Hajar Brown: “Me gusta rodearme de energía femenina; me inspira y me arropa”
Ingeniera de profesión y actriz por vocación, esta madrileña de origen marroquí trabaja para convertirse en un referente y lucha contra los prejuicios que sufren las mujeres musulmanas que llevan hiyab, una decisión que ya se ha convertido en su seña de identidad en la pantalla.
Natural y reivindicativa. Así es Hajar Brown, dentro y fuera de la pantalla. Saltó a la fama gracias a su papel de Amira en la serie adolescente 'Skam' y, al igual que su personaje, es hija de padres marroquíes, profesa la fé islámica y luce 'hiyab' por decisión propia. Ella misma nos lo cuenta mientras posa con la colección de Desigual para Christian Lacroix.
¿Es difícil compaginar tu carrera como actriz con tus estudios de ingeniería civil?
La verdad es que me flipan las matemáticas y la física, soy superfan de todas esas frikadas; pero por otra parte el arte forma parte de lo que soy y desde pequeña siempre he sido un poco un show y un poco folklórica. Cuando llegué a la adolescencia, me planteé por primera vez si quería ser actriz, pero veía que en la industria no había perfiles como el mío y pensé que quizás no tenía espacio en ella. Por eso me decidí por lo otro que se me daba bien: el mundo de las ciencias. Al final la vida me ha llevado hasta el punto de equilibrio en el que estoy ahora: tengo mi lado artístico y me encanta, pero a veces necesito poner los pies en el suelo y eso es lo que me dan las ciencias, que son tan cerradas y tan puras.
Ahora que formas parte de esa industria de la que te sentías excluida, ¿crees que puedes ser un referente para otras adolescentes?
Todo lo que estoy haciendo de cara al público es con ese objetivo. A mí me habría encantado tener la típica historia de todas las actrices: perseguir tu sueño mientras trabajas de camarera y luego vas y te conviertes en una estrella mundial. Pero mi caso no es así. Yo soy consciente de que no hay actrices musulmanas con pañuelo que quieran trabajar con esa parte de su identidad en la pantalla, por eso yo lo hago sin perder ese toque activista, para reivindicar y normalizar, para dejar claro que existimos y que podemos hacer lo que queramos.
Entonces, ¿la decisión de llevar el hiyab es un acto de rebeldía en tu caso?
Personalmente lo llevo porque soy musulmana practicante y quiero que se me identifique como tal. Pero también es una forma de decir que yo decido sobre mi cuerpo, mi sexualidad, mi religión y, en definitiva, mi identidad. Así le hago llegar al mundo un mensaje: estoy tomando mis decisiones de manera libre, sin coacción; no estoy dañando a nadie, simplemente quiero llevarlo así y a nadie debería importarle.
Hace unos días se hacían virales unas declaraciones de Hiba Abouk en las que decía textualmente: “Si a una mujer le empodera llevar hiyab, que se lo ponga”. ¿Qué opinas al respecto?
Totalmente. No tengo nada que añadir; recitaría sus palabras tal cual. Creo que una mujer tiene que hacer lo que le empodere, ya sea llevar pañuelo, escote, tacones o pasar del maquillaje. Somos adultas, somos capaces y podemos tomar nuestras propias decisiones.
¿Esta decisión te ha hecho sufrir algún prejuicio?
Las musulmanas con hiyab nos sentimos discriminadas a todas horas porque sabemos que la poca información que hay sobre el islam causa muchos prejuicios y miedos a los que estamos expuestas constantemente. En mi día a día cuando me pongo el pañuelo y salgo de casa hacia la uni pienso: “a ver cuántos comentarios o miradas recibo hoy”. De hecho, hago rankings con mis amigas al respecto. Hay que tomárselo con filosofía.
¿Y en el ámbito laboral te ha limitado de alguna forma?
Obviamente. He ido a cástings en los que se han enamorado de mí, pero al decir que no me voy a quitar el pañuelo para grabar no me han dado el papel. Es que no se trata solo del hecho de llevar el hiyab siempre; es toda la moral que hay detrás; no quiero hacer cosas que vayan en contra de lo que promulgo. Esta es la identidad que me he construido y estas son las condiciones que pongo para trabajar, por eso los proyectos en los que actúo o las marcas con las que colaboro de verdad me dan mi espacio y tienen los mismos valores que yo, que se resumen en la tolerancia. Además, yo creo que estoy aquí porque el público lo pide.
Hablando de marcas, ¿qué dice de ti la colección de Christian Lacroix x Desigual que luces hoy?
Me siento 100% identificada con estos looks porque reflejan muy bien mi forma de ser. La neutralidad del fondo negro que tienen las prendas representan mis ideas, mi mente de ingeniera; y las explosiones a todo color mi vena artística. ¡Me lo pondría todo!
¿Y qué papel tiene la moda en tu día a día?
Soy hija de una sastre que se vino a España para darle un futuro mejor a su familia y tuvo que dejar apartado el sueño de ser modista. Entonces me tuvo a mí y crecí siendo su maniquí, así que imagínate. Además mi madre me ha enseñado que la ropa es una forma de expresión, de decir lo que eres sin hablar y por eso yo me nutro muchísimo de la moda.
¿Crees que la pandemia nos ha cambiado como sociedad?
Creo que esta situación nos ha cambiado la vida, o la forma de ver la vida, a todos. En mi caso se ralentizó todo; ahora que vivimos en la era del hipermodernismo, del exceso de información y de cumplir expectativas imposibles, me parece que el coronavirus nos ha hecho volver a lo primitivo, a mirarnos a los ojos, a quedar, a disfrutar… que es algo que nos faltaba y que a mí al menos me ha venido genial.
Personalmente, ¿cómo viviste los meses de confinamiento?
En mi familia somos cinco y la experiencia de estar encerrados y conviviendo juntos, teniendo tiempo los unos para los otros, fue muy positiva. Creo que de todo lo malo sale algo bueno y en este caso me alucina que llevando juntos literalmente toda la vida todavía tenga tantas cosas que aprender de ellos. La enseñanza que saqué es que si pude convivir tan bien en familia, que al final es una microsociedad, fuera de casa me puedo comer el mundo.
¿Este parón ha supuesto una oportunidad para reinventarte?
Siempre lo digo: la pandemia ha sido como un Año Nuevo pero sin turrón. Ha sido una oportunidad para parar, para estar conmigo misma, para cultivar lo que me sustenta que es mi propio templo e invertir en mi salud física, comiendo bien o haciendo ejercicio a diario. Yo sin duda me he reinventado y ahora voy con más calma, me priorizo a mí y paso de cosas que antes solo hacía por cumplir. Ahora sé hasta dónde puedo llegar, escucho a mi cuerpo y cuido mi mente.
¿Y qué haces cuando necesitas cuidarte?
Pues me pongo una peli de Disney o quedo con mis amigas, que son como un colchón: yo me tiro para atrás y ellas siempre están. La verdad es que siempre me gusta rodearme de mucha energía femenina, quien me conoce sabe que solo ando con mujeres y me gusta porque me aportan muchísimo, me inspiran y me arropan.
¿Crees que en tu profesión hace falta más de esa energía femenina?
Estamos en un sistema patriarcal, es decir, que nos falta igualdad en ese y en muchos otros ámbitos y esto es algo que percibes en cuanto sabes un poquito de feminismo. A mí me gusta ir a sitios, hablar con mujeres y ver lo que hacen en su propio espacio. Por ejemplo, yo siempre que puedo pido por favor que las maquilladoras o estilistas con las que trabajo sean chicas; digo que es por religión, porque si digo que es por feminismo acabo rodeada de señores y oye, que me caen genial, pero prefiero estar con mujeres porque me siento más cómoda y me alivia mucho… siento que aunque no nos conozcamos hay algo que nos une.
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