El vestido de la venganza de Lady Di. La historia del 'Little Black Dress' más icónico de todos los tiempos

La nueva temporada de ‘The Crown’ recrea la escena más emblemática de la Princesa de Gales. “Sentí la presión” confiesa Elizabeth Debicki, la actriz que encarna a Diana en esta nueva entrega de la serie británica. 

Elizabeth Debicki en el rodaje de 'The Crown'

Elizabeth Debicki en el rodaje de 'The Crown' 

/ SplashNews.com

Con el reciente estreno de la quinta temporada de ‘The Crown’, un vestido que en su momento inundó los titulares de la prensa tanto británica como internacional ha vuelto a copar las páginas de las revistas y los diarios a nivel mundial. Es el conocido como "vestido de la venganza", que llevó la princesa Diana en 1994 y que ya ha pasado a la historia como uno de los ‘Little Black Dress’ más recordados.

Elizabeth Debicki en el rodaje de The Crown.
Elizabeth Debicki en el rodaje de The Crown. / SplashNews.com

El atrevimiento de la princesa de Gales no pudo llegar en mejor momento. Había sido invitada ese día a una fiesta organizada por la revista Vanity Fair, a la que había declinado asistir. Sin embargo, poco antes de su comienzo aceptó la invitación, y acudió con uno de sus más poderosos looks hasta la fecha. Esa misma tarde salía a la luz una entrevista de Carlos de Inglaterra confesando su infidelidad con Camila Parker Bowles.

Aunque habían pasado dos años desde la separación oficial del príncipe Carlos y Lady Di, la actitud de la princesa fue una auténtica demostración de fortaleza por "atreverse" a aparecer en público más radiante que nunca, robando el foco mediático a su exmarido sin necesitar más que un vestido negro y su encantadora sonrisa.

Precisamente en su aparente sencillez –susceptible de convertirse en toda una herramienta de comunicación de intenciones– reside la fuerza del ‘Little Black Dress’. La popularización de este vestido se atribuye a Coco Chanel, concretamente desde que saliera un modelo suyo en las páginas de Vogue en 1926 bajo la profecía de que “se convertiría en una suerte de uniforme para toda mujer de estilo”.

Los más memorables

Las predicciones se confirmaron: la lista de momentos icónicos que protagoniza esta prenda es de todo menos corta, empezando por el glamuroso vestido negro que llevó Audrey Hepburn en 'Desayuno Con Diamantes' en 1961. Simple en el corte y diseñado por el maestro Hubert de Givenchy, combinado con un collar de perlas y unos largos guantes negros fue el look responsable de catapultar a la actriz a la cima de la elegancia.

Audrey Hepburn en el set de Desayuno Con Diamantes (1961)
Audrey Hepburn en el set de Desayuno Con Diamantes (1961) / Silver Screen Collection

Mireille Darc protagonizó otro de los hitos del ‘Little Black Dress’ cuando debutó en 1972 en la gran pantalla francesa, dejando al público boquiabierto con un vestido sin espalda de corte ultra bajo diseñado por Guy LaRoche. La cadena de oro que llevaba la actriz alrededor de la cintura patentaba el sexy chic que firmas como Versace consagraron unos años más tarde.

Mireille Darc en el set de El Gran Rubio con el Zapato Negro (1972) con un vestido del Guy LaRoche
Mireille Darc en el set de El Gran Rubio con el Zapato Negro (1972) con un vestido del Guy LaRoche / Sunset Boulevard

El modelo de Hervé Léger que lució la supermodelo Cindy Crawford en 1998 es toda una demostración de cómo la sutil elegancia propia de los años 90 –y propia a su vez del 'Little Black Dress'– es capaz de convertirte en el centro de la fiesta con un aire ‘effortless chic’, es decir, aparentemente sin esfuerzo pero indudablemente glamuroso.

Cindy Crawford en 1998

Cindy Crawford en la fiesta del 100 aniversario de Vogue (1998)

/ Victor Malafronte

Más recientemente, Rihanna revisitó la emblemática prenda durante su campaña de empoderamiento de la maternidad que tenía como objetivo redefinir la idea de la moda para embarazadas. El irreverente modelo de Dior que lució en marzo de este mismo año para sentarse en el ‘front row’ del desfile de otoño/invierno 2022 de la enseña parisina demostró una vez más el poder de la artista de redefinir los códigos estéticos de toda una generación, combinando un vestido transparente que convertía la ropa interior –un sujetador y un diminuto tanga negro– en protagonistas, combinado con unas relucientes botas de caña alta y tacón de aguja.

Rihanna en el desfile de otoño/invierno 2022 de Dior

Rihanna en el desfile de otoño/invierno 2022 de Dior

/ Scott Garfitt

Los antecedentes

A pesar de su atribución a Coco Chanel, el ‘Little Black Dress’ existió mucho antes de que los diseños de la modista francesa se popularizaran entre la alta sociedad francesa. Uniforme de las empleadas del hogar en la segunda mitad del siglo XIX, fue estandarizado entre las trabajadoras a cargo de la clase alta británica para evitar que las empleadas más jóvenes fueran identificadas como amantes, un malentendido que empezaba a causar problemas en estas esferas. Más adelante, las telefonistas de Nueva York fueron forzadas a adoptar este vestido, no sin protesta, pues sentían que el uniforme las identificaba socialmente como mujeres trabajadoras.

Operadoras trabajando en la Compañía Telefónica de Nueva York en 1894
Operadoras trabajando en la Compañía Telefónica de Nueva York en 1894 / Museum of the City of New York/Byron Collection

De esta forma, el ‘Little Black Dress’ se configuró como un distintivo de clase, que en el s.XX se apropiaría la clase alta para aparentar ser más joven, más interesante, o incluso inconformista –el equivalente moderno sería la ejecutiva que lleva vaqueros de Isabel Marant a la oficina–. La visionaria Coco Chanel elevaría esta tendencia a la Alta Costura bajo una estética que ella misma denominó pobreza de lujo o ‘pauvreté de luxe’, una sobriedad y un desinterés por la apariencia que sólo los más ricos podían permitirse –al puro estilo Mark Zuckerberg–.

La versión de Lady Di

Un vestido cuya aparente neutralidad ha tenido siempre una poderosa carga ideológica se convirtió en los años 90 en manos de Lady Di en una herramienta de empoderamiento personal frente al rechazo de su marido. Sin doblegarse ante las declaraciones del entonces príncipe de Inglaterra, Diana de Gales acudió al evento conocedora de su enorme poder mediático, utilizando su vestuario para desplazar la conversación de la aparición televisiva de su exmarido a su favor.

Diana llegando a la fiesta de Vanity Fair (1994)

Diana llegando a la fiesta de Vanity Fair en Serpentine Gallery (1994)

/ Princess Diana Archive

El vestido en cuestión había permanecido en el armario de la princesa alrededor de tres años, pero no se lo había puesto nunca bajo la creencia de que era demasiado atrevido. Firmado por la diseñadora griega Christina Stambolian, el vestido negro que llevó la princesa, asimétrico y drapeado, estaba confeccionado en crepé de seda. No era demasiado corto pero sí dejaba lucir una media pierna cubierta con unas medias negras transparentes, aunque sin duda lo más atrevido del modelo era el escote ‘bardot’ que dejaba los hombros al descubierto, iluminando el rostro de la princesa junto a un collar de siete hileras de perlas con un enorme zafiro en el centro -misma piedra que coronaba su anillo de compromiso y que no se quitó ni después del divorcio-.

Kate Middleton llevando el anillo de compromiso que perteneció a Diana de Gales

Kate Middleton llevando el anillo de compromiso que perteneció a Diana de Gales

/ WPA Pool

En el documental ‘The Story of Diana’ (2017) se narra de qué forma Lady Di utilizó la moda como una herramienta de comunicación que le resultó “extremadamente eficiente” durante los años que pasó bajo el foco mediático. El que pasó a los libros de historia de la moda como el vestido de la venganza es el mejor ejemplo de ello. Elizabeth Debicki cuenta que durante las pruebas de vestuario para recrear este look en ‘The Crown’ –“que fueron largas: es un vestido complejo”– se intentaba imaginar lo que el vestido significó para la princesa. “¿Por qué este vestido?”, se preguntaba la actriz. “Estaba reclamando su espacio” fue su rotunda conclusión. Y es que la princesa de Gales fue todo un ejemplo de cómo la vestimenta puede ser la más sutil –y poderosa– de las formas de comunicación.

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