Bella Hadid recupera en Cannes el vestido blanco que triunfó en los 90
La modelo se ha convertido en toda una experta en el arte de volver a lucir piezas vintage que aún tienen mucho que decir sobre una alfombra roja.
Bella Hadid parece haberse propuesto reinar en cada una de sus apariciones en el Festival de Cannes. En el 2019 sorprendió a todos los presentes al presentarse ante los fotógrafos con un vestido rojo de Roberto Cavalli que en esa misma cita había lucido Sharon Stone. Dos años después, la modelo rompió todos los esquemas el año pasado cuando posó sobre la alfombra roja con un diseño de la firma Schiaparelli en el que lo más destacado era una escultórica gargantilla sobre su pecho, y también lo hizo cuando rescató un vestido de Jean Paul Gaultier que Naomi Campbell había estrenado en el 2000.
En esta edición el listón estaba altísimo pero ha vuelto a superarse. De hecho, lo ha logrado siguiendo esa misma fórmula, la de recuperar tesoros vintage de sus firmas favoritas. En este caso ha sido por partida doble. Primero con un vestido que Gianni Versace diseñó en 1987 para la cantante de ópera austriaca Helga Dernesch para una representación de la obra Salomé en el Teatro alla Scala de Milán y después con un estilismo salido de la era en la que Tom Ford ejercía como director creativo de Gucci.
Si en su primera red carpet de esta 75ª edición del certamen fue su elección un voluminoso vestido negro que acompañó de un sofisticado recogido como peinado, su decisión fue tomar el camino opuesto para la siguiente de sus apariciones. Para esta segunda ocasión, Bella Hadid se ha rendido ante el blanco en su versión más impoluta con un vestido minimalista que forma parte de la historia de la casa Gucci por ser una de las piezas icónicas de la colección que Tom Ford creó para el otoño de 1996 y que sobre la pasarela lució Carolyn Murphy.
De manga larga y escote barco, se trata de un diseño completamente cerrado a excepción de la abertura de forma redondeada que cuenta a la altura de la cadera en uno de los laterales, gracias a la cual queda a la vista el broche dorado que forma parte del finísimo tanga que acompaña al vestido debajo.
La top quiso acompañar una pieza tan especial que actúa como una segunda piel de unas sandalias blancas de lo más sencillas y unos pendientes brillantes que se escondían bajo su larga melena oscura suelta peinada de manera muy natural, dejando así que fuera su vestido el que recibiera todas las atenciones.
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