Croché, patchwork, bordados y otras técnicas artesanales que marcan la tendencia del invierno
En la búsqueda del confort y la calidez, los tejidos tradicionales se han convertido, además, en toda una declaración de intenciones.
Lejos de convertirse en estrellas fugaces durante una breve temporada, parece que hay conceptos como el softcore o el cozycore que han irrumpido con tanta fuerza en el vocabulario estético contemporáneo que su permanencia aspira a ser una constante más allá de las estaciones. Un fenómeno que tiene su repercusión más directa en la elección de los tejidos con los que las firmas construyen sus looks y que coloca en el centro de la diana a los de carácter más artesanal, como acabamos de ver gracias a la colección cápsula que ha lanzado Loewe junto a Net-a-porter y que define el nuevo lujo en términos de comodidad y efectos sensoriales.
Este nostálgico retorno tiene una doble vertiente que va más allá de la pura exaltación estética y se dirige en un sentido hacia la celebración de los oficios más tradicionales detrás de la elaboración de los tejidos, y por otro lado, hacia la búsqueda de un sistema más sostenible. De ahí que este invierno se haya caracterizado por un llamativo aluvión de apuestas en las que el ganchillo, el patchwork o el bordado entre otros acaparen la atención de los creadores.
Entre los nombres más destacados está el de Gabriela Hearst. Y es que desde su llegada la temporada pasada a Chloé, la diseñadora de origen uruguayo ha convertido a la firma francesa en un bastión de la sensibilización pro sostenibilidad. Buena prueba de ello han sido los ponchos –la nueva pieza it que se ha colado inmediatamente entre los favoritos de las expertas–, los bolsos de piel vegana o las chaquetas elaboradas a base de retales procedentes de excedentes de temporadas pasadas. De esta manera, según afirman desde la casa, han reducido la huella ambiental de esta colección en un 400% en comparación con la línea del invierno pasado.
Aunque cuando pensamos en el patchwork, lo primero que nos viene a la cabeza es una colcha de segunda mano, el giro que se han propuesto darle este invierno desde las pasarelas es bien distinto. Si bien no es un concepto nuevo en la moda, esta vez viene con una pequeña ventaja que juega más allá de la liga de la bohemia hippy y se declina en su faceta más elegante y femenina, como demuestra Emporio Armani, que alterna los motivos geométricos en vestidos de terciopelo en los que dominan los tonos morados y negros, o los pantalones de Etro que combinan distintos efectos, desde el acolchado hasta el satinado, con estampados marca de la casa como el paisley.
A él recurren desde Dolce & Gabbana hasta Moschino (ironía mediante como a Jeremy Scott le gusta), pasando por Marine Serre o Stella McCartney. Todos ellos consiguen demostrar con su puesta en escena que la técnica del parcheado tiene fuerza suficiente para modernizarse y protagonizar alguno de los estilismos más actuales del momento.
Otra de las grandes técnicas tradicionales a cuya recuperación hemos asistido ha sido a la del crochet. Un revival que ya inició su prometedora andadura el pasado verano pero que, gracias a la sabia visión de Miuccia Prada y su ojo certero para darle una apetecible pátina contemporánea a lo que podríamos llamar vetusto, lo elevó con su colección invernal de Miu Miu hasta cotas imprevisibles. En ella las chaquetas tejidas con punto grueso de ganchillo y colores potentes se conjuntaban con vestidos lenceros y botas de après-ski que cristalizaban el nuevo espíritu de reconectar con lanaturaleza en el sentido más amplio de la palabra.
Con el mismo aire alpino, Chanel traslada las clásicas grecas bicolores a vestidos de croché sublimados con acabados de flecos y combinados con abrigos acolchados, mientras que Proenza Schouler aplica detalles de lana tejida en la espalda y los escotes de sus prendas más femeninas, incluso Valentino aplica la técnica para construir minivestidos de impecable factura sesentera.
Aunque han transcurrido ya varias temporadas desde el inicio de la pandemia, sus efectos todavía pueden notarse en las inspiraciones de estos desfiles invernales y una de las más potentes es la necesidad de recurrir a la artesanía como una forma de escapismo en el que la moda lenta y ocupa un lugar central. Las actividades tradicionalmente asociadas con la vida doméstica se han convertido en una forma de arte que nos ha incitado a adoptar un estilo de vida más lento. Véase también el auge de las prendas con bordados florales, como las referencias indiscutiblemente setenteras de Antik Batik o Isabel Marant, hasta los detalles de aplicaciones con pasamanería o el encaje.
Una serie de cuidadosos trabajos manuales que la industria reclama como auténticos símbolos y a los que parece defender para poner de nuevo en valor. Todo ello apostando por darles un giro y sacarlos de sus habitual zona de confort más tradicional para proponerlos como elementos clave de estilismos modernos y actuales.
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