Siete modos de empezar mal el día

La rutina, evitar la luz, no hacer la cama o revisar el mail al despertanos pueden ser pequeños hábitos pero fundamentales para que empecemos bien o mal el día. 

Siete modos de empezar mal el día
Siete modos de empezar mal el día

Cambiar sencillos hábitos pueden hacer que tengamos un buen día y lo aprovechemos al máximo.

Retrasar diez minutos la alarma del teléfono 

Cada día nos prometemos que no volverá a ocurrir pero cuando el despertador suena no lo podemos evitar… y apuramos el sueño hasta el último minuto cuando ya nos tenemos que levantar y empezar el día ya con prisas. 

La dinámica de retrasar paulatinamente la alarma hace que nos despertemos sobresaltados y ya estresados, además de hacernos sentir agotados sin haber salido de casa. Los expertos apuntan que la fatiga proviene porque cada vez que retrasamos el momento de despertar entramos en un ciclo de sueño que se finaliza bruscamente a los diez minutos. A veces nos sometemos hasta dos veces a la misma tortura. Esos cambios bruscos del sueño nos deja más aturdidos para el resto de la mañana. Y nos obliga a duplicar la dosis de café. 

Revisar el email

Si eres de los que echan un vistazo al email desde la cama o con el primer café, debes saber que estás añadiendo una dosis extra de estrés a tu día. En un email encontrarás exigencias, peticiones, broncas en ciernes y amenazas más o menos veladas… Mucho mejor desayunar en paz y enfrentar el email en otro momento.

Acurrucarse entre las sábanas al despertar

La posición fetal es un instinto biológico pero para despertar mejor parece que lo más conveniente es estirarse todo lo que podamos en la cama y luego levantarnos de una vez. La psicóloga de la Universidad de Harvard, Amy Cuddy, cree que la posición fetal hace que nos despertemos más estresados, mientras que estirarnos nos imprime alegría y energía.

No hacer la cama

Parece una pérdida de tiempo en un momento del día en que el tiempo precisamente no nos sobra, sin embargo hacer la cama nos ayuda a organizar el día y a no salir de casa con la sensación de que hemos dejado detrás un campo de batalla. 

El profesor Charles Duhigg indica que hacer la cama se asocia con una mayor productividad durante el resto del día. En su opinión se trata de un hábito importante, que suele provocar una reacción en cadena en la que seguimos con otras rutinas que nos ayudan a empezar bien el día. 

No exponernos a luz natural 

Para desperezarse lo mejor es abrir las persiana y dejar que entre la luz, nuestro reloj biológico se encargará de sincronizar nuestro ritmo circadiano. 

El organismo asocia la oscuridad con el descanso y la luz con la actividad, por lo mejor es que al despertarnos nos expongamos a la luz natural. En caso de despertarse de madrugada o de noche funciona casi igual despertaron con bombillas e iluminación artificial. 

No tener rutinas

Se llama poner el piloto automático y hacer varias tareas de modo mecánico sin apenas pensar: ducharse, ponerse un café, etc. Las rutinas nos permiten hacer tareas sin tener apenas que pensar, lo que es especialmente útil por la mañana, cuando estamos medio dormidos y necesitamos no equivocarnos demasiado. 

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