Máximo Huerta: 'Soy muy disfrutón; yo gasto la vida, sí'
Acaba de publicar París despertaba tarde (Planeta), un libro vital sobre mujeres luchadoras y libres, como la genial figura de la modelo y artista de los años 20, Kiki de Montparnasse. Aún me queda la duda de quién ha gozado más: si el que escribe o el que lee.
No hace gala del título de su nueva novela, porque Máximo es de los que madruga. Y también es de los puntuales. Menos mal que la novela es de las que atrapa y las preguntas me salen solas, con avidez por saber de dónde sale esta historia tan bonita, tan elegante, tan de mujeres... porque a estas horas... Al otro lado del teléfono, el escritor nos atiende simpático, educado, conversador e ilusionado.
Me da muchísima pereza cuando tengo que hacer una entrevista y no me ha gustado lo que he visto o lo que he leído, pero cuando algo te entusiasma, las preguntas salen solas...
A mí me pasa lo mismo con esta novela: estoy tan contento, que no me cansa la promoción, no me cansa hablar de ella, porque la he disfrutado escribiéndola.
¿Por qué has escrito esta novela? ¿Te lo pedía al cuerpo? Porque la anterior (Adiós, pequeño, 2022) era muy dura....
Venía de una novela muy dura, muy íntima, muy de hogar cerrado y necesitaba ventilar las ventanas. Y, aún escribiéndola desde el mismo lugar, necesitaba irme a un sitio mentalmente feliz.
¿La filosofía de los felices años 20 es un poco tu filosofía? ¿Eres disfrutón?
Sí, sí, absolutamente. Pero me he dado cuenta con el tiempo... Soy disfrutón, de cometer errores, de salir a la pista de baile el primero, de pedir la segunda copa... Sí, esa filosofía de gastar la vida es muy difícil de soltar.
¿Y es complicado meterse en la piel de una mujer siendo un hombre?
No, porque basta con observar, basta con escuchar, con mirar. Y además, la mujer es mucho más expresiva, mucho más generosa respecto a los sentimientos, mucho más. El hombre es muy cerrado, es muy bloque... la mujer es muy plástica. También he tenido la suerte de estar rodeado de mujeres poderosas, valientes, atrevidas, habladoras.
¿Hasta qué punto es una historia real? Porque tienes muchas referencias, nombres, momentos históricos del París de 1924.
Juego con la verdad. Y la ficción te permite cambiar la historia. Ninguno podemos en nuestra vida volver al pasado, ni siquiera arreglar aquello que hicimos a los 15, a los 20, a los 30. Pero la ficción te permite hacerlo. Y te permite mezclar verdad, ficción, hechos reales con diálogos inventados. Y eso es un juego maravilloso.
¿Cuánto has tardado en escribir este libro, en reunir toda la información y ponerte a ello?
Reunir la información me llevó como unos 10 años. ¡Uy, sí! Pero como me divertía mucho, no me ha importado. Porque empecé en 2014, cuando yo me encontré esas valencianas que están en el altar del Sacré Coeur y que fueron un pistoletazo de llamarada para empezar a escribir esta historia. Pero a mí los años 20 me fascinan. Porque ellos intentaban huir de un dolor, y yo también. El de la guerra y yo, el de la mía. Y se convirtió en una obsesión. Quería saber los lugares exactos, los personajes, las mesas, los bolsos, la ropa. Me he hecho un máster. Voluntario. Si me mandan estudiarlo, no me lo aprendo. Empecé a investigar antes de Adiós Pequeño, pero me asaltó, paré y he continuado estos cuatro años.
Y qué bonito poner en valor a un personaje femenino como Kiki, ¿no? Que fue importante en su época, pero nadie la destacó en los libros de historia...
Sí, totalmente. Y es una mujer absolutamente, como dicen ahora, empoderada, libre, disfrutona, única, y que sirvió de espejo para las demás. Fue la Juana de Arco de las Rebeldes.
¿Y cómo diste con ella? ¿Cómo te la encontraste?
Pues ella fue la estrella de los años 20 y hasta Hemingway le escribió el prólogo en sus memorias. Kiki es un personaje real que viene de la pobreza más absoluta. Ella escribió su biografía y está poco reconocida para la batería de energía que fue. Alguien que desde la pobreza decide que va a estar en las vanguardias, que va a disfrutar y que por encima de todo va a vivir. La pintaron todos, la fotografiaron todos. Yo tengo un libro de Man Ray muy, muy bonito en casa y es el que a mí me llevó a Kiki, que fue su amor durante seis años y que es la relación de amor más creativa de la historia sexual, amorosa, creativa...
Y ella también es el bastón en el que se apoya a Alice, la protagonista del libro. ¿Cuántas veces te ha salvado a ti un amigo?
Bueno, y una amiga, sobre todo. Siempre hace falta una Kiki al lado qu,e aun teniendo los mismos problemas que tú, es capaz de priorizar por la amistad. Y es el corcho que te pone a flote. Yo he tenido amigos en malos momentos y amigos que me han escuchado, que me han mirado, que me han llevado al bar, que me han acompañado de viaje. Hay muchas Kikis en la vida, que son los buenos amigos.
Me ha encantado también una frase del libro que dice: "Uno ni siquiera se cuenta la verdad a sí mismo a no ser que escriba". Qué bonito.
Sí. Es que el sufrimiento de Alice solo lo sabe el lector, no quiere contarlo. Y eso me pareció un objetivo fundamental: a veces, hay dolores que no contamos a los demás, que nunca se enteran los más íntimos. Y en algunas ocasiones escribirlo puede ser una salida. a mí me sirve, escribir o pintar, depende. Antes se escribían muchos diarios, ahora se han pasado a las redes sociales, hay menos palabras. Pero creo que es fundamental escribir, se memoriza mejor, cuidas la letra, vuelcas emociones, frustraciones, creo que es bueno.
¿Qué ha sido París en tu vida para que le dediques tantas palabras bonitas?
Creo que me quedan muchas, me quedan muchas sobre París. Pensé que este libro culminaría la obsesión, pero me di cuenta día a día que no, que volveré a París mucho más, porque para mí, como para los de aquellos años, es una isla, es un paraíso, es un refugio. Es una huida constante y no es lo que encuentro en París, sino cómo me encuentro yo. Es la sensación que siento cuando estoy. Y luego musicalmente me atrapa, literariamente, todo. Voy mucho a visitarla... y también estuve viviendo allí un tiempo.
He visto que has abierto una librería en Buñol (Valencia), el pueblo donde naciste. ¿Por qué? Cuéntame esta aventura.
La verdad es que me lo hice por amor al pueblo y porque nunca había habido una librería. Y en un viejo horno que había, abandonado, decidí montarla. Yo estaba viviendo en casa, cuidando a mi madre, y me parecía que una librería podría ser un buen eje personal, un epicentro para el pueblo, y se ha convertido en un motor cultural, social, turístico. Es pequeña, pero me apetecía, porque es el pueblo en el que he vivido siempre, el pueblo en el que he estudiado, he ido a la biblioteca, entonces me apetecía muchísimo y darle el nombre de mi perra, incluso. Es como un juego de adultos.
¡Y además va muchísima gente! ¿Qué te parece ese baño de multitudes?
Pero vienen autobuses. Y de toda España, ¿eh? Es divertido, todo lo que sale del cariño me genera amor. Y entonces, como ya estamos rodeados bastante de personas grises y momentos grises, en mi vida personal también, obviamente, estoy al cuidado de mi madre, pues cualquier cariño que reciba una librería me parece medicina. Son vitaminas.
¿Tu madre es la primera persona que lee tus obras?
No, ya no. Pero ella siempre ha sido buena lectora. Escucha, le cuento. Pero no, ya no lee. Pero antes sí que las valoraba, le comentaba: ¡Uy, ésta va a ir bien! ¡Ésta te va a gustar!
¿Y esta historia se la has leído?
No, no se la he leído, no. Le he contado de qué va, pero como se le olvidan las cosas, tampoco puedo insistir.
¿Estás ya con la próxima historia o todavía no?
Estoy trabajando en un capricho que me apetece mucho. Bueno. Muy bonito.
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