

4.      No frotes. Ni en la realización de la emulsión ni en la retirada ni cuando seque la piel. Emulsiona, aplica y retira el producto con suavidad. Tus manos son el mejor medio.

5.      Tu piel cambia a lo largo del año adapta tus limpiadores a tus necesidades. Porque mantener el mismo limpiador todo el año, actualiza tu limpiador igual que actualizar tu rutina en cada estación.

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