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Lucía Martín-Portugués, la domadora del tiempo con un sable en la mano

La esgrimista Lucía Martín Portugués ha dicho adiós a su primera participación olímpica al perder en París frente a la húngara Anna Marton, campeona del mundo en 2023

“Mi primer contacto con el olimpismo fue por Coral Bistuer, que vino a mi pueblo a dar una charla y le pregunté a mi padre: “¿Quién es esta señora?” Y me dijo que era una persona que se dedicaba al deporte. Yo no lo entendía y me respondió: “Lucía, igual que los futbolistas, pero con patadas (taekwondo) y siendo mujer”. Y ahí se abrió un mundo en mí y me dije: “Yo puedo ser deportista””. Lucía Martín-Portugués (Villanueva de la Cañada, Madrid, 1990) ha cumplido el sueño de participar en unos juegos a sus 33 años. La karateka Sandra Sánchez, que tuvo una charla con ella justo antes de su viaje a París, sabe bien lo que significa alcanzar ese objetivo en la treintena ya que fue oro cuando le faltaba un mes para cumplir los 39 años.

“Lo de la edad ni me lo he planteado. Cuando me dice la gente lo de “ir a unos juegos siendo tan mayor” yo digo, “¿cómo que tan mayor?”. Nos estamos volviendo locos… Este mensaje tenemos que corregirlo. Es el deporte el que te retira y si tiene que ser ahora, es ahora”, explica Lucía, a quien todavía le queda un ciclo olímpico para igualar la edad en la que Sandra conquistó una medalla olímpica.

Regresando a ese momento en el que Coral Bistuer iluminó a Lucía, qué importante es tener un referente para que a una niña se le abriera una puerta de oportunidades infinitas en el mundo del deporte. Después de muchos combates y años, Lucía, embajadora de Iberdrola, se ha convertido en referente femenina en la esgrima española -desde su especialidad de sable-, logrando hitos como el primer puesto individual en Argel (Argelia) en 2022 y este año un segundo lugar por equipo en Plovdiv (Bulgaria) y bronce en el Campeonato Europeo de Basilea (Suiza). Aquel podio de Argel fue el primero para la esgrima femenina española desde 1997.

Paciencia, sacrificio y cambios hasta dar con el entrenador adecuado han conllevado que el talento de Lucía Martín-Portugués no haya brillado en categoría profesional hasta estos años.

Seguramente, lo mejor esté por llegar y es que Lucía se define a sí misma como “una niña con mucha energía”. Desprende una pasión e ilusión que van en la línea con su mentalidad jovial que relativiza ese concepto de la edad. Recuerda que se inició en el deporte a través del ballet, pero que vio a un hermano suyo -ella es la menor de cuatro- practicar esgrima y se dijo a sí misma: “Lo mío va a ser menos tutú y más ‘tratrá’”. Y así se cambió para siempre a un deporte de combate.

Además de alegrías, la esgrima para Lucía se ha convertido en una auténtica “filosofía de vida. Me ha ayudado a conocerme, a corregirme y a saber dónde están mis límites”. Ha moldeado su persona y gran parte de lo que hoy en día es Lucía es gracias al sable y todo lo que ello encierra. Incluyendo ese arte de dominar el tiempo y plantar cara a estereotipos relacionados con la edad, como ya hizo Sandra Sánchez en 2020.

Algunos datos del sable y la esgrima

  • El sable es una de las tres armas de la esgrima, junto a florete y espada.
  • La disciplina de Lucía es la más ágil de las tres y deriva del sable que usaban los soldados de caballería.
  • Lucía se pone un traje blanco de 800 Newtons para que no se pueda atravesar (el traje es común a las tres modalidades).
  • La careta tiene una parte en el cuello recubierto por un tejido eléctrico porque en sable vale dar en la cabeza y así el árbitro sabe si un rival ha sido tocado en esa parte.

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