La cocina de mi infancia, por V. Blume

La cocina de mi madre tenía sabor a amor y, como la niña que era, no había cosa mejor en el mundo. Crecí grande y fuerte y a los quince años abandoné el nido para empezar a viajar y trabajar. Mi alimentación pasó a estar en mis manos y, curiosamente, una de las primeras cosas que me definieron como ser independiente fue hacerme vegetariana. No se trataba de un acto de rebeldía. Ocurrió que, al tomar distancia, descubrí que la carne, en realidad, no me sentaba muy bien.

Hoy en día vivimos un auténtico bombardeo mediático acerca de lo que deberíamos comer, en qué momento y en qué cantidad. Vivimos una realidad en la que la comida no sirve solamente para sobrevivir, sino como oportunidad para gozar y experimentar. Pero este libre albedrío conlleva otras cuestiones: ¿Hasta qué punto mi alimentación está influenciada por mi momento emocional? ¿Como por hambre o por llenar un vacío?

Existe un principio yóguico llamado ‘ahimsa’, que se traduce en «no hacer daño» y que se debería aplicar a todas las áreas de la vida. Mi ‘ahimsa’ se instaló en mi alimentación en el momento en que mi cuerpo pasó a llevar una criatura dentro y cuando pasé a ser yo la mamá, que nutre a su hijo, preparando ricas comidas con sabor a amor. Encontré la razón perfecta para buscar la mejor opción para mi hijo Liam y me sumergí en el mundo de la comida ecológica y realmente energética. Liam disfruta de lo lindo comiendo todo tipo de verduras, frutas de temporada, cereales y proteínas vegetales, y también goza con un buen trozo de carne ocasional, que suele conseguir fuera de casa. Es su turno de experimentar y yo no se lo voy a negar.

Ya lo sabes, si la idea de ‘ahimsa’ resuena en ti, prueba, infórmate y encuentra tu propio camino en la alimentación. Es algo solamente tuyo y otra oportunidad más de tener una vida más plena a través de la consciencia.