Yayo Herrero: "Nos falta aún una conciencia básica de que hemos generado un modelo económico y político que está en guerra con la vida"

Ante los retos que plantea el cambio climático, es interesante mirar hacia las soluciones que plantea el movimiento ecofeminista. De cara all 8M, hablamos de estos retos con Yayo Herrero, de Ecologistas en Acción y una de las personas que más saben del tema en nuestro país.

Yayo Herrero, de Ecologistas en Acción

Yayo Herrero, de Ecologistas en Acción.

/ Marisol Ramirez

Desde los años 70, el morado se fundió con el verde en un movimiento llamado ecofeminismo que señalaba la conexión entre la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y la opresión de las mujeres. Este movimiento ha crecido y se ha hecho más fuerte, y también necesario, ante la grave crisis climática que estamos viviendo. En España, la teórica más reconocida del ecofeminismo es Yayo Herrero, antropóloga, profesora universitaria en la UNED y miembro de Ecologistas en Acción, una organización de la que fue coordinadora durante nueve años. Hablamos con ella de ecología, cambio climático y feminismo, y de los retos que todo ello plantea de cara a nuestro futuro.

¿Por qué decidiste qué estudiar y cuándo comenzó tu interés por el ecologismo?

Primero estudié Ingeniería Técnica Agrícola porque me encantaban las matemáticas y las ciencias, pero además porque era activa en grupos de cooperación en África y me pareció que podía servirme. Cuando estudiaba tuve que ir a varias granjas de producción animal y allí se me abrieron los ojos al horror de la producción de huevos en granjas masivas de aves, en los mataderos… Pensé, ¿de verdad hay que hacer tanto daño para poder comer? A partir de ahí empecé a plantearme la relación de la ecología con las desigualdades en el mundo.

¿Cómo llegas a ser coordinadora estatal de Ecologistas en Acción y una de las teóricas más importantes del ecofeminismo?

En 1999 empecé a participar en Ecologistas en la comisión de educación, y al año nos propusieron a una compañera y a mi entrar en la secretaria general y, en el siguiente congreso, en el que había que componer una nueva coordinación, decidimos presentarnos un trío, con Teo Oberhuber, un crack en el tema ecologista, y Luis González Reyes, otro compañero queridísimo que controla un montón. De la mano de ellos, me fue muy fácil entrar. Ecologistas es el típico sitio donde hay muy pocas disputas por el poder, casi al contrario, se intenta cazar a personas para coordinar. Yo me dejé y la verdad es que fue una experiencia de nueve años a la que le tengo que agradecer mucho.

¿Qué logros conseguisteis y qué sientes que te quedó por hacer?

Ecologistas en 1999 era la suma de grupos muy diversos en percepciones e identidades… El gran reto era consolidarnos y durar, pero durar bien. Uno de los logros de los que me siento más orgullosa es de haber conformado una organización donde la resolución del conflicto, el cuidado de las personas, la construcción colectiva, la horizontabilidad han sido ejes centrales. En un tiempo en el que todo el mundo se pelea, somos una organización en la que nos sentimos orgullosos de estar juntos y juntas. En cuanto a lo que nos queda por hacer, hemos frenado proyectos espantosos y ganado juicios, pero los indicadores de cómo está nuestro planeta y los riesgos para la vida humana y no humana cada vez van a peor, así que tienes la sensación de que como colectivo funcionas, pero los objetivos principales que teníamos no los hemos conseguido.

¿No os podríais plantear hacer un partido político? Necesitamos con urgencia uno al que solo le importe el estado del planeta, de los seres vivos y de los derechos humanos…

(risas) Sí, sí, entiendo lo que dices. Bueno, ha habido experiencias institucionales como Equo. Otra cosa es lo que encuentran cuando llegan a las instituciones. Creo que hacen falta partidos políticos que pongan la crisis ecológica y medioambiental en el centro, pero sobre todo creo que hace falta movimientos sociales capaces de presionar a los partidos para que lo hagan. Las instituciones son neoliberales no solamente por quienes los gobiernan, sino estructuralmente. Mi convicción es que, o hay mucha gente organizada que presione para que se hagan esos cambios, o será imposible hacerlos.

¿En qué y cómo confluyen ecología y feminismo?

Confluyen en cuanto pensamos en cómo se sostiene la vida humana, que depende de los bienes de la naturaleza. No hay economía ni tecnología posible para sostener las necesidades humanas sin una naturaleza que tiene límites físicos que ya están traspasados. Pero para mantenerla también hace falta un trabajo de cuidado, sobre todo en la infancia, la vejez y en algunas enfermedades disfuncionales. A lo largo de la historia, esas labores las han realizado las mujeres, no porque estemos mejor dotadas genéticamente sino porque vivimos en sociedades patriarcales que asignan el mandato, casi diría que obligatorio, a la mujer de cuidar de la vida. Los sistemas capitalistas, e incluimos el capitalismo de Estado de China, interactúan con la naturaleza sin tener en cuenta sus límites y generan modelos económicos que explotan los cuerpos de las personas sin ser conscientes de que hay que cuidarlos. Hay una necesidad de corresponsabilizarnos en los cuidados. Que los hombres dejen de vivir como si no tuvieran cuerpo y sin preocuparse de nadie.

¿Qué es el ecofeminismo?

Es un movimiento social y una corriente de pensamiento plural. En realidad tendríamos que hablar de ecofeminismos que pretenden que la economía, la política y la cultura se construyan en torno a la prioridad del sostenimiento de todas las vidas en condiciones de dignidad.

¿Es el ecofeminismo la mejor herramienta para solucionar la crisis de la civilización que estamos viviendo?

Proporciona un marco teórico que permite repensar la economía, la política y la cultura de forma mucho más deseable para el mantenimiento de ‘vidas buenas’. Supone una disputa de la hegemonía cultural, económica y política actual. Pensar en un marco dentro del decrecimiento de la esfera material de la economía. Es decir, nuestra economía va a funcionar, queramos o no, con menos energía, menos materiales menos agua, menos disponibilidad de tierra fértil, porque la propia superación de los limites físicos del planeta nos obliga a ello.

¿Qué relación guarda el cambio climático con la situación de las mujeres y sus derechos?

Es el gran reto de nuestro tiempo ya que crea una situación de absoluta emergencia que, con perspectiva de género, impacta de forma distinta. Los datos muestran como en desastres climáticos extremos, casi el 75% de las personas que mueren son mujeres, en muchos casos porque culturalmente no han aprendido a nadar, pero también porque ellas cuidan a personas que no pueden hacerlo, como personas viejas, enfermas, niños y niñas… Eso las coloca en una situación de mayor vulnerabilidad. Muchas mujeres son las responsables de aportar la energía, el agua o los huertos para la economía de subsistencia. Que el cambio climático dificulte todo ello, les hace la vida mucho más complicada. En las zonas urbanas, las altas temperaturas generan una mayor mortalidad en las mujeres. Si además le añadimos que sean racializadas, de comunidades campesinas o de pueblos originarios, empobrecidas, o todos estos factores a la vez, el nivel de incidencia será mucho más alto. Pero también quería destacar que las mujeres no solo son víctimas, también que son los agentes activos principales en la lucha contra el calentamiento global. En muchos lugares son mayoritariamente grupos de mujeres quienes se están organizando para resistir, plantear alternativas y construir resiliencia local.

Además, se ponen en riesgo. Más de 1.500 activistas ambientales han sido asesinados en los últimos 15 años casi con absoluta impunidad. ¿Qué está pasando?

Sí, en muchos lugares hay mujeres, y también hombres, arriesgando sus vidas por proteger el medioambiente. Saskia Sassen [Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2013] dice que se ha pasado de un capitalismo de la explotación del trabajo humano, a un capitalismo del extractivismo y la expulsión. Las dinámicas extractivistas de minerales, de la ganadería industrial o incluso social, están provocando un proceso de saqueo que en muchos territorios genera resistencia. Muchas de las personas que se resisten son reprimidas, a veces por sus propios gobiernos y otras por seguridades privadas que pagan empresas transnacionales que terminan amenazando, amedrentando y, en el extremo, asesinando. Hoy conmemorábamos el asesinato de Berta Cáceres, pero tenemos ejemplos de activistas como Francia Márquez o Lolita Chavez amenazadas. Incluso en nuestro propio territorio, como Nines Nieto, una compañera querídisima y muy valiosa, que se ha convertido en el azote de la corrupción urbanística en Madrid y ha vivido el miedo de las amenazas indirectas… Ella siempre recuerda que han sido mujeres las que, en la sierra madrileña, han denunciado y visibilizado las corrupciones y los abusos, pero han tenido que sufrir el aislamiento y las intimidaciones. A veces, ser activista se vive con un gran sufrimiento y peligro.

¿Cómo sería nuestra sociedad si el cuidado del medioambiente y el bienestar común fuera la prioridad?

Lo local tendría una importancia mucho, mucho más grande, nos alimentaríamos de productos que vienen de cerca, comeríamos alimentos de temporada, consumiríamos un nivel de proteína animal infinitamente más pequeño, viviríamos en casa rehabilitadas energéticamente y mejor aisladas para usar menos energía fósil, no existiría una ruptura simbólica entre campo y ciudad, tendríamos una democracia y una participación más basada en la gestión de lo común: cooperar para cuidar, para consumir. Tendríamos una dinámica barrial fuerte. Habríamos diseñado formas de divertirnos de baja entropía con poco consumo de energía y materiales. Habríamos conseguido ser una sociedad no racista ni colonial, sino una que acoge. Nos moveríamos mucho menos con transporte mecanizado, mas en transporte público y colectivo, habríamos aprendido a viajar más a lo hondo, que a lo lejos. Tendríamos multitud de espacios donde bailar, donde crear cultura libre, tendríamos más tiempo, repartiríamos los trabajos de cuidados. Y seríamos una sociedad fundamentalmente no violenta, una sociedad que cuidara.

Me decía en una entrevista Bunny McDiarmid, directora ejecutiva de Greenpeace, que Greta Thunberg le hacía sentir al mismo tiempo frustrada -al evidenciar lo poco que había conseguido en una vida de lucha- y esperanzada. ¿Qué opinión tienes de esta joven activista sueca y el movimiento Fridays For Future?

El movimiento me emociona, es de las cosas que más me han alegrado en el ecologismo en los últimos años. Greta, como símbolo e inspiración, me merece muchísimo respeto y no tengo más que agradecimiento para ella. Es una mujer muy joven y además diversa con respecto a lo que consideramos normativo, tremendamente inteligente y que ha sabido abordar bien la cuestión de los liderazgos. Me llamó la atención en las ruedas de prensa cede su espacio para que se escuchen otras voces. No puedo imaginar a un líder al uso de los que conocemos cediendo el ‘micro’ a otras personas. El movimiento me parece muy potente. En el trato que he tenido con distintos portavoces de Fridays For Future he encontrado a personas con unas cabezas muy bien amuebladas, en las que el ecologismo y el feminismo dialogan de forma natural, lo cual me encanta. También entiendo su frustración. Gemma Barricarte, una de las portavoces en Barcelona, escribía ‘somos la generación que está en la cornisa’. El asunto es que hemos generado un modelo económico tan perverso que las personas adultas estamos poniendo en peligro el futuro de nuestros hijos e hijas. Me parece tremendo que están teniendo que salir a las calles a defenderse de sus padres y madres. Creo que como movimiento es absolutamente necesario.

¿Crees que estamos lo suficientemente concienciados con la crisis climática?

Creo que se ha producido un salto cualitativo. Ahora bien, tengo la sensación de que todavía hay una carencia para comprender que es una crisis global cuyas consecuencias son la desigualdad, la pérdida de diversidad e incluso de debilitación de la democracia y de los Derechos Humanos. Falta una conciencia básica de que hemos generado un modelo económico y político que está en guerra con la vida. Esa parte me parece que todavía requiere un gran trabajo.

Y el feminismo, ¿crees que está lo suficientemente concienciado de la crisis climática?

Una parte importante del feminismo, sí. Por ejemplo los argumentarios de las huelgas de 2018 y 2019, ya incluían la crisis ecológica y formulaban esa desigualdad que se produce entre el Norte y el Sur. Sus argumentos eran un órdago al modelo que está poniendo en riesgo nuestra vida. Eso no quiere decir que todos estemos en el mismo punto porque el feminismo es un movimiento tremendamente plural. Pero creo que una parte importante, sí.

¿Está en riesgo la vida digna en nuestro país?

Ya hay muchísimas personas que no se puede decir que tengan una vida digna. Cuando las personas tienen dificultades para acceder a una vivienda, no pueden elegir proyectos vitales propios, se alimentan en unas condiciones de sub alimentación, no pueden pagar las facturas de la luz y el gas… Que incluso teniendo un trabajo no pueden llegar a final de mes. Cuando pasa esto es que hay muchas vidas que ya no son dignas, que son un verdadero sufrimiento para quien las padecen. Creo que se está produciendo un proceso de degradación absoluto de las condiciones de vida dignas también en nuestro país.

No te iba a preguntar por esto, pero viendo lo que está ocurriendo estos días en las fronteras de Grecia con los resultados, ¿qué balance haces?

Es una muestra absoluta de la barbarie. Da mucho que pensar. En los últimos años hemos escuchado discursos xenófobos, sin embargo en este caso estamos viendo cómo la Unión Europea, la de esa idea idealizada del continente como garante de derechos y libertades, es la que de repente considera que es legítimo hacer devoluciones en caliente, o apoya la suspensión del Tratado de la Convención de Ginebra en Grecia. Desde mi punto de vista es un deterioro político moral tremendamente peligroso, que legitima que haya parte del poder económico que haya desahuciado a parte de la humanidad. Me parece de una gravedad brutal. Mucha gente que lo está mirando desde cierta pasividad porque no acaba de ser consciente de que es un proceso que degrada vidas, que hoy son las de migrantes, pero cada vez son más los núcleos de personas que se van a ver arrojadas a la precariedad. Deberíamos ver cómo nos organizamos para defender esas vidas.

¿Vas a salir a manifestarte el 8M y, si es así, cuáles son tus principales reclamaciones?

Claro que voy a salir el 8M y mi principal reclamación, precisamente, es la exigencia de construcción de vida digna para todas las personas desde la perspectiva y con la mirada de los ecofeminismos.

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