¡Quiero dormir!

¡Quiero dormir!
¡Quiero dormir!

Son las tres de la mañana. Lo sabes porque ya llevas un rato oyendo el tic-tac del reloj. Una vuelta. Cambio de postura. Empiezas a contar ovejas... Pero no hay quien vuelva a conciliar el sueño. Eres incapaz de desconectar de aquello que te preocupa. Dicen los expertos que dormir es más importante que comer, pero el 30 por ciento de las personas padece de insomnio, en buena parte, debido al estrés.

Si hablamos de mujeres –nos afecta más–, la proporción es de 6 a 4. Una discusión con tu mejor amiga, un mal rollo con tu pareja o un choque dialéctico con una compañera de trabajo pueden quitarte el sueño. Los especialistas recomiendan no irnos a la cama con un problema pendiente.

Si está en tu mano aclarar las cosas, ¡hazlo! Sabrás a qué atenerte y dormirás mejor. Eso de ser tan activas nos pasa factura. Vamos a mil y no podemos frenar en seco. Para descansar hay que estar frescas, así que hay que aprender a decir «ya lo haré mañana» y sonreír al mismo tiempo.

No pasa nada. Insomnios hay de varios tipos. Y las diferencias las marca el momento del ciclo de sueño que se altera. El insomnio de conciliación, por ejemplo, es el que se produce inmediatamente después de irnos a la cama y va acompañado de enormes dificultades para iniciar el sueño.

El más frecuente, sin embargo, es el insomnio de mantenimiento, el que impide que se pueda sostener y continuar el sueño a lo largo de la noche, y que se caracteriza por numerosos despertares nocturnos que repercuten en la calidad del descanso. El de terminación es el que aparece al finalizar una fase de sueño e impide dormirse de nuevo. Afecta a los que se despiertan temprano y no vuelven a conciliar el sueño, aunque tendrían tiempo para iniciar otra fase de descanso.

Cambios y ansiedad

Con frecuencia, los problemas de insomnio se deben a fases de estrés o de ansiedad elevada. Los cambios radicales en la vida provocan inquietud, y hacen que el sueño no sea tan tranquilo como se quisiera.

Estos periodos de estrés suelen ir acompañados de pensamientos reiterativos que impiden la relajación necesaria para el sueño. Son momentos puntuales que se agravan cuando la persona mantiene problemas sin resolver desde hace años. Entonces, el insomnio se repite cada noche y no desaparece hasta que el problema, a menudo emocional, no se resuelve.

Por este motivo, el insomnio suele ir acompañado de otras enfermedades o desordenes emocionales, como la depresión, las obsesiones, etc. La psicóloga Sara Olavarrieta Bernardino, de la sociedad Circadies, Soluciones para el Sueño y la Vigilia, spin-off de la Universidad Autónoma de Madrid, apunta, además, que los trastornos de sueño más comunes en la mujer están asociados al ciclo menstrual, el embarazo y la maternidad.

Además, el ritmo de vida actual provoca que recortemos con demasiada frecuencia el sueño, e ignoremos signos de fatiga, somnolencia diurna y otras consecuencias del reposo insuficiente.

Otros síntomas

Durante la menstruación, algunas mujeres sufren un mayor número de alteraciones del sueño. Los cambios están a menudo asociados con otros signos premenstruales, como calambres abdominales, irritabilidad, aumento de apetito y cambios emocionales.

El embarazo

Cuando la mujer está embarazada, pasa por un momento emocionante, sin duda, pero físicamente muy exigente. Durante el último trimestre, las embarazadas suelen padecer una peor calidad de sueño.

Algunos estudios han confirmado ciertos cambios en los patrones de reposo, ya que se reduce la cantidad de sueño de ondas lentas (el llamado profundo), y aumenta el número de despertares. A las embarazadas se les hace difícil dormir en ciertas posiciones.

Además, después de que el bebé nazca, a estas alteraciones habituales llegan las demandas del horario de alimentación del recién llegado. Tras el parto, dormir lo suficiente continúa siendo muy importante (aunque a menudo se hace cada vez más difícil), ya que un sueño muy alterado se relaciona con la depresión posparto debido al gran cansancio acumulado.

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