Dua Lipa, Aitana... el Mad Cool es cosa de guapas

La primera jornada del Mad Cool tuvo a Dua Lipa como gran protagonista. Y Aitana (Ocaña) también se subió a un escenario, cuando menos lo esperábamos.

Dua Lipa durante su actuación en el Mad Cool
Dua Lipa durante su actuación en el Mad Cool / Mad Cool

Tres meses después de que Dua Lipa se convirtiera en una de las 100 personas más influyentes del mundo, según Forbes, y de que sus canciones, como 'Houdini' o 'Training season', acapararan la radio mundial (la belleza británica-albanesa es la artista más reproducida del planeta en lo que va de año), la artista se subía al escenario principal del Mad Cool 2024 para conquistar la primera jornada del festival. No importaron los esfuerzos de la organización por crear una programación atractiva más allá de la exmodelo con, por ejemplo, el rock poderoso de Nothing but thieves, los directos de las misteriosas carpas cerradas de Mahou (Julieta, Dead Posey...), o el recital de Tom Odell, que provocó el delirio cuando invitó a Aitana (sí, Ocaña) al escenario para interpretar el tema 'Black Friday'. La noche era de Dua Lipa, por quien la mayoría de los asistentes había acudido al festival y por la que se sentaron horas antes del comienzo de su concierto frente al escenario principal donde debía aparecer.

Lo demás daba igual. O casi. Curiosamente, fue uno de los stands, el 'Chiringuito Vibra Mahou', el que pudo presumir de aforo completo prácticamente toda la noche. Frente a la oferta en directo de los escenarios, este stand cervecero logró congregar a cientos de personas para bailar con sus Dj, que pinchaban desde temas de Hombres G a Bad Bunny sin descanso ante la algarabía general. Sí, los grandes éxitos no fallan ni en el Mad Cool.

Dua Lipa, la diva moderna

Dua Lipa apareció a las 21.30 para explicarnos por qué, algo más de un lustro después de ofrecer un directo minúsculo en Madrid en la Sala Gunilla, un showcase auspiciado por Los40 donde fue recibida por unos pocos centenares de personas mientras ella se afanaba en el escenario por ilustrarnos entonces en ese 'dance crying' que hacía mientras presumía de medidas y andares de modelo, se ha erigido en el principal reclamo de la gran cita festivalera madrileña. Dua Lipa ha crecido y su sensualidad es hoy mucho más internacional y arrolladora mientras camina por el escenario como si este fuera una pasarela; o ejecuta junto al equipo de baile un sinfín de coreografías, una detrás de otra, sin descanso.

Sus canciones están más orientadas a la pista y sus looks han ganado en audacia (este miércoles llevaba top semitransparente y shorts recorridos por lentejuelas para brillar como una semidiosa del pop, una diva moderna). Suena contundente. Incluso algunos fans se preguntaron en el metro de vuelta —que funcionó mucho mejor que el año anterior, por cierto— si su show había sido realmente en estricto directo. Y mueve las caderas y menea la melena de un lado a otro con sofisticación noventera.

No, no ha inventado nada pero funciona. De vez en cuando, regala una sonrisa que las pantallas laterales amplifican. ¡Qué guapa es! Su discurso también es muy instagrameable: "La gente en España tiene muchísima luz y amor", dijo en español, entre los aplausos rendidos del público, que se perdieron el espectáculo de Sexyy Red, en el escenario Orange.

Se despidió, por todo lo alto, tras una lluvia de confeti.

Smashing Pumpkins, un viaje genial a la nostalgia

Tras su directo, Smashing Pumpkins, uno de los grandes referentes del pop alternativo de los noventa, fue un ejemplo de belleza imperfecta con un Billy Corgan, 57 años, embutido en una de esas curiosas batas que le ha dado por utilizar en la madurez. Sonaron geniales mientras sus contemporáneos disfrutan de los éxitos con los que habían crecido: desde 'Today', '1979' o 'Tonight' a 'Bullet with butterfly wings'.

La voz de Billy Corgan, que sigue arañando como un gato, se atrevió con una versión de 'Zoostation' de U2. En la retaguardia el batería Jimmy Chamberlin disputaba un curioso duelo con la cámara: cuando notaba que esta le apuntaba, acompañaba cada trallazo de las baquetas con sensuales emplazamientos de lengua y miradas penetrantes. ¡Qué lujuria!

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