El secreto mejor guardado de la alimentación: la comida sí da la felicidad
La relación entre comida y bienestar va más allá de saciar el hambre. Descubrimos el vínculo entre lo que comemos y cómo nos sentimos: desde la recompensa inmediata del dulce hasta el papel esencial de los micronutrientes en el bienestar físico y emocional a largo plazo
Comer es una necesidad vital; pero también un gesto de bienestar. Todos tenemos esas comidas favoritas que nos reconfortan. Pero el valor emocional de la comida va más allá de ese bienestar inmediato originado por su palatabilidad. Según algunos estudios, la felicidad también se sirve en un plato (frío y caliente). En una revisión sistemática de una veintena de artículos sobre la influencia de la alimentación en la felicidad percibida, Marie Jo Brennstuhl, psicóloga clínica y profesora de la Universidad de Lorraine, concluye que una dieta equilibrada promueve el bienestar de las personas, e incluso mejora la calidad de vida de quienes pueden sufrir alguna patologías. “Los alimentos más relacionados con el estado de felicidad son las frutas y verduras, así como la frecuencia del desayuno”. A partir de estos hallazgos Brennstuhl sugiere la idea de integrar la alimentación en el campo de la psicología así como en otras disciplinas relacionadas con la salud y el bienestar.
Alimentarse y nutrirse es clave para nuestro cuerpo. “Nuestro sistema nervioso, nuestro cerebro, envía señales para que empecemos a comer y para que paremos de hacerlo, para que escojamos un alimento y otros no. A través de esas señales enviadas desde el sistema nervioso central del cerebro mediante neurotransmisores y hormonas, nuestro cuerpo se alimenta”, explica la doctora María José Crispín, médico nutricionista de Clínica Menorca, que afirma que la comida puede mejorar o empeorar nuestro estado de ánimo inmediato y a largo plazo. “Podemos tener sensaciones inmediatas, negativas o positivas, en función de lo que comamos o dejemos de comer. Por ejemplo, los sabores amargos, el brócoli, las acelgas, pueden darnos menos satisfacción a nivel emocional. Por el contrario, los dulces, los hidratos de carbono refinados, las grasas, son más placenteros y nos dan una sensación inmediata en el ánimo más placentera”.
Sin embargo, explica, a largo plazo, las repercusiones sobre el bienestar pueden ser diferentes. Consumir alimentos pesados, demasiada cantidad, exceso de carbohidratos y azúcares puede llevar, a largo plazo, incluso de manera crónica, a problemas digestivos, sensación de pesadez y somnolencia, lo que a su vez puede influir negativamente en un malestar anímico. Por el contrario, el comer sano provoca a largo plazo sensación de bienestar físico y emocional.
A nadie le amarga un dulce
Los azúcares y los hidratos de carbono refinados, es decir los dulces, snacks salados, pasta no integral, patatas fritas, helado de chocolate, etc. nos producen un subidón porque aumenta la dopamina y, al igual que sucede con el tabaco o las drogas, nos hacen sentir bien. Activan brevemente el circuito de recompensa. “Pero este subidón del estado de ánimo es inmediato y muchas veces viene acompañado de un bajón, que me provoca la necesidad de una siguiente dosis”. Entramos así en un círculo vicioso nada saludable.
Pero además del subidón de dopamina, hay otro mecanismo que es el pico de insulina. “Con los azúcares y los hidratos refinados sube la glucemia de la sangre, se produce un pico de insulina y este pico de insulina nos da cierta somnolencia, modorra, después un bajón. Pico arriba, pico abajo, bienestar relativo, inmediato, círculo vicioso, ‘pan para hoy y hambre para mañana’, concluye la nutricionista.
El consumo de estos alimentos también puede llenar un vacío emocional o convertirse en una válvula de escape frente al estrés o la ansiedad. “Hay personas que de manera intuitiva saben ese efecto de placer y utilizan esos productos para compensar las situaciones negativas, pero también para celebrar las situaciones positivas, lo mismo que se usa el alcohol”. Y es por ese subidón de dopamina.
Bocados de felicidad
Frente a los cantos de sirena de los azúcares e hidratos de carbono refinados, los carbohidratos integrales ofrecen una experiencia más equilibrada. “No provocan fluctuaciones bruscas en los niveles de energía ni en el estado de ánimo, proporcionando una sensación de bienestar sostenida. Mantienen una sensación agradable de bienestar sin provocar somnolencia ni agotamiento”, comenta la doctora Crispín.
Asimismo, las grasas tienen un efecto saciante que promueve el bienestar físico y emocional. Las variedades saludables, como el omega 3 y el ácido oleico presentes en el aceite de oliva y el aguacate, o pescados como el salmón o las sardinas, suman a sus propiedades antiinflamatorias y beneficios cardiovasculares, beneficios asociados principalmente con el bienestar físico a largo plazo.
Por su parte, las proteínas, tanto de origen animal como vegetal, tienen un efecto saciante que estimula la percepción de bienestar. Consumir pescado, huevos y legumbres puede proporcionar una sensación de satisfacción y plenitud, aunque no generen un aumento repentino de energía.
En cuanto a los micronutrientes, Mª José Crispín destaca el triptófano por su papel crucial en la regulación del estado de ánimo y el sueño, al ser precursor de la serotonina y la melatonina. Se encuentra en huevos, lácteos y aves, así como en los plátanos y fuentes de proteínas en general.
Asimismo, la doctora menciona los beneficios del magnesio, vinculado a la reducción del cortisol y la ansiedad. Se encuentra principalmente en vegetales de hoja verde, semillas, granos enteros y alimentos ricos en fibra como el cacao y el chocolate negro.
Otro micronutriente muy valorado también por sus propiedades es el cromo, presente en huevos, mariscos y germen de trigo. Ayuda a regular los niveles de glucemia y reducir los picos de insulina, siendo útil en personas con adicción al azúcar.
Dieta saludable: un ingrediente para el bienestar mental
Mº José Crispín concluye que el bienestar emocional a largo plazo se relaciona con tener salud, versus no enfermedades. “A través de una alimentación saludable vamos a tener mejor salud, menos picos de insulina, más salud a nivel gastrointestinal y más bienestar. Comer sano nos ayuda a sentir que a largo plazo tenemos bienestar físico y emocional”. Además apunta que comer sano se asocia con una vida más físicamente activa, y eso libera endorfinas, mejorando también nuestro estado anímico. Igualmente, la alimentación equilibrada contribuye a tener mejor descanso, lo que nos hace sentir anímicamente mejor.
Del mismo modo, la doctora Crispín añade que cuando tenemos esa alimentación equilibrada y un estilo de vida con buenos hábitos físicos, vamos a encontrarnos también más a gusto con nuestro cuerpo y a mejorar la autoestima, lo que va a favorecer nuestro bienestar.
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