María Pedraza: "Necesito esa sensación de dolor físico para sentirme satisfecha. De los seis a los 18 años me he acostado con ella”.
Iba para bailarina pero Instagram le cambió la vida. Hoy es una de las actrices del momento.
Hace dos años era una completa desconocida. Una joven de 21 años que acababa de terminar la carrera de danza, intentaba abrirse camino en el difícil mundo del ballet y a la que una lesión complicaba el futuro. Ni se le pasaba por la cabeza ser actriz. Entonces, el director Esteban Crespo la descubrió en su Instagram y la convirtió en protagonista de “Amar”. Después vinieron los personajes de Alison Parker en “La Casa de Papel” y Marina en “Élite”, ambas para Netflix y con un exitoso recorrido internacional, el de Alba en “Si fueras tú” o el de Triana, la abogada de “Toy Boy”, que supuso un reto especial para María (Madrid, 1996), "porque era una mujer adulta, una profesional", que la alejaba de los personajes de joven rebelde con apasionadas y complicadas historias de amor que había interpretado hasta entonces. Acaba de terminar el rodaje de "El verano que vivimos” con Blanca Suárez y Javier Rey.
Le gusta hablar, es disfrutona y transmite la euforia de quien está aterrizando del tsunami que ha agitado su vida en el último año y medio, en el que esos seis personajes la han catapultado a la fama. Una popularidad de la que da medida su Instagram, con 6,5 millones de seguidores, que hace que las marcas hayan empezado a fijarse en ella.
Es imagen de las nuevas Aguas Frescas de Adolfo Dominguez, junto a Bárbara Lennie. María representa la juventud arrolladora, Bárbara la sofisticación. "En la campaña se muestra la naturalidad, lo que somos, cómo somos, tal cual somos... Fue una experiencia súper bonita, con movimientos muy místicos, en un entorno natural, en Asturias, con Bárbara... siempre la he admirado muchísimo. En “La enfermedad del domingo” me encantó. Su forma de hablar, cómo se movía... Verla ya me inspiraba".
Dime que no te pellizcas para ver que todo es real.
Ha ido todo tan rápido que no me ha dado tiempo de ser consciente de lo que me estaba pasando. Ahora empiezo a disfrutar de lo que la vida me está brindando y es maravilloso.
¿Nunca habías pensado ser actriz?
No, mi madre insistía para que me apuntara a una escuela de interpretación y yo le decía que no, que no era lo mío. Yo quería seguir con la danza. Era mi vida y sigue formando parte de mí. La disciplina que me ha enseñado no me abandonará nunca. Ni la capacidad para concentrarme. La danza me ayuda mucho a la hora de actuar, de saber estar, de moverme. Siempre formará parte de mí, emerge en cualquier cosa que hago.
¿Hace cuánto que no bailas?
Mucho, porque yo para bailar necesito ir a clase, y es entrar y como soy hiperperfeccionista, me pongo el nivel de exigencia que tenía, quiero estar a la altura de los demás, y ahora que no tengo la constancia de antes es imposible. Para mí, bailar no puede ser un hobby, entro y lo doy todo. Como alternativa estoy haciendo mucho deporte. Running y trabajo con un entrenador personal que me mete mucha caña y me viene muy bien. Necesito esa sensación de dolor físico, de llegar a casa muerta para sentirme satisfecha. De los 6 a los 18 años, me he acostado así todos los días. A veces, se echa de menos.
¿Es más dura la vida de bailarina que la de la actriz?
Es que son cosas muy distintas. Te expresas también de forma diferente. Con la danza te expresas con tu cuerpo y con la interpretación con tu esencia, tu persona, tu voz.
¿Algo de lo que te privases antes y no ahora?
Ahora me ha dado por el chocolate, no sé qué me pasa, con la danza no me permitía estas cosas. Y un día a la semana me gusta atiborrarme de lo que me da la gana. Estar en casa y comerme una hamburguesa... Mi hobbie es la comida. Me encanta ir a restaurantes, probar sabores, ir a una ciudad y descubrirlos.
¿Te costó tomar la decisión de dejar la danza?
A veces hay que hacer las cosas sin pensarlas. Ese tren iba a pasar solo una vez y mi madre me decía, María tienes que cogerlo... Me había lesionado, quería seguir bailando porque para los bailarines bailar con lesiones no es problema, estamos acostumbrados a aguantar el dolor. Yo tenía un dolor insoportable pero pensaba, «con lo que me ha costado llegar hasta aquí, tengo que seguir». Había terminado la carrera en el conservatorio, estaba audicionando para compañías, mi vida estaba enfocada a la danza, pero me volví a romper y surgió el casting y fue en plan, «no puede ser»...
Ser actriz llamó a tu puerta...
Vino a mí. Después me enteré por Esteban que me había encontrado en Instagram, pero cuando me llamaron para el casting no tenía ni idea. «No sé actuar, solo sé bailar y estoy muy nerviosa», dije. Pero algo vieron que les gustó. Encajaba muy bien en el papel. Pensaba volver a bailar pero cuando terminó el rodaje, vi que lo echaba de menos. Y dije: «Esto me gusta».
¿Cómo preparas los personajes?
Primero voy repitiendo cada frase, viendo cómo suena, interiorizando el personaje, haciéndolo mío y luego ya profundizo. Todos salen de dentro, son un 50 % de nosotros, se ubica en alguna faceta de nuestra vida. Y te dejan algo.
Te resultará más fácil interpretar jóvenes…
Tengo más a mano por mi edad, mis vivencias pero Triana, la abogada de “Toy Boy”, significó un salto profesional y personal.
En “Toy Boy” se han visto más cuerpos masculinos que femeninos.
Se agradece que hayan cambiado las tornas, que haya más carne de chicos. Los jóvenes estamos dando mucha caña, somos muy reivindicativos, tenemos que crear conciencia.
¿Qué problemas te remueven la tuya?
Todos los días, cuando me levanto, veo en las noticias algún nuevo caso de violencia de género y se me corta el desayuno, literal, ¡cómo puede ser!, el cambio climático, el tema del plástico en el mar... hay que agradecer a Jon Kortajarena que lo está denunciando en sus redes sociales constantemente.
¿Eres consicente de la fuerza que dan más de seis millones de seguidores en Instagram?
Es increíble, llegamos a más gente que un informativo. Si puedo aprovecharlo para crear conciencia, estupendo. Ahora soy un poco más consciente de esta fuerza, antes no lo era, pero mi Instagram lo sigo gestionando yo. Me he dado cuenta que hay que cuidar la intimidad y saber qué queremos mostrar a los demás.
¿Qué quieres mostrar tú?
Siempre me he mostrado tal cual soy, al margen de las opiniones de los demás. Yo me abrí muy pronto la cuenta de Instagram como forma de expresión, para conectar con la gente y mostrar mi faceta artística. Nunca he tratado de dar una imagen que no fuera. Lo que ha cambiado es que me guardo más cosas.
La foto de tu look rubio superó el millón de likes.
Sí, lo petó. Al principio dudaba, porque pensaba “quiero ser rubia” y cuando me vi, casi me caigo para atrás, pero ahora estoy muy contenta, me gusta mucho.
¿Por qué esta transformación?
Cuando termino un personaje me apetece cambiar de look. Es como si me desprendiese de él. Empiezo otra etapa. Después de “Toy Boy” me corté el pelo y ahora que he terminado la peli dije: «Es hora de ponérmelo platino».
¿Cuántas veces has querido ser Natalie Portman en “Cisne negro”?
Uf, muchas, ojalá pudiera hacer un papel en el que interpretara a una bailarina... por soñar.
Soñar... ¿con Hollywood?
Paso a paso. Los sueños son metas y están bien. Yo soy ambiciosa, que es positivo pero un arma de doble filo. Estoy aprendiendo a controlarlo. De momento, estoy a tope con el inglés.
¿De qué tienes ganas ahora?
Me muero por hacer teatro, subirme a las tablas. Toda mi vida he estado en un escenario bailando; necesito volver a sentir esos nervios, que eran tremendos pero emocionantes.