Rosa Ribas: "El impulso de devolver el mal con mal es muy humano"

La escritora Rosa Ribas, una de las grandes damas de la novela negra española, acaba de publicar la segunda entrega de su peculiar familia de detectives de barrio, los Hernández. A través de una absorbente trama, "Los buenos hijos" (Tusquets) habla de secretos de familia, prostitución infantil y venganza.

Rosa Ribas

Rosa Ribas acaba de publicar "Los buenos hijos" (Tusquets), la segunda entrega de la familia de detectives Hernández.

/ Iván Giménez

Rosa Ribas nació en El Prat de Llobregat (Barcelona), pero lleva toda una vida en Alemania. Treinta años, para ser más exactos. Allí no solo se casó y desarrolló una gran actividad docente, sino que también empezó a escribir novelas hasta convertirse en una de nuestras autoras imprescindibles en el género policiaco. Empezó a hacerse conocida con la saga de la comisaria hispano-alemana Cornelia Weber-Tejedor y dio el salto con las tres novelas protagonizadas por la periodista Ana Martí, que escribió junto a Sabine Hofmann: "Don de lenguas" (2013), "El gran frío" (2014) y "Azul marino" (2016).

Hace un par de años, Rosa Ribas nos sorprendió con una vuelta de tuerca a sus novelas de género. Con "Un asunto demasiado familiar" (2019) arrancó una serie protagonizada por una familia de detectives de lo más singular: los Hernández. Regentan un negocio familiar en el popular barrio de Sant Andreu de Barcelona. Su especialidad es encontrar a personas desaparecidas. Y, sin embargo, son incapaces de localizar a su hija mayor, Nora. Tratan de desentrañar los más terribles misterios. Y, en cambio, la familia se esconde un sinfín de secretos. A punto de hacer las maletas para volver a Barcelona, Rosa Ribas nos presenta su segunda entrega, "Los buenos hijos" (Tusquets).

Para quien aún no conozca a los Hernández, ¿cómo “nace” esta familia tan peculiar? ¿Cuál fue tu idea al crearla?

Hacía tiempo que tenía ganas de escribir una historia familiar, una historia de padres e hijos con todo lo que eso implica y, mientras le daba vueltas a la idea, caí en la cuenta de que había un tema que se repetía, los secretos familiares, cuánto nos ocultamos los unos a los otros en una familia. Ya tenía familia, tenía secreto y, supongo que, por una especie de deformación profesional después de tantas novelas de género, se me ocurrió que podrían ser detectives. Una familia de detectives que se dedica a descubrir los secretos ajenos, pero no saben lo que pasa en su propia casa.

Están los padres, Mateo y Lola y los hijos Nora, Marc y Amalia. ¿Qué es lo que más te gusta y lo que menos te gusta de cada uno de ellos?

Esto es un ejercicio fascinante ya que todos los rasgos se los he dado yo. Me voy a imaginar que son amigos míos en la vida real. Veamos:

De Mateo, lo que más me gusta es su lealtad a su gente, la familia, los amigos. Lo que menos, su necesidad de controlarlo todo. Es un patriarca.

De Lola disfruto su aguda inteligencia, unida a un sentido del humor muy negro. Que se escude en la enfermedad para hacer daño es quizás su rasgo más desagradable.

En Nora la inteligencia se une a una particularidad que es lo que más y también lo que menos me gustaría de ella si fuera real, su curiosidad insaciable.

De Marc me quedo con su enorme empatía, su sensibilidad. Su debilidad es la necesidad insaciable de ganarse el respeto paterno.

De Amalia me gusta su espíritu pragmático, es la voz del sentido común, menos cuando deja de serlo y sale su rasgo más negativo, su violencia.

Los buenos hijos de Rosa Ribas

Portada de "Los buenos hijos", de Rosa Ribas (Tusquets).

/ Tusquets

Se habla de alta cocina de barrio, se incita a que compremos en el barrio... y ahora tenemos tus detectives de barrio, ¿hay que apostar por lo local?

En lo local está lo universal. Lo que pasa en un barrio refleja lo que pasa en el mundo.

En “Los buenos hijos” encontraremos un suicidio, chantaje, prostitución juvenil-casi infantil, asesinato, venganza... ¿por qué le has dado un cariz tan oscuro?

Aunque tenía una idea de por dónde quería llevarla, la novela se me fue oscureciendo a medida que la escribía. Empecé con la relativa normalidad en la familia tras la vuelta a casa de Nora. Era, pues, la historia de un retorno, sobre cómo ella busca su lugar y, mientras tanto, en segundo plano, la investigación de Marc iba paso a paso ennegreciendo el libro.

¿Cómo buscas la inspiración para crear este tipo de historias?

El caso de prostitución que investigan está inspirado en un caso real sucedido en Gran Bretaña que me impactó mucho porque mostraba que estas cosas suceden gracias a que hay mucha gente que sabe y calla. Y también porque las víctimas, las niñas que sufren estos abusos, no tienen con quién hablar. Me preguntaba por qué no se atreven a pedir ayuda a sus padres. ¿Por qué no pueden recurrir a ellos, que se supone que las tienen que querer incondicionalmente? ¿Por qué en tales situaciones fracasa la comunicación entre padres e hijos?

Como apuntabas, es una familia que esconde muchos secretos y engaños... ¿cómo en las mejores familias?

Como en todas. Si una repasa su propia familia, pierde la cuenta de las veces en que ha pensado “esto mejor no se lo cuento a…”. O la de veces que se crean redes de secretos compartidos con frases como “Esto no se lo decimos a tu padre”. “De esto que no se entere tu hermana, porque...” Estoy segura de que cualquiera recuerda que lo ha dicho no hace tanto, tal vez poco antes de empezar a leer esta entrevista.

La venganza es uno de los grandes temas de “Los buenos hijos”. ¿Podríamos decir que la venganza no es recomendable pero sí comprensible?

Sí, el impulso de devolver el mal con mal es muy humano, por eso nos consolamos con fantasías de venganza cada vez que alguien nos maltrata, queremos devolvérsela. A veces incluso lo hacemos, pero la satisfacción nunca suele satisfacer nuestras expectativas.

Rosa Ribas

Retrato de Rosa Ribas.

/ Iván Giménez

La madre de la familia, Lola, es una enferma mental que está atravesando una crisis. ¿Por qué creaste un personaje así? ¿Querías dar visibilidad a la salud mental?

Mi propósito no es explícitamente visibilizar la salud mental, pero las personas con enfermedades mentales son parte de nuestra realidad, de nuestra vida cotidiana, por lo tanto, tienen su lugar en una novela realista. A mí me interesaba mucho observar cómo afecta la enfermedad de Lola a sus hijos, a su marido. También a su propia vida prometedora, ahora truncada. La mente de Lola es tan brillante como negra. Por eso, como ves, me he quedado mirándola desde fuera. En su cabeza no me atrevo a meterme como hago con Mateo, Nora, Marc o Amalia. A Lola la vemos desde los ojos de los otros, la vemos en sus acciones y en cómo afectan a su entorno.

¿Por qué la resistencia de Mateo a ingresarla en un hospital psiquiátrico? Si fuera por algo físico nadie duda en ir al hospital...

Con la enfermedad mental actuamos todavía movidos por muchos prejuicios. Para empezar, nos cuenta nombrarla abiertamente. Por otro lado, tal vez movidos por un falso sentido de la responsabilidad o de la culpa, creemos que podemos hacernos cargo de ella. Las imágenes de hospitales psiquiátricos como lugares tremendos, terroríficos, que todavía tenemos muy arraigada, no ayuda a “soltar” a la persona que necesita ayuda. Y, en el caso personal de Mateo, es que necesita a Lola a su lado. Ella es el cerebro a la sombra.

Ya estás trabajando en la tercera entrega de los Hernández o nos vas a sorprender con otra cosa, ¿qué nos puedes avanzar?

Estoy terminando una novela breve, que no será de género. Pero no puedo avanzar nada, nada, nada. Soy incapaz hasta haber llegado al final. Pero lo que sí te puedo decir es que ya estoy tomando notas para la próxima novela de los Hernández. Creo que ya sé qué va a pasar. Pero eso tampoco lo puedo contar.

Llevas 30 años viviendo en Fránkfort pero he leído que vuelves a Barcelona, ¿cuál es el motivo si puede saberse y qué supone para ti este regreso?

Los motivos son muchos, mi familia, las ganas de un cambio de vida, algo que siempre es estimulante… Será extraño no ser extranjera. Ahora le toca a mi marido, que es alemán, hacer esta experiencia. Y es un reto, porque llevo más de la mitad de mi vida viviendo en Alemania. Me gustan los retos.

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