¿De verdad el estrés puede causar un aumento abdominal? La conexión cerebro intestino tiene la respuesta
No solo es lo que comes, el problema de que a veces te sientas como la mujer globo, puede ser culpa también del estrés y la ansiedad. La ciencia lo tiene claro, tu salud mental determina también tu bienestar intestinal y viceversa.
Los efectos del estrés no solo comprometen nuestro bienestar mental sino que se dejan sentir físicamente en nuestro cuerpo de muchas formas, Y la cintura no es ajena. Sin hacer desmerecer las múltiples causas orgánicas (estreñimiento, aumento de peso, cambios hormonales, hipotiroidismo, distensión de la pared muscular…), las emociones también pueden aumentar o hacer fluctuar nuestro volumen abdominal. “Ansiedad, estrés, depresión, todo puede alterar la salud intestinal a través del funcionamiento del nervio vago y de los neurotransmisores que produce”. señala la doctora María José Crispín, médica nutricionista de Clínica Menorca.
La respuesta al estrés tiene un costo, asegura la psicóloga de Psicopartner, Tonya Tsykova, experta en trastornos de conducta alimentaria y coach nutricional. “Requiere una considerable cantidad de energía ATP (adenosin trifosfato) que obliga al sistema nervioso central a inhibir temporalmente las funciones de nuestros sistemas de mantenimiento (inmune, digestivo, reproductivo), que son cruciales a largo plazo pero no vitales en el momento de peligro o estrés agudo”. El problema viene, explica Mariana Herrera, psicóloga experta en medicina psicosomática y de la salud de Onelife Center, cuando la situación estresante se mantiene en el tiempo; entonces, el organismo prolonga ese estado de alerta durante mucho tiempo provocando respuestas inflamatorias en nuestros tejidos. De esta forma, añade Laura Isabel Arranz, dietista-nutricionista de dicho centro, esa alteración emocional afecta, por un lado, a la funcionalidad del sistema gastrointestinal y, por otro lado, en la composición de la microbiota.
Sí, el estrés puede cambiar la composición de la microbiota
“La microbiota se puede alterar por causas orgánicas como una alimentación defectuosa, tabaco, alcohol o antibióticos, pero la ansiedad y el estrés también pueden influir a través del nervio vago”, dice la doctora Crispín. Lo corrobora Arranz: puede provocar que pierda el equilibrio y que predominen microorganismos no beneficiosos e incluso patógenos. Además señala otro efecto colateral: cuando estamos estresados tendemos a comer peor puesto que el cuerpo tiende a mitigar instintivamente ese malestar con alimentos que nos den placer que suelen ser más calóricos, grasos y dulces. ¿El resultado? Vamos ganando cintura. Pero ¿cómo afectan los factores psicológicos a la composición de la microbiota? Lo explica la psicóloga de Psicopartner:
- El estrés diario (aumento del nivel de cortisol) disminuye importantes bacterias intestinales como Ruminococcus, Phascolarctobacter, Anaerotruncus y Lactobacillus, mientras incrementa microorganismos como Haemophilus, que pueden contribuir al desarrollo de infecciones.
- Un trauma a lo largo de la vida, incluida la niñez, reduce actinobacterias (Lentisphaerae y Verrucomicrobia) que contribuyen al desarrollo del sistema inmunitario frente a posibles agentes infecciosos.
- El estrés agudo, como exámenes académicos o eventos vitales estresantes, provoca una disminución en las bacterias intestinales de ácido láctico y bifidobacteria, implicadas en la reducción del tiempo de eliminación de rotavirus y en combatir enfermedades causadas por estreptococos, como faringitis, neumonía, infecciones de la piel y de las heridas.
Pero la relación cerebro-intestino es bidireccional y, por tanto, el estado de la microbiota puede afectar a nuestras emociones. “Si la microbiota no está equilibrada, nuestro estado anímico no estará bien, porque esos microorganismos que viven en nuestro intestino son los responsables de fabricar el 90-95% de la serotonina que es la hormona del buen estado de ánimo. Por esto y mucho más que sabemos y que sabremos en el futuro, una microbiota saludable es sinónimo de una persona feliz y equilibrada”, comenta Laura Isabel Arranz.
Las emociones positivas también influyen
Según la doctora Crispín, si las emociones negativas están asociadas al peor funcionamiento del intestino, las positivas están relacionadas con su correcto funcionamiento, también a través de ese nervio vago que comunica el sistema nervioso central, emociones y aparato digestivo.
“Experimentar emociones positivas no solo está relacionado con un aumento en la diversidad de microorganismos beneficiosos, una mejora en la digestión y absorción de los nutrientes, sino también con la reducción de bacterias patógenas”, asegura Tonya Tsykova. En palabras de esta psicóloga, las estrategias de regulación de emociones negativas o practicar la meditación, no solo son eficaces para lograr la percepción del bienestar emocional, sino también para aumentar la abundancia de vías metabólicas, mejorar la salud intestinal y, lo que es crucial, la calidad de vida.
¿Es el estrés o una mala digestión?
La hinchazón o distensión abdominal suele ser un problema común relacionado con la digestión y puede afectar a cualquier persona en cualquier momento, dependiendo de su dieta, el momento de las comidas, forma y velocidad de ingesta y otros factores; pero también es habitual que la ansiedad cause problemas de digestión que provocan hinchazón, asegura Tsykova. “El estrés y la ansiedad pueden ejercer una gran presión sobre el estómago y el abdomen, alterando el equilibrio hormonal y de neurotransmisores y crear un ambiente en el que los alimentos que normalmente se podrían digerir fácilmente terminan siendo mal digeridos, provocando gases e hinchazón”. Asimismo, otro efecto del estrés que puede repercutir en el bienestar intestinal es la hiperventilación. “No es raro sentir presión abdominal y tener eructos después de hiperventilar. Del mismo modo, la respiración excesiva durante los ataques de ansiedad o tragar más oxigeno de lo necesario hinchan la tripa originando una incómoda tensión abdominal”.
Igualmente, la hinchazón puede provocar una serie de síntomas como dolores en el pecho, náuseas, presión abdominal y dolor de estómago, que pueden generar temor en personas vulnerables y/o sensibles al asociarlos a enfermedades más graves y desencadenar ataques de pánico, explica Tsykova, “Un ataque de pánico inducido por la hinchazón puede fácilmente resultar en hiperventilación, exacerbando aún más la sensación de hinchazón”.
Cómo reducir abdomen y mejorar el bienestar intestinal
Sea cual sea la causa del volumen abdominal, la solución no pasa por matarse a abdominales, aunque la práctica de ejercicio moderado es una premisa. “Mover las piernas es mover el intestino”, sentencia la doctora Crispín, quien defiende igualmente la dieta mediterránea, a base de frutas, hortalizas, legumbres y granos enteros, y por tanto, rica en fibra “que es el ‘pienso’ de nuestra microbiota”. A esto propone alimentar esa microbiota con el consumo de probióticos, “esos ‘bichitos buenos’ que podemos obtener a través de los fermentados, yogur, kéfir natural no desnatado o el chucrut, tempeh, kimchi, de origen asiático. El AOVE también contribuye al bienestar del aparato digestivo”. Y por supuesto, eliminar tóxicos como tabaco, alcohol y edulcorantes, que alteran la flora intestinal.
Para reducir el componente emocional causante de la hinchazón, es importante aprender a manejar el estrés y las emociones negativas mediante meditación, disminuir el trabajo, aumentar el tiempo libre, la actividad física y las horas de sueño o ir a terapia, aunque esto, reconoce la doctora Crispín es más fácil decirlo que hacerlo. Por eso, recomienda ayudarse con hierbas y suplementos como hinojo, manzanilla con anís, infusiones de hierbaluisa, jengibre, pastillas de carbón activado que pueden facilitar el bienestar intestinal.
Por su parte, Mariana Herrera incide también en poner atención al momento de la comida. “Debe ser un momento agradable y tranquilo. Y si estamos muy nerviosos o enfadados, es mejor retrasar un poco la comida hasta que se pase el malestar”. Para esta psicóloga, la comida ha de ser un tiempo de autocuidado. “Es muy importante masticar bien, evitar la TV o el móvil y respirar bien. Todo ello ayudará a reducir el estrés y a mejorar la digestión”.
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