Nuevas esperanzas

Son el mejor estimulante anticrisis, un antídoto contra la rendición y un motor para el cambio. Con ellas se ve la vida en positivo.

En la toma de posesión de Barack Obama como Presidente de Estados Unidos fue ‘la’ palabra: esperanza. Era una eficaz manera de motivar a su gente. Hasta alguien tan poco sospechoso de optimismo como el filósofo alemán Friedrich Nietzsche la consideraba «un estimulante vital muy superior a la suerte».

Es un motor que todo lo pone en marcha y hace que nunca nos rindamos, por mal que pinten las cosas. «En la fábrica hacemos cosméticos; en las tiendas vendemos esperanza», decía Charles Revlon, el fundador del imperio cosmético. Será porque a veces ‘maquilla’ la realidad y juega al autoengaño –seguro que has alimentado alguna falsa–, pero en general funciona para enfrentarse a las crisis. Esperanza de gustar, de cambiar, de innovar… Todos nuestros invitados tienen la suya.

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