Carmen Kass

La modelo estona, de rompe y rasga, posa en exclusiva para WOMAN en París y nos descubre su personalidad.

Es una mujer de opiniones contundentes; se nota que ha puesto en “jaque mate” a más de uno.
Es una mujer de opiniones contundentes; se nota que ha puesto en “jaque mate” a más de uno.

Son las once de la noche en París. Con la tranquilidad del trabajo cumplido, Carmen Kass baja al bar del hotel Murano, donde se aloja durante su estancia en la capital francesa. El local cuenta con una carta de 121 clases de vodkas. Ante tal oferta, Carmen desafía al camarero y pide una marca determinada (según ella, la original) para el equipo de WOMAN. Pero no la tienen. Pide otra. No hay suerte. Una tercera. Tampoco. A la cuarta va la vencida, pero con tanto ir y venir, el asunto genera una discusión entre el barman, Carmen y su chico -Eric Lobron, un madurito jugador profesional de ajedrez- acerca de la procedencia del licor favorito de Boris Yeltsin. Mientras uno lo sitúa en Rusia y el otro en Alemania, ella asegura que es de Estonia, su país de origen.

Por cierto, durante el tiempo que pasamos con ellos nos da la sensación de que la pareja disfruta midiendo su inteligencia con acalorados cambios de impresiones. Y es que Carmen es una mujer de carácter; tiene opiniones contundentes sobre cualquier tema que se le exponga. Es su forma de expresarse, pero también su arma de seducción. Se nota que a lo largo de su vida ha puesto en “jaque mate” a más de uno.

Lo bueno se hace esperar

Unas cuantas horas antes de este curioso debate “político”, Carmen está en su habitación mientras el equipo de WOMAN espera en un hall para trasladarla al lugar de la sesión fotográfica, el muelle François Miterrand, enfrente del Louvre. Ante el retraso, de tres cuartos de hora, nuestra jefa de producción decide ir a ver si Kass se encuentra bien. La modelo la recibe envuelta en una toalla, recién salida de la ducha: «estaré abajo en unos cinco minutos », contesta con su voz grave, castigada por esos cigarrillos que fuma sin parar. Su personalidad y físico impresionan. Basta con echarle un vistazo rápido para entender por qué está donde está.

Sabemos que no es fácil encontrar un hueco en la agenda de una supermodelo como ella, pues si un día abre el desfile de Gucci en Milán, a la mañana siguiente coge un avión para entrevistarse con Tony Blair, en Downing Street. Con todo, la top se reserva unas horas para WOMAN, no sin sustos.

El día anterior, su booker nos anunciaba por teléfono que se abortaba la sesión. Se iban al traste los intensos días de negociación. Pero... ¡Se trataba sólo de una broma! En ese instante, una entiende que Carmen Kass es una de las pocas modelos que puede bromear y dejarte con una sonrisa helada al mismo tiempo. Ella tiene el poder. Por eso pide un café antes de partir. Todos somos conscientes del retraso en el plan previsto, pero con una top no se puede ir con prisas.

La profesión va por dentro

Carmen no responde al prototipo de diva con comportamientos alti- vos; sólo tiene claro quién es y para qué ha venido. Durante el trayecto del hotel a la localización se vuelca en un libro -es una lectora insaciable. En condiciones normales, el recorrido hubiera durado unos 20 minutos pero no es un día cualquiera en París. El destino ha querido que, aquella misma mañana, el propio Miterrand visite el museo del Louvre, con el caos circulatorio que esto supone.

Una hora y cuarenta minutos después de abandonar el hotel, se produce la ansiada llegada al muelle. Toca comer algo, y Carmen se lanza al cáterin desmintiendo así los tópicos que circulan respecto a su estrictísima dieta. Con el estómago lleno, empieza el shooting .

La top -¡por fin!- entabla conversación y destapa su irónico sentido del humor. Pero en cuanto oye el click de la cámara de fotos, pone esa cara seria y distante a la que nos tiene acostumbrados. Esa es su imagen, la que vende. La misma que nos dejó K.O en la campaña del perfume J“adore, de Dior. Brillante.

El glamur de unas ‘hawaianas’

Tres horas después, o lo que es lo mismo, cinco cambios de estilismo más tarde, se da por finalizada la sesión, que ha generado una gran expectación, incluso en una brigada del ejército francés.

La modelo acude por última vez a su motor-home (que usa como camerino), para cambiar los pantalones Balenciaga por unas sencillas bermudas, y la camisa DSQUARED por una camiseta blanca. Y nada de tacones. En su lugar, unas hawaianas que han recorrido mucho mundo. Y lo que les queda.

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