Una nave con mucha historia

Se construyó a principios del siglo XX como bodega, se empleó más tarde como almacén y ahora es el hogar de una familia que conserva la memoria de sus antepasados.

En el interior, las piezas antiguas reinan en un ambiente mucho más clásico, con destellos elegant

En el interior, las piezas antiguas reinan en un ambiente mucho más clásico, con destellos elegantes.

¿Te has preguntado alguna vez si una casa puede tener más vidas que un gato? Pues vamos a contarte la historia de Villa Maresme, una vivienda erigida a pie de playa, en el litoral barcelonés, que nació hace ya cien años. Esta nave novecentista se levantó como bodega, por eso encierra aún un entrañable olor a vino y a polvo en sus entrañas, además de conservar la escasa altura de la planta baja y los altos techos con vigas en aspa (denominadas caballos), en la de arriba. Una vez que el negocio de la bodega cerró, pasó a servir de almacén durante muchas décadas, por eso cuando la decoradora Mercè Barceló afrontó su último y actual lavado de cara, se encontró una caja vacía con enormes posibilidades.

Pero una imprevista herencia de muebles antiguos marcó la pauta a la hora de vestir esta vivienda, que albergaría a los cinco miembros de la familia de María y Pablo. Mercè optó, entonces, por contrastar los espacios modernos, amplios y dinámicos con la estética clásica de las piezas heredadas. Los toques vivos –en tonos rojo y fucsia– han sido distribuidos como pinceladas en diferentes rincones de la casa y proceden siempre de elementos textiles, como las cortinas y las mantas.

Un salón protagonista

La decoradora –también propietaria de la tienda La Casa del Drapaire , en Vilassar de Mar– acordó, junto a María, la dueña, establecer el salón como eje central de la vivienda. Alrededor y en la misma planta se distribuyen el comedor, la cocina, la terraza de invierno y alguna sala adyacente. Al primer piso, abierto también al salón, se acce- de por una original escalera volada con peldaños de madera. Aquí se sitúan los dormitorios y los baños. Si en algo se distinguen estas dos plantas –ambas con el suelo vestido de parqué, a excepción de la cocina, que es de cemento– es por la diferencia de altura y por el color de sus paredes.

El nivel superior tiene techos muy altos, en los que se han mantenido las vigas vistas de madera originales, posicionadas en aspa, que destacan en marrón sobre las paredes cubiertas de blanco. Nunca se pensó en cubrirlas, aunque su disposición era caprichosa y limitaba bastante la distribución espacial: se utilizaron para establecer una conexión entre la zona de los adultos y la de los niños. La apuesta por abrir ventanas en el techo de las zonas abuhardilladas ayudó a potenciar la sensación de luminosidad, sobre todo en los dormitorios.

Una cocina muy renovada

La planta baja ha vestido sus paredes en una acertada combinación de crema y chocolate, un tono que armoniza a la perfección con los muebles de época y que se han podido permitir gracias a la gran cantidad de luz procedente del espectacular patio central. Con alzar la vista descubrimos el techo, muchos metros por encima, del que descienden dos elegantes arañas de cristal sobre la mesa baja que encuadran los sofás del salón.

Pero la estancia que más llama la atención en esta planta es, sin duda, la cocina, porque se sale del estilo que han adoptado las demás habitaciones. Con el suelo de cemento tratado, y el frontal y la encimera de már- mol gris, se ha completado con muebles panelados y electrodomésticos en un actual acero inoxidable. En ella se ha adoptado un recurso muy inteligente: para duplicar la luz, se ha practicado un vano en la pared y se ha colocado un cristal transparente a media altura. Esto permite obtener luminosidad del patio central y vislumbrar parte del salón. Los baños de la zona superior también tienen un aire más nuevo: atención a la colocación de los azulejos, biselados y horizontales.

Síguele la pista

  • Lo último