Treinta años de viajes en una colección: Antik Batik celebra su aniversario con una cápsula cargada de hitos.

Antik Batik aniversario
Antik Batik aniversario / Louise Meylan

Las vigas de madera a la vista y el suelo de cemento. Las cerámicas de una artista local sobre una mesa antigua tallada a mano. La lámpara con forma de palmera, tipo Maison Jansen, de los años 60. La bandeja de bronce labrado, uno de los muchos tesoros traídos de sus viajes. Y las paredes, a juego con la tapicería de los sillones, empapeladas con un estampado tan característico de la firma que le han puesto nombre: Annie. Instalado en Le Marais, uno de los pocos barrios de la ciudad donde aún puede sentirse el espíritu del viejo París, el Atelier de Antik Batik –un espacio con más de oasis experiencial que de tienda al uso– es un microcosmos de todo lo que define a la firma y su dueña. Un compendio de las idas y venidas que les han traído hasta aquí. «Es una mezcla de experiencias, de viajes e influencias. Pero tiene algo que te hace sentir en casa», nos dice Cortese con un vestigio de acento italiano que el tiempo no ha conseguido borrar.

Gabriella Cortese

«Llevo 27 años colaborando con los mismos artesanos. Es una comunión de habilidades; evolucionamos juntos. Ya nadie en la industria hace eso», nos dice Gabriella Cortese, fundadora de Antik Batik.

/ D.R.

La dueña de Antik Batik no nació en París sino en Turín, la ciudad italiana más francesa. Su madre, Lucia, vestía exclusivamente de Saint Laurent y solo calzaba zapatos de Aldo Sacchetti hechos a mano. Pasaban los veranos en Saint Tropez, junto a la jet-set que bailaba en el Club 55 de noche y tomaba el sol en topless en la playa de día. A la turinesa le fascinaba Francia en general y París en particular, con su sentido de libertad y el horizonte extendiéndose ante el puente de Alejandro III. A los 18 años dejó la casa donde siempre había vivido con sus padres y se instaló en la capital francesa para estudiar literatura. Terminó trabajando como bailarina en el Crazy Horse. A su alter ego la llamó Drama Tanagra, un guiño a su signo del zodiaco –Aries, el más temperamental de los doce– y a las figuras helenísticas que causaron furor en la Belle Époque. Revisitar el momento le arranca una sonrisa: sus experiencias vitales tienen su eco en todo lo que hace en Antik Batik, defiende la diseñadora. Y, solamente con los viajes, hay donde escoger.

El pasaporte de Gabriella colecciona sellos. La italiana menciona a Alexandra David-Néel, los Beatles, Bruce Chatwin y Hermann Hesse –prueba también de su voracidad cultural en general y lectora en particular– como referentes de una curiosidad incansable que, después de París, la llevaron al Este. Hacia el Tíbet, Nepal, India y Bali, ese paraíso terrenal donde la mayoría de la gente va huyendo de la rutina y ella encontró su camino. «Descubrí el batik, y ahí empezó todo», cuenta. Comenzó a trabajar con artesanos locales diestros en aquella técnica milenaria de estampación para confeccionar pareos que vendía en París. «Yo dibujaba los diseños y ellos los plasmaban en la seda. Primero los anudaba a la cadera. En invierno se convertían en pañuelos. Luego en vestidos que llevaba con broches y cinturones dorados».

Antik Batik capsula aniversario

No fue fácil condensar 30 años en un puñado de piezas. Lo que primó fue «la idea de celebrar», dice Cortese de la cápsula de aniversario que Antik Batik pone a la venta el 28 de octubre. En la foto, blusa bordada (260 €) y shorts con aplicaciones de cristal (380 €).

/ Louise Meylan

Eran los 90, la cúspide del minimalismo de Calvin Klein y el conceptualismo de Martin Margiela, y los diseños de Cortese fueron un éxito inmediato a pesar de contradecir la tendencia. «La razón, creo, es que toca una tecla familiar. Evoca a las raíces culturales», sostiene Gabriella. «Son piezas con ese componente artesano y una enorme influencia multicultural pero con siluetas contemporáneas que hacen que no estén fuera de lugar en la ciudad», dice la creadora, vestida con pantalón y un jersey de punto blancos superpuestos con uno de los ya emblemáticos chalecos bordados de la casa.

A los pareos les siguieron los bikinis, los sombreros, las prendas bordadas y finalmente una enseña de moda con un nombre que suena bien en cualquier lengua y lleva 30 años exportando el boho chic: hoy la firma cuenta con 400 puntos de venta en todo el mundo y acaba de lanzar una cápsula para conmemorar su aniversario. Condensar tres décadas en poco más de una docena de piezas no ha sido fácil. Pero las que hay tocan todos los palos que definen la enseña: las blusas bordadas, el minivestido de lentejuelas con la espalda al aire –una revisión del que han llevado Kim Kardashian y Kate Moss, testimonio de la polivalencia de la que Gabriella habla–, la túnica de gasa transparente, el chaleco afgano, los vestidos vaporosos y, el favorito de la diseñadora, el conjunto de chaqueta y shorts bordado con cristales para el que han hecho falta cuatro pares de manos y cincuenta horas de trabajo. «Una obra de arte». Y de paciencia.

Antik Batik capsula aniversario

Vestido largo bordado a mano con abalorios y lentejuelas (729 €).

/ Louise Meylan

La artesanía vertebra el discurso de Cortese. Fue su abuela, húngara, quien le mostró la belleza de los bordados, enseñándole los que engalanan los trajes tradicionales de su país natal. Pero el punto de inflexión que dio vida a Antik Batik fue «descubrir la creatividad y el saber hacer de los artesanos en las calles de Bali e India», concede. «Viajar siempre ha sido clave para mí. Cuando viajas tienes otro estado mental, uno en el que estás solo con tus pensamientos y las ideas fluyen. Es una carretera filosófica. He hecho de mi trabajo uno en que tenga la posibilidad de hacerlo. Necesito poder explorar otros lugares, encontrar influencias», explica. «Nutrirse» es la palabra que utiliza.

Para ella, el proceso creativo es como cocinar. «Son los ingredientes que pones en el plato, y la manera en la que los mezclas. Vengo de una ciudad muy conservadora, donde absorbí la influencia de mi madre y mi abuela, luego fui a París. Y todo eso junto es lo que hace la receta», explica. Su madre Lucia ocupa un lugar preferente. «Ha tenido mucho que ver en mi manera de entender la moda y el estilo. De pequeña me fijaba en ella, en cómo se vestía. Esa fue la primera de mis influencias en torno a la moda». Y sigue siéndolo. «El otro día me dio una vieja gabardina de Saint Laurent. Sublime. Le dije que era demasiado para mí, pero ella insistió en que me la quedara. Ayer, en el desfile de la firma salió una silueta idéntica», cuenta la diseñadora.

Antik Batik aniversario

El dúo de chaqueta (839 €) y shorts (380 €) Manah sobre estas líneas, con bordados que llevaron un total de 200 horas de trabajo manual, es el favorito de Cortese de la colección que, reeditando las piezas emblemáticas de Antik Batik, celebra el aniversario de la firma.

 

/ Louise Meylan

Doblegarse a las tendencias y el ritmo desenfrenado de la moda no es una opción. Su empeño en «respetar el trabajo y los tiempos de los artesanos» la alejan de una disyuntiva, la de la apropiación cultural, que hoy enturbia el discurso inclusivo y pluralista de la industria. «No se trata de robar algo para beneficiarte de ello, sino de celebrarlo y ayudarles a crecer. Llevo 27 años colaborando con los mismos artesanos. Es una comunión de habilidades; evolucionamos juntos. Ya nadie hace eso», se lamenta. Aún le maravilla cómo los talleres con los que trabaja en India y Latinoamérica protegen oficios centenarios que las marchas forzadas a las que se mueve el mundo hoy están asfixiando. «Cuando dibujan un patrón, lo hacen a mano alzada, sin reglas ni compases. Siempre que voy me reafirmo en que deberían estar protegidos por la Unesco». No se le escapa que «la única manera de preservarlos es darles un salario y condiciones justas. Ahogar a la gente para conseguir mejores márgenes de beneficio es grotesco. La moda tiene un enorme poder para cambiar las cosas. Pero cambiarlas tiene consecuencias. Hay mucho de marketing en los discursos actuales. Y al final todo se reduce al dinero».

A su creadora no le gusta la etiqueta, pero aplica: Antik Batik ha sido ética, social y medioambientalmente, desde el principio. Con el uso de tejidos naturales, procesos artesanos y una red de colaboradores que se ha convertido en familia la firma propone una alternativa a la producción en cadena que se articula en torno a la artesanía y es, por ende, exclusiva. Antes de decir nada más, Gabriella se levanta y cruza la puerta de su estudio solo para aparecer un momento después con un bloque de madera del tamaño de una lata de un iPhone. «Está tallado a mano. Y no es fácil porque es una superficie muy pequeña. Con ellos hacemos nuestros estampados. Y hacen falta hasta 16 para imprimir una sola flor. Para mí eso es el lujo: esa pieza única que te transmite una emoción cuando la llevas».

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