Karl, más allá de las gafas de sol y los mitones

El diseñador, protagonista de la gala y exposición que hoy inaugura el MET de Nueva York, se convirtió en una leyenda en vida. Pero detrás de las gafas, el pelo blanco, los mitones y la Coca-Cola Light había una figura cuya creatividad y sentido del humor dejaron huella más allá de las pasarelas. Así era el genio, según quienes (realmente) le conocían.

Lagerfeld retratado en 2006 por Simon Procter, uno de los pocos fotógrafos a los que el alemán dio acceso entre bambalinas.

/ Simon Procter

Más de 150 diseños y otros tantos bocetos del diseñador dan forma a la última exposición del Museo Metropolitano de Nueva York –y la percha de su sonada gala anual–. El análisis más exhaustivo hasta la fecha de "un cuerpo de trabajo sin parangón en la historia de la moda", nos decía su comisario, Andrew Bolton, en una entrevista. Con el hábito innato de esbozar del alemán como eje y la noción de la línea de la belleza que el artista William Hogarth propuso en su "Análisis de la belleza" (1753) como hilo argumental, "se trataba no tanto de enfatizar a 'Lagerfeld el hombre' sino de centrarnos en 'Lagerfeld el diseñador'", explica el antropólogo. Pero más allá de los vestidos que diseñó –y esta noche serán carne de titular cuando suban por la alfombrada escalera del museo neoyorquino–, esa figura uniformada de negro y dada a los aforismos polémicos fue su mejor creación. Pocos le conocieron más allá de "la marioneta" –sus palabras– que inventó para exponerse de cara a la galería. "Era plenamente consciente de su personaje", nos dice Arnaud Maillard, su mano derecha durante años como director de estudio en la firma homónima que Lagerfeld fundó en 1984. Y una de las seis voces que nos han descubierto la otra cara de Karl.

Lagerfeld antes del desfile de alta costura de o-i 2004/2005 de Chanel en Ateliers Berthier, en París.

/ Simon Procter

Marie Ottavi

Periodista de moda y autora del libro Karl (Editorial Superflua).

Todo empezó con la biografía de Jacques de Bascher que Ottavi escribió en 2017. "Su gran amor, y el único", dice la autora. Decidió pedir audiencia con el káiser. No se le daría, le adviertieron. Y si lo hacía, no hablaría. Quiso el destino que aquella fuese la entrevista en que el modisto rompiese el silencio con el que había envuelto su relación con el provocador aristócrata francés. "Karl imponía. Pero una vez que confiaba en ti, debo decir que era excepcional. Contestó a todas mis preguntas, incluso las más íntimas. Se entregó como rara vez lo había hecho, me dijo su colaboradora más cercana, Caroline Lebar. Fue uno de los momentos más intensos, en un sentido positivo, de mi carrera", nos dice la periodista del diario Libération. "Lo que recuerdo especialmente es la emotividad que emergió en esa entrevista. Karl dejó escalar las emociones cuando hablamos de Jacques". 

Aquella fue la excepción que confirma la regla. El alemán se abstenía de practicar la nostalgia. Miraba al futuro de una forma sistemática en la que muchos veían una forma de eludir el pasado. Su pasado. "Exacto. Se centraba en el mañana. En cuanto terminaba una colección, ya no le interesaba. Es peculiar. Y revela hasta que punto era un método para protegerse de lo que el ayer pudiera arrojarle, empezando por el hecho de que estaba envejeciendo. Mostrarse vulnerable era impensable para él. Las ocasiones en las que de dejaba ver frágil eran raras. Karl era fuerte y lúcido, poco inclinado a dudar", cuenta Ottavi. "Es esa ambivalencia lo que más me gustó descubrir y explorar. La aparente frialdad y al mismo tiempo, la bondad y la generosidad –no tanto material como cultural, en el diálogo–. Si algo echo de menos, incluso a pesar de que a menudo no estaba de acuerdo con él, es su ingenio y su gusto por la conversación, tan diocechesco", recuerda. Su inmensa cultura, el gusto por la belleza y la pasión por el trabajo le hacían único. Pero también su carácter. "Era imposible de satisfacer, y eso le divertía mucho".

Mostrarse vulnerable era impensable para él. Las ocasiones en las que de dejaba ver frágil eran raras

Ni su humor (a veces caústico) ni sus perennes mitones eran accidentales. Para muchos, un disfraz sin costuras: el punto en el que terminaba la persona y empezaba el personaje se pierde en el tiempo. "Karl Lagerfeld reescribió su vida muy pronto, para darle más esplendor. Sabía desde niño que sería un gran hombre y ayudó un poco al destino... Se convirtió en alguien más grande que 'el original' que llegó a París. Al fin estaba solo, preparado para conquistar el mundo de la moda. De inmediato se transformó en quien quería ser. Es audaz, incluso si es era un bluff". Siempre se le dio bien moldear el pasado a su favor. "Karl fue fundamental para la moda como la conocemos a mucho niveles y en un aspecto en particular: sabía cómo reinventar los códigos que Gabrielle había creado en Chanel. Todas las casa intentan emular ese éxito. Y luego está el hecho de que la moda es un mundo de imágenes, y él fue un pionero de la pompa y el boato", afirma Ottavi. "Lo aburridos que son algunos desfiles hoy me recuerda su don para el espectáculo". 

El carrousel al final del desfile de p-v 2007 de Chanel, en el Grand Palais.

/ Simon Procter

Caroline Lebar

Responsable de Imagen y Comunicación de Karl Lagerfeld

"Karl siempre llegaba tarde. Son tantos periodistas los que han esperado, a veces horas, a que llegara a una entrevista... Así que, dadas las circunstancias, parte de mi trabajo consistía en entretener a la gente mientras esperaban y asegurarme de que aún estuvieran de buen humor para cuando él llegara, y así todo fuese como la seda. Era interesante: viví momentos de auténtica intimidad con gente increíble que llegaba a esperar tres horas para ver al 'maestro'. Periodistas, artistas... todos interesantes y algunos muy divertidos", recuerda Lebar. "Pero cuando finalmente aparecía Karl, disculpándose sinceramente por la espera, su carisma y sencillez disipaban cualquier atisbo de hartazgo. En cuanto empezaba la conversación, era brillante y divertido. Lo daba todo. Su generosidad e inteligencia siempre me fascinaron. Una mezcla desprendida de cultura y sentido del humor. Saboreé cada uno de los minutos que compartí con él y sus interlocutores. Momentos que a menudo ocurrían por la noche en la privacidad de 7L, en rue de Lille", cuenta la parisina, materializando en sus recuerdos la librería –una extensión espacial, con estudio de fotografía incluido, de la voracidad bibliófila de Karl–que el diseñador fundó en 1999 a la vuelta de la esquina de su apartamento, en Quai Voltaire, famoso por las pilas de libros que se alargaban desde el techo hasta el suelo. "Estábamos solos, y el mundo era nuestro". 

Karl no interpretaba un papel. Tal vez era más cercano y abierto a conversaciones personales cuando estábamos los dos solos, pero puedo decir que quien conoció a Karl, conoció a la persona real

Para Lebar –que durante 35 años fue muchos más de lo que reza su tarjeta de visita: era su asistente, su sombra y a veces su voz–, no había un personaje. "Karl no interpretaba un papel. Tal vez era más cercano y abierto a conversaciones personales cuando estábamos los dos solos, pero puedo decir que quien conoció a Karl, conoció a la persona real", defiende. "Auténtico, inteligente, increíblemente rápido y generoso, y abierto de mente: era alguien con quien podías hablar de cualquier tema". Lo que más echa de menos son sus charlas, precisamente. También su intelecto y su creatividad. "No hay fórmula mágica. El talento es lo principal. El trabajo viene después", apuntala. "Karl era extremadamente intuitivo. Era incansablemente curioso y no se cerraba a nada. Solía hablar de "sus antenas". Se refería a sus equipos y amigos, que le informaban de todo tipo de cosas. Eventos, exposiciones, pequeños detalles que alimentaban su creatividad. Con él, cualquier parte de una conversación podría transformarse en una nueva idea. Durante más de treinta años me desperté cada día pensando en la suerte que tenía de estar trabajando con un hombre tan excepcional. Aún lo hago. Seguir en la marca que lleva su nombre me hace saber que tengo una misión: transmisión".

El diseñador en el desfile de alta costura de p-v 2010 de Chanel. La primera en toda su carrera en la que no usó negro y azul marino. "Ni un solo botón dorado", puntualizó en el backstage.

/ Simon Procter

Amber Valletta

Modelo, activista y musa de Karl Lagerfeld

De todas las creaciones del alemán que ha llevado, y son muchas, se queda con el vestido de pedrería dorado con el que recorrió los salones del primer piso del Ritz –el mismo en el que Coco vivió durante décadas y donde Lagerfeld escenificó varios de sus shows– en el desfile de costura de p-v 1996 de Chanel. “Era exquisito, y en ese momento hizo historia por la cantidad de horas de artesanía que requirió hacerlo”, recuerda la modelo. De corte imperio y con cola de sirena, solo los bordados, obra de la casa Lesage e inspirados en un cetro neoclásico que un conocido le regaló a Karl por Navidad, llevaron 1.280. Se dice que es la pieza de costura más cara que la maison había producido hasta la fecha. “El trabajo de Karl era único, curioso, rápido, chic y siempre contemporáneo. No sabría decir qué es lo que le impulsaba a ser tan prolífico y creativo, pero creo que era un don con el que nació y estaba destinado a compartir”. 

Como la mayoría de la gente en el ojo público, entraba en el juego delante de las cámaras

Valetta conoció a Lagerfeld cuando tenía 18 años, en un fitting de Chanel, y sintió una conexión inmediata. Le fascinaba esa manera tan suya de abanicarse mientras hablaba de cosas fascinantes, lector voraz y curioso incansable como era. “Añoro todo de él. Pero sobre todo su mente brillante y su ingenio. Le daría sentido del humor a muchas de las cosas en las que la moda se ha diluido. Echo de menos reírme con él y escuchar sus historias”, cuenta la norteamericana. "Era siempre él mismo, de puertas adentro y afuera. Como la mayoría de la gente en el ojo público, entraba en el juego delante de las cámaras, pero era solo una exageración de su personalidad, no alguien completamente diferente", defiende. De los muchos recuerdos que atesora de él, uno de sus favoritos es una cena entre amigos en la casa de París del diseñador. “Nos sentamos en torno a la mesa riendo y contando historias, disfrutando de una comida casera. De pronto, improvisadamente, Karl nos invitó a hacernos fotos para una publicación de arte llamada "Visionaire". Fue una noche maravillosa, llena de magia, como Karl”. 

Otra anécdota memorable, esta más kármica, es la del día que perdieron el equipaje de Valletta en un vuelo de Los Ángeles a París y el modisto la equipó de pies a cabeza con looks de su firma homónima. La misma con la que ahora trabaja ella. “Cuando recibí la propuesta para colaborar y vi nuestros nombres juntos, me emocioné”. Que en su primera entrega para la firma revisitara los bolsos acolchados que se inspiraban en un cojín de su niñez con el que el káiser siempre viajaba, confeccionándolos en cuero vegano de cactus, fue una declaración. “Nos nutrimos de belleza en todas sus formas, de la magnificencia de un atardecer a una creación de moda. Karl me enseñó a llevar eso a cada colección. Si lo que hacemos no es deseable, estamos malgastando tiempo, recursos y dinero. Aún pienso en él cuando diseño. Siempre que estoy trabajando en la firma que lleva su nombre. Y cuando, con amigos, rememoramos eras pasadas, lo maravillosa que era la moda entonces y la suerte que tuvimos de ser parte de un tiempo mágico”.

El final del desfile de o-i 2019 de Fendi, el último de Lagerfeld para la enseña italiana.

/ Imaxtree

Arnaud Maillard

Diseñador, co-creador de Alvarno y autor del libro Merci, Karl.

Nunca olvidará el día que conoció al káiser, aquel gran modisto con el que había querido trabajar desde que era un niño. Tampoco el día que, movido por la necesidad de cambio y cometer sus propios errores, abandonó la firma homónima del alemán. Director de estudio en Lagerfeld Gallery –uno de los varios nombres con los que rebautizó su marca desde que la fundara en 1984 –, Maillard era su mano derecha, y tal vez el único que siempre le decía la verdad, para bien y para mal. "Karl, era el símbolo de mi ambición. Durante quince años trabajé a su lado, atento y decidido. ¿Qué mejor guía podría haber tenido? Yo que siempre he odiado la escuela, me encantaba aprender con usted", escribe el diseñador en un homenaje a quien para él fue más que un maestro. "He aprendido mucho. Una profesión, arraigada en mí e impulsada por nuestra pasión por la moda. Pero también el arte de liderar un equipo, acompañarlo, mimarlo, para llevarlo por el mejor camino. Querido Karl, tuvo el don de hacer felices a las personas uniéndose a usted. ¿Sus colaboradores cercanos? Se les distingue, se les mima, se les agradece... Y a veces se les despide. Es la dura ley de la moda. “Conmigo nunca des nada por sentado", decía. Muévete o muere. Es la única alternativa. Este rigor seguirá siendo su marca registrada. Rigor en el trabajo, en sus elecciones artísticas, en la gráfica de sus bocetos o incluso en las dietas que se impuso. "Soy un robot. Peor aún, una marioneta". Se escondió detrás de este títere mediático con forma de voluntad de hierro. Maquilló su niñez y consiguió ser la mejor versión de sí mismo. Un verdadero éxito".

"Sentido del humor y algo de falta de respeto: es lo que necesitas para construir una leyenda", decía. Está claro que lo consiguió

Maillard conoció al Karl que salía a saludar tras el desfile. Al de los aforismos, tan a menudo (intencionadamente) polémicos. Pero también al Karl entre bastidores. Al que hacía reír a toda la oficina y mandaba flores tras una discusión "Era plenamente consciente de su personaje. Recuerdo un sábado antes del desfile, estábamos trabajando en el estudio y apareció por sorpresa sin prevenir a nadie y sin seguir los protocolos habituales. Para él era una auténtica aventura salir solo de su palacete de la Rue de L'Université, cruzar el Sena por el "Pont des Arts", atravesar la Cour Carrée del Louvre, Palais Royal y llegar hasta el estudio de la Rue Vivienne. Había parado en una pastelería en el camino para comprarnos unos pasteles y endulzarnos el fin de semana intenso que precede a un desfile. Turistas japoneses impactados pidiéndole fotos, señoras cuchicheando que se giraban a su paso sin atreverse a decir nada... ¡Toda una odisea pasear su marioneta por el centro de París! Parecía un niño contando que se había escapado de casa sin avisar y disfrutando de cada reacción de la gente de la calle en tercera persona. Era como si no fuera a él a quien paraban sino a su personaje de pelo blanco, impecablemente vestido y con sus famosos mitones de cuero. Karl: el mejor máster de Moda sin ninguna duda", recuerda el diseñador. "Sentido del humor y algo de falta de respeto: es lo que necesitas para construir una leyenda", decía. Está claro que lo consiguió. La leyenda seguirá viva para siempre".

Para celebrar el 90 aniversario de Fendi –y los 51 años de Lagerfeld al frente de la dirección creativa de la casa romana–, en julio de 2016, el káiser orquestó un show en el que las modelos caminaron sobre la Fontana di Trevi, flamante tras una restauración de año y medio y 2,2 millones de euros.

/ Imaxtree

Sébastien Jondeau

Asistente personal de Karl Lagerfeld y actual Product Consultant de la firma del diseñador

A su lado vivió el desfile de Fendi en la Muralla China, las noches más espectaculares en Nueva York, sesiones de fotos por todo el mundo. "Pero los mejores momentos fueron estando los dos solos. Los ratos en Saint Tropez, tomando una copa en Sénéquier, o las cenas de Navidad. No le encantaba, y no la celebraba, así que en Nochebuena cenábamos juntos, solo nosotros", recuerda el francés, a quien el título de asistente personal se le queda corto. "Ça va, cher Karl?" (en español, "¿Qué tal, querido Karl?") es el mensaje que le mandaba cada mañana, y el título del libro que cofirmó con la periodista Virginie Mouzat en 2021. "Siempre cenábamos juntos. No creo que mucha gente pueda decir eso. Y apostaría a que nadie cenó con él en Navidad. Puede que sea la única persona sobre faz de la tierra que lo haya hecho. Y sin embargo era una noche como otra cualquier. Comíamos lo mismo de siempre, veíamos la tele, charlábamos de esto y aquello. Luego le dejaba en casa, se iba a dormir y yo me iba con mi familia". Solo cambiaba la vajilla. Un recuerdo muy apropiado para homenajear a un hombre que decía que lo interesante no es la historia, sino las anécdotas. Como la de la primera vez que Jondeau –que en los 20 años que pasó junto a él ejerció de chófer, guardaespaldas, modelo y confidente– se subió a una pasarela. "Era un desfile de Chanel, y llevé un jersey con un pingüino. Lo había diseñado Karl. Es algo que nunca olvidaré". 

No con todo el mundo era él mismo. Una vez cruzaba el umbral de la puerta de su casa y estaba en privado, con la gente que conocía y le importaba, aparecía el verdadero Karl. Pero al otro lado de esa puerta, era su personaje

Muy pocos conocieron al káiser como llegó a hacerlo Jondeau. "No con todo el mundo era él mismo", concede. ¿Dónde terminaba el original y empezaba el personaje? "Esa es fácil. En la puerta de su casa. Una vez cruzaba el umbral y estaba en privado, con la gente que conocía y le importaba, aparecía el verdadero Karl. Pero al otro lado de esa puerta, era su personaje. Solía decir de sí mismo que era una marioneta. "Ya casi he terminado de preparar la marioneta, y podemos irnos", me decía cuando estábamos en casa, esperándole para salir. Para alguien como Karl, tan honrado y generoso, era necesario. Si no hubiese construido esa especie de disfraz titiritense se lo habrían comido vivo. Más de una vez se llevó un golpe", concede, marcando con un punto y aparte que de ese tema no vamos a hablar más. ¿Y de sus 'karlismos'? "Las opiniones controvertidas y las ocurrencias: las tenía todo el rato. Creo que venían de ser tan leído, de saber de tantas cosas. Tenía una habilidad única para aprender a una velocidad increíble. Incluso tenía una manera especial de leer. Absorbía las palabras de la página de una forma diferente, más rápido que el resto. Era el Concorde del conocimiento". Tratándose de alguien que se describía como un "ninfómano de la moda", Lagerfeld engullía la información a la misma velocidad que esbozaba sus diseños. "Tenía esa forma de expresarse en el papel y lo convirtió en una carrera. Creo que hay poca gente en el mundo que pueda dibujar y crear tantísimo cómo él. Tenía una capacidad de trabajo sin igual. Era todo lo que quería hacer, y eso podía llegar a ser difícil para quienes le rodeaban. Pero él era así. Un genio".

El cohete del desfile de o-i 2017/2018 de Chanel, en el Grand Palais.

/ Simon Procter

Simon Procter

Fotógrafo y autor del libro Lagerfeld: The Chanel Shows.

Trabajó a su lado durante una década, capturando a través de su cámara el genio creativo de Karl. Y sin embargo lo que más recuerda del alemán es su cordialidad. "Siempre me impresionó su educación, sus modales de la vieja escuela. Cada vez que teníamos una sesión, nada más llegar le estrechaba la mano a todo el equipo. No lo había visto nunca, y no he vuelto a verlo desde entonces", recuerda el artista. 

La primera vez que fotografió un show de Chanel estaba en la escuela de arte y jamás había cogido una cámara. Se hizo con una en eBay, le dio un giro a la composición y a Karl le encantó lo que vio. Unas semanas después estaba parando el tráfico en Times Square para retratar al káiser. Con la nota de agradecimiento manuscrita llegó también una invitación para disparar todos los desfile de la maison. Ese fue el germen de "Lagerfeld: The Chanel Shows", un tomo que recopila en fotos, con el particular estilo de Procter, diez años de pasarelas y magnificencia. Aún recuerda la alta costura de p-v 2010: se había hecho con un sitio en la palestra, con el resto de fotógrafos, cuando Karl mandó buscarle y llevarle al backstage. Aunque el que se le quedó grabado en la retina fue el desfile de o-i 2017/2018, el del cohete. "El acantilado que construyeron para la pasarela de p-v 2018 era extraordinario. Lo vi de cerca y parecía que tenía cien años, con el agua cayendo y cubierto de musgo. Pero el cohete me hizo sonreír. Mucho. Tenía un halo de diversión casi infantil".

No veo ninguna razón por la que uno no pueda inventarse por completo a sí mismo, y él es la prueba

Por desgracia Lagerfeld falleció antes de terminar el prólogo del libro. Pero cada una de las imágenes recibió su visto bueno. Si algo definía a Karl, asegura Procter, era su ética profesional. "Podría haberse dormido en los laureles y nunca lo hizo; siguió embarcándose en la siguiente aventura artística. Era impresionante. Determinado, fuerte. Creo que cualquiera que haya colaborado con él diría lo mismo. De cerca, era amable y divertido. Quienes solo conocieron su imagen pública vieron un hombre serio". Una leyenda que "terminará por inmortalizarse en una megaproducción dramática de seis episodios en Netflix. No veo ninguna razón por la que uno no pueda inventarse por completo a sí mismo, y él es la prueba".