Una década sin Amy Winehouse, la diva del soul inasible

Aquel fatídico 23 de julio de 2011 se convirtió en una fecha inolvidable: se convirtió en mito y entró a formar parte del 'Club de los 27'

Muchos recordamos perfectamente aquel sábado de julio. Escuché la noticia en la radio, donde no dejaban de mencionar el deplorable estado que la cantante había mostrado en los días previos a la fecha de su muerte, cuando recibió un aluvión de abucheos durante su última actuación en Serbia. No se escuchaba ninguna canción de fondo, solo al locutor mencionando todo aquello que a la propia Amy no le hubiera gustado oír en su esquela: su vida personal, sus miedos, su constante estado de autodestrucción.

Solo por hablar de ese modo de una “artista inolvidable”, como se comentaba en dicho espacio radiofónico, supe que la cantante de Camden había fallecido. Bastaba con echar mano de la hemeroteca visual para determinar que se trataba de la crónica de una muerte anunciada y que era algo que se podría haber evitado. Da la casualidad de que gran parte de las muertes prematuras por sobredosis o suicidios se suelen tratar mediáticamente como si se tratara de una culpa de la propia estrella.

Merece la pena mencionar el detalle que apunta la autora Lucía Etxebarria en su libro ‘Mujeres extraordinarias, una historia de mentiras’ y el modo en que tradicionalmente se ha tratado la figura de la mujer en la cultura popular. De raras a locas, a lo largo de nuestra existencia se ha clasificado a las actrices, las cantantes, las bailarinas y, en definitiva, a todas aquellas mujeres famosas con una etiqueta u otra. Algo que, por cierto, no ha ocurrido con los hombres.

El popular ‘Club de los 27’, en el que se incluyen los malogrados Jim Morrison, Brian Jones, Janis Joplin o Jimi Hendrix, es el ejemplo de cómo la sociedad se ve en la necesidad de clasificar todo aquello que no comprende. Jóvenes con gran talento, fama y cariño demostrado por parte del público que deciden poner punto final a unas vidas de lujos y vicios que muchos desearían vivir. ¿Cómo es eso posible?

Quizá esa fuera la pregunta que muchos se hicieron cuando conocieron la triste noticia del fallecimiento de la autora de ‘Back To Black’ y lo cierto es que gran parte de ellos podría reconocer que no se sorprendió de dicho trágico final. Sus problemas con las drogas ocupaban las portadas de revistas y espacios sensacionalistas que no daban cabida a su talento como artista y lo triste es que hoy, una década después de su despedida, se la sigue recordando más por sus desgracias que por sus logros.

Gareth Cattermole

Por eso, en este aniversario queremos homenajear su figura sin contar esos detalles escabrosos que llenaron tantas páginas de revistas de dudoso gusto y fotografías de idéntico valor. Su vida se ha comentado en gran cantidad de vídeos y documentales como el titulado ‘Amy’, de Asif Kapadia, con el que el director británico ganó un Oscar en 2015 en dicha categoría; y se seguirá narrando desde otros puntos de vista, como el propuesto por Dionne Bromfield, la ahijada de la cantante, que pronto etsrenará ‘Amy Winehouse & Me: Dionne's story’.

Lo curioso es que la intención que tiene esta joven de 25 años con la presentación de este documental es la de demostrar una faceta "amorosa, amable y dulce" de la autora de ‘Rehab’. Podemos aplaudir el gesto, pero debemos reconocer que se equivoca. Amy no necesita un lavado de cara, una redefinición personal para aquellos que tengan la intención de conocer su legado musical que, al fin y al cabo, es lo que se debe recordar.

Peter Macdiarmid

Entre algunos de los momentos que se deberían recordar en aniversarios como este destaca la noche en la que la artista recibió cinco de los seis premios Grammy a los que estaba nominada en la gala de 2008. Solo la superan artistas como Beyoncé, Alison Krauss o Ella Fitzgerald, pero teniendo en cuenta la efímera vida de la mujer que volvió a poner de moda los cardados, su valor está más que reconocido.

Con tan solo 24 años, se llevó a casa aquellos Grammy, así como un Ivor Novello y World Music Award. Su segundo disco de estudio, ‘Back To Black’, que cuenta con un repertorio de canciones excepcionales, vendió casi 50.000 copias en Reino Unido solo en la primera semana de su publicación. Actualmente, se mantiene como el disco más vendido del siglo XXI en dicho país. Además de recibir valoraciones muy positivas tanto por parte de la crítica como del público, se constituyó como el regreso oficial de un género no tan comercial como es el soul.

Otro de los aspectos interesantes del legado de Amy es que supo escribir y cantar con una sinceridad admirable y pocas veces vista con anterioridad. Desgarrada, rota de dolor por el abandono del que fue su esposo, Blake Fielder-Civil, volcó en sus letras sus experiencias más íntimas y lo hizo con elegancia, retomando de manera sublime un estilo que asentaron artistas poderosas como Etta James. Como toque personal, además de aportar su particularísima voz agresiva por momentos, optó por recuperar los tradicionales cardados de The Supremes.

Su maquillaje era tan natural como personal. Volvió a echar la vista atrás para retomar el rabillo del ojo infinito que Cleopatra lucía con kohl y ella reinventó con eye liner. Al igual que su moño, que se peinaba más alto cuanto mayor era su inseguridad, su maquillaje negro era de mayor trazo cuanto peor se encontraba emocionalmente. Gracias a esta estrategia podía subirse a los escenarios con los que había soñado desde que era pequeña y que tanto le debían por regenerar la escena musical británica de la primera década de los 2000.

Dicen que sin artistas como Billie Holiday o Dinah Washington nunca habria existido Amy Winehouse, pero poco se habla de que sin ella es muy probable que hoy no estuviéramos escuchando a cantantes como Adele o Duffy en su día. Son muchas las diferencias entre ellas, pero no cabe duda de que la autora de 'Stronger than me' se configuró como un icono imposible de olvidar, tanto a nivel visual como musical. Por eso, la pregunta es: ¿merece la pena recordar lo peor de ella un día como éste? La respuesta queda en manos de nuestras lectoras.