De vampiro a personaje lésbico, pase el tiempo que pase, nos sigue fascinando Drácula
Eduard Cullen, la idea del vampiro del romanticismo tardío o el personaje lésbico de Joseph Sheridan Le Fanu… Sea como sea, DrÁcula hace honor a su condición: nunca muere.
Nadie a día de hoy se ha quedado fuera de la leyenda. Quién más, quién menos, se ha metido en el anguloso y misterioso mundo de esta figura que levanta tantas pasiones como miedos. Y es que no cabe duda, pasen los años que pasen, la figura de Drácula sigue trascendiendo su origen literario para convertirse en un icono cultural que sigue resonando en cine, televisión, literatura y arte, siglos después de su creación. Desde su primera aparición un 26 de mayo de 1897, en la novela homónima de Bram Stoker, Drácula ha evolucionado en su representación y significado, simbolizando una variedad de conceptos que van desde el miedo y la seducción hasta el amor y la soledad.
El origen: el imaginario de Bram Stoker
El Drácula imaginado por Bram Stoker se inspira, en parte, en la figura histórica de Vlad el Empalador, un príncipe rumano conocido por su brutalidad y crueldad. Sin embargo, Stoker también infunde a su personaje elementos de romanticismo y erotismo, lo que convierte al vampiro en un símbolo de la lucha entre la vida y la muerte, lo sagrado y lo profano. La novela captura la fascinación victoriana por lo desconocido, lo exótico y lo sexualmente prohibido. Y es aquí donde surge la historia de amor generación tras generación, por esta figura literaria.
Vampiros del romanticismo tardío
El vampiro en la obra de Stoker representa un arquetipo del romanticismo tardío: es un ser que vive al margen de la sociedad, impulsado por deseos insaciables. Esta figura refleja las ansiedades de una época de transformación social y económica, donde el racionalismo de la era victoriana chocaba con el resurgimiento de lo místico y lo sobrenatural.
Drácula no solo es una criatura de la noche; es un amante melancólico que encarna un amor que desafía las normas y la moralidad de su tiempo.
Uno de los elementos más fascinantes de la historia de Drácula es su concepción del amor. En el relato, el amor se presenta como una fuerza oscura y transformadora. Las relaciones entre Drácula y sus víctimas, como Mina Murray y Lucy Westenra en la obra de Stoker, son representaciones complejas del deseo: una mezcla de atracción, manipulación y peligro. Este amor vampírico es a menudo visto como una metáfora de la obsesión y la dominación, sugiriendo que el amor verdadero puede ser tan destructivo como liberador. Y se ha revisitado una y otra vez, encarnado por una larga lista de nombres, como la de Edward Cullen y su eterna historia de amor con Bella en la saga 'Crepúsculo'.
Sin embargo, no siempre la figura del vampiro ha ido unida inexorablemente a una historia de amor. Si bien son muchas las historias que la han utilizado para encarnar el amor enfermizo y tóxico, otras se han servido de él para personificar la lucha entre el bien y el mal. Así lo hizo de manera magistral Neil Jordan en la película de la obra de Anne Rice del 73, ‘Entrevista con el vampiro’, que se estrenó en 1994 con unos Brad Pitt y Tom Cruise que si no recuerdas, necesitas volver a ver hoy mismo. Una historia de vida que representa la parte más negativa de la eterna juventud entre colmillos y sangre.
Otros, sin embargo, a la figura literaria del vampiro le han otorgado un significado mucho más místico, espiritual y terrorífico. Y si no, sólo hace falta que te leas una tarde la obra clásica de Joseph Sheridan Le Fanu, de 1872, ‘Carmilla’. Una novela de terror que para los amantes de este género, es impepinable por la cantidad de escalofríos por página que es capaz de provocarte. Esta historia, propia del terror gótico victoriano, resalta la perplejidad del ser humano ante lo sobrenatural y tira de matices eróticos relacionados con los vampiros, pero esta vez, de carácter lésbico. Curioso cuanto menos para tratarse de un libro del siglo XIX.
Cómo ha evolucionado
A lo largo de los años, Drácula ha sido reinterpretado innumerables veces en diferentes medios, reflejando al mismo tiempo los cambios en la cultura y la sociedad. Películas icónicas como "Drácula" de 1931, protagonizada por Bela Lugosi, establecieron muchas de las características visuales y temáticas del vampiro.
La estética del vampiro, que los presenta como figuras elegantes y carismáticas, ha perdurado pero también ha madurado y se ha adaptado. Así que si se trata de reimaginar a Drácula, nada como la película "Drácula de Bram Stoker" (1992), en la que Coppola vuelve a la historia clásica desde un enfoque más romántico y trágico, humanizando al monstruo en un mundo donde las emociones son tanto una carga como un regalo. O la serie "Penny Dreadful", en la que esta vez, Drácula forma parte de un universo más amplio de horror gótico, explorando temas de amor y redención entrelazados con la lucha contra la oscuridad.
El vampiro de hoy
Hoy en día, la figura de Drácula sigue más viva que nunca. "The Vampire Chronicles", la famosa Buffy Cazavampiros o la saga Crepúsculo, hombres lobo incluidos, reinventan el mito del vampiro para adaptarlo a las generaciones de hoy. Y si hay un hombre que ha cogido el testigo de Lugosi para encarnar a Dracula, no se nos ocurre nombre mejor que el de Luke Evans, que ya demostró que parece ser un antecesor del mismísimo vampiro en Dracula Untold, en 2014.
Aquí, el vampiro se presenta con una sensibilidad más emocional, lidiando con la eterna lucha entre su naturaleza depredadora y su deseo por la aceptación y el amor.
La figura vampírica se ha democratizado tanto, que hasta ha saltado a las comedias, a los dramas y por supuesto, al público infantil, mucho más light y suavizado.
Y por supuesto, no podemos terminar de hablar de vampiros y no mencionar la influencia que la estética de este personaje ha tenido en todos los ámbitos. Las sombras, las paletas de color oscuras, la elegancia desgastada… todos ellos han sido elementos de un lenguaje visual que ha ido más allá de la pantalla o los libros.
¿La clave de su atractivo? La misma que hizo que el personaje de Drácula haya perdurado intacto hasta hoy: ese seductor equilibrio entre el riesgo y la atracción, esa dualidad que todos, en el fondo, guardamos bajo llave… como los colmillos de un vampiro.
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