Meritxell Falgueras: «Tanto un vino como un hombre dan la nota especial en el aroma»

La sumiller catalana se atreve con una novela chick-lit maridada con excelentes vinos: “Cátame”. Un coupage irresistible.

Meritxell Falgueras

La sumiller Meritxell Falgueras, autora de "Cátame".

/ Nonna Arruga

Ha escrito una novela pizpireta: alegre, vital, sexy y con mucho amor por el vino y la gastronomía, tal y como es la propia Meritxell Falgueras. Ella es bien conocida en el sector vinícola. Pertenece a la quinta generación de una vinoteca en el barrio de Sants, Casa Gelida, y sabe cómo acercar el a veces elitista mundo del vino al gran público.

Tras numerosos libros estupendos para iniciarse en la cata y para descubrir el mundo de las bebidas sin alcohol, Meritxell acaba de lanzarse a la ficción. O a la autoficción, mejor dicho. En su libro “Cátame” (Catedral) la protagonista es ella misma y nos narra sus peripecias en la Barcelona gastronómica de 2010 en la búsqueda del hombre y el vino perfecto. ¿Su inspiración? La serie “Sexo en Nueva York”, como bien indica el alias de Meritxell Falgueras y título de su blog “Wines and the City”.

Con un prólogo firmado por el maestro de los vinos Josep “Pitu” Roca (Celler de Can Roca) y tras una presentación en El Palace de Barcelona arropada por amigos como Carlos Latre, Javier Sardà y el mismo Pitu, charlamos con Meritxell Falgueras sobre amor, vinos y maridajes.

Después de varios libros sobre vinos, escribes tu primera novela. ¿Qué tenías ganas de contar?

Mi sueño era escribir una novela. Ya antes había publicado alguna ficción, pero siempre con timidez, sabiendo que mi futuro estaba en hablar de vinos. Con esta primera novela he podido encontrar un cupaje para hablar de ficción y de vino. Pero no hablo técnicamente de vino: es el protagonista y el telón de fondo de la novela, pero en ningún momento hablo de ánforas o de crianzas. Hablo de lo que pasa una vez has abierto ese vino y lo has ingerido. No hay notas de cata del vino en sí, sino que describo a las personas sensorialmente, a través de lo que beben.

La sitúas en la Barcelona gastronómica de 2010. ¿Qué recuerdas de aquella época?

Entonces yo tenía 28 años, era soltera, elBulli estaba abierto... Teníamos un grupito gastronómico muy guay con Ramon Freixa, Raül Balam, Carme Ruscalleda, los Roca, el Gaig [Carles], la Fina [Puigdevall], Mey Hoffman... Salíamos mucho a bailar, había mogollón de actos. Era una Barcelona mucho más alegre y me pilló en un momento sin hijos, lo daba todo.

Cátame

Portada de "Cátame", de Meritxell Falgueras.

/ Cortesía Catedral

En este libro hay ficción, pero también hay mucha realidad, ¿no?

Sí, sí. También el 2010 fue un año fetiche para mí. Fue el año en que se conocieron Shakira y Piqué, pero también el año en que yo conocí al padre de mis hijos. Tenía muchas ganas de hacer las paces también con esa Meritxell Falgueras más soñadora y romántica que creía en los príncipes azules, que creía en los vinos perfectos, en los 100 puntos Parker. Ahora soy una mujer “cuarenter”. De pequeña quería ser Lady Di, luego me obsesioné con Carrie Bradshaw, por su estilo y por la relación con sus amigas, pero en cambio ahora admiro a las mujeres que van al supermercado con tres niños. Esas son las heroínas. Pero como lo de llevar los niños al cole y cambiar pañales ya lo tengo cada día, quería volver a esa época y entender porque hice una serie de cosas en mi vida. En ese momento no teníamos el #metoo, antes ser ‘pro’ era una tía que se comportaba como un tío… Trece años parece que están a la vuelta de la esquina, pero hemos cambiado muchas cosas. Sobre todo cómo nos vemos a nosotras mismas.

Siempre has citado a Carrie Bradshaw como tu icono.

Sí, yo quería ser la Carrie del vino en Barcelona. Tenía y tengo muchas ganas de poner el vino en boca de todos, que sea un estilo de vida. Igual que piensas estos zapatos combinan con este bolso, pensar este vino mejor con este snack o con esta situación. El vino no es solo cómo combinarlo con comida, también es aspiracional por cómo te hace sentir.

¿En qué se parece catar a un vino y catar a un hombre?

Lo primero de todo es saber que la vista no cuenta tanto. Precisamente, en la nota de cata la vista no es más de un 10%, aunque es verdad que, muchas veces, seguimos eligiendo el vino por esa etiqueta o por ese nombre. Pero donde da la nota especial tanto un vino como un hombre es en el aroma. Nosotras, como australopithecus, no olvidemos que venimos de Lucy, sabemos perfectamente si un hombre es compatible con nosotras o no. No se trata de si nos gusta su perfume o si no se ha duchado hoy, se trata de que tenemos esa capacidad como mamíferas de elegir. Somos nosotras, las mujeres, las hembras, las que elegimos a nuestro “partner” porque sabemos perfectamente a través del aroma esa compatibilidad genética. Poco romántico, pero muy realista. Igual que antes de probar un vino o cualquier cosa comestible, el olfato alerta.

Así que tenemos que oler al hombre...

A los hombres hay que decantarlos, porque es verdad que a veces te gusta su aroma a fruta, te resulta explosivo, pero luego a ver cómo está con el paso de los años, a ver cómo aguanta este amor… También en boca tienen que dar la talla. Que den la talla, que sean versátiles, que no solo mariden con un chuletón o con una poesía. Hay vinos que son potentes “per se”, en cambio hay vinos que no son tan espectaculares (garnachas tintas, pinots noir...), pero luego en tu día a día te asombras de lo bien que casan con unos ‘snacks foods’. Igual que ves unos Manolo Blahnik y piensas que son bonitos pero muy caros y ¡cómo duele el tacón! En cambio unos tejanos te los pones cada día y te ves cómoda y sexy. Hay vinos y hombres que te hacen sentir única, no hace falta que cuesten un pastón.

Meritxell Falgueras

Meritxell Falgueras en la entrada de El Palace Barcelona, donde presentó su libro.

/ Cortesía Meritxell Falgueras

¿Algún secreto de conservación para uno y otro tienes?

Creo que en el amor se puede luchar contra el paso del tiempo, contra una infidelidad… pero no contra el desamor. En el vino pasa un poco lo mismo. En el vinagre está toda la mala leche del vino. Si a ese vino, una vez abierto, no le quitamos el oxígeno, se avinagra. Perdemos toda esa fruta y todos esas aromas que tanto esfuerzo les ha costado al viticultor y al enólogo.

¿Por qué dices que tú o la protagonista de “Cátame” es como un chardonnay?

Porque soy culona, con cadera y poco pecho y me imagino como la botella de Borgoña. Luego a la chardonnay la denominamos la variedad del “Wine Maker” porque se adapta mucho a diferentes climas: la puedes encontrar en Chablis con una acidez alimonada, en Napa Valley con dobles lías, con mucha chicha, y en Australia con notas a banana. La misma variedad puede ser muy versátil.

¿Y por qué dices que elegirías un amante tipo Chablis?

Porque el Chablis gracias a esa acidez tan cítrica, hace que te salive la boca y que tengas ganas de más.

¿El sector del vino es tan glamuroso por dentro como por fuera?

El vino es glamuroso cuando está “in the city”, no cuando es “in the village”, al final el vino se hace en zonas rurales. Cuando estás en una bodega haciendo las fermentaciones no hay tanto glamour.

El del vino es un sector muy masculinizado. Tú que estás en el mundo del vino desde tan jovencita, ¿cómo te has desenvuelto en él?

Vengo de la quinta generación del Celler de Gelida una tienda de vinos en el barrio de Sants… Por cierto vaticino desde ya que “Sants is the new Soho”. Fui la sumiller más joven de España con 18 años y con 25 gané la Nariz de Oro. Pero cuando me veían en una feria me pedían que les limpiara la copa o cuando atendía en la tienda pedían que les atendiera una persona “que sepa”. Gracias a que muchas mujeres se han puesto dentro del mundo del vino, creo que lo han hecho más divertido y más didáctico. A veces parecía que quien más sabía de vinos era quien hablaba más técnicamente. Yo veo que la inclusión de la mujer en el mundo del vino también es hablar de los horarios tan bestias que tiene la hostelería, de los tiempos de vendimia cuando eres madre o de las ferias internacionales, muy difíciles para conciliar. Las mujeres podemos ser profesionales pero hacemos un cupaje de todo: cuando estamos trabajando seguimos hablando de nuestros hijos, y no eres menos profesional, eres más persona.

¿Con qué vino maridamos tu novela?

Con un vino rosado de estos que están tan de moda. Es una novela que se lee rápido, así que con un vino de la D.O Cataluña, un rosado “easy going”.

Existen vinos imperfectos y personas no perfectas, que te saben muy bien en momentos determinados y que los tienes que disfrutar. Hay que vaciar esa botella y llenarla siempre de sentimientos.

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