Cuenta atrás para una de las bodas más polémicas del año: Marta Luisa de Noruega se casa con el chamán Durek Verrett

La pareja se dará el 'sí, quiero' tras más de cinco años de noviazgo y enfrentados a la familia real del país.

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No son buenos tiempos para la casa real Noruega. Tras las acusaciones por violencia de género en las que se ha visto envuelto Marius Borg, el hijo de 27 años que tuvo de soltera la princesa Mette-Marit, ahora le toca el turno a una de las hijas de los reyes Harald y Sonia de Noruega. Y es que ya está todo listo para la considerada boda 'royal' del año pero que no está exenta de polémica. Será el sábado 31 de agosto cuando la princesa Marta Luisa de Noruega y el chamán Durek Verrett se den el 'sí, quiero' dos años después de anunciar su compromiso y casi cinco desde que comenzaron su relación.

Aunque tiene un título real, la princesa renunció en 2002 a la mayoría de sus deberes oficiales para centrarse en su carrera como escritora y terapeuta alternativa, lo que ya de por sí la situó fuera de los cánones tradicionales de la realeza. Por su parte, su futuro marido, Durek Verrett, es un autoproclamado chamán estadounidense, de ascendencia noruega y haitiana, que ha ganado notoriedad en Hollywood como gurú espiritual de celebrities como Gwyneth Paltrow. Se describe a sí mismo como un 'líder espiritual de la Nueva Era' y ha publicado un libro titulado 'Spirit Hacking', en el que comparte sus creencias y prácticas.

Marta Luisa de Noruega y Durek Verrett

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La polémica persigue a la princesa Marta Luisa de Noruega

Un romance que no ha estado exento de polémica y que surgió tras el matrimonio de la hija de los reyes Harald V y Sonia con Ari Behn, padre de sus tres hijas, Maud Angelica, Leah Isadora y Emma Tallulah, de quien se divorció en 2016 y que se quitó la vida en diciembre de 2019. Por su parte, el chamán también mantuvo una relación anterior con Hank Greenberg, un masajista californiano.

Pero volviendo a su próxima e inmediata boda con Durek Verrett, los preparativos comenzaron ayer en la ciudad de Ålesund, a dos horas de Geirnager, lugar al que se irán desplazando los invitados y que durará tres días. Según han publicado varios medios, ambos lugares han sido ya analizados en términos de seguridad y la policía llegó a desarrollar una planificación específica en torno al evento. Tras posibles opciones de hoteles, la princesa de Noruega confirmó a través de su pódcast 'Heartsmart Conversations' el destino elegido: el Hotel Union, ubicado en el pueblo de Geiranger. 

Una boda poco tradicional

Marta Luisa y Verrett no pretenden que su ceremonia sea tradicional o en consonancia a lo que se espera de la hija de un rey. De hecho, el novio y la novia han animado a sus invitados a que sigan un riguroso 'dress code' y han prohibido que las mujeres vayan de blanco, rosa, negro o dorado. Eso sí, los hombres irán de esmoquin. Además, no dejarán que sus invitados usen el teléfono móvil para evitar que se filtren imágenes, vídeos o informaciones de la velada. Los reyes Harald y Sonia de Noruega acudirán junto a su hijo Haakon, Mette-Marit y sus tres hijos, excluyendo a Marius Borg. También se espera la presencia de la princesa heredera Victoria de Suecia y su marido, así como del príncipe Carlos Felipe y su mujer. Pero, por el momento, ningún otro miembro de otras familias reales europeas ha anunciado su presencia.

Es cierto que, al menos públicamente, la familia real danesa ha mostrado su apoyo a Marta Luisa y, a la vez, escepticismo ante un romance que tenía todos los ingredientes para terminar en escándalo. No podemos dejar pasar que su futuro marido aseguraba haber visto venir la pandemia, insinuaba que el cáncer se elige y que las mujeres tenían que eliminar 'la huella' de parejas pasadas de sus vaginas. Y fue aún más lejos con sus teorías sobre el Covid hasta el punto de vender un medallón con el que aseguraba que le había ayudado a curarse de la enfermedad y que costaba 222 dólares.

En cualquier caso, esta historia es un recordatorio de que, incluso en el siglo XXI, la vida privada de los miembros de la realeza sigue siendo objeto de intenso escrutinio y que las decisiones personales pueden tener repercusiones públicas significativas.