Begoña Vila Costas, astrofísica española en la NASA: “El espacio nos muestra lo pequeños que somos… y lo excepcional que es que existamos”

El telescopio espacial James Webb cuenta con una gallega en su equipo.

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/ Jorge Arévalo

La astrofísica Begoña Vila Costas, una brillante científica especializada en ingeniería de sistemas y encargada del sistema de guía del aparato.

Begoña Vila Costas es una de las científicas españolas más brillantes del momento. Afincada en Baltimore, lleva años trabajando en el centro espacial Goddard de la NASA para lanzar al espacio el telescopio James Webb (fue la encargada de la “prueba fría”, crucial para el correcto funcionamiento del instrumental). La NASA ha premiado su labor con la medalla al Logro Público Excepcional. Ahora, con su “bebé” ya en el inmenso espacio exterior, mira al futuro.

Cuando era niña, Begoña Vila Costas ya estaba fascinada por la variación de las estrellas en el cielo nocturno de su Vigo natal. “Entonces, era una zona muy oscura, y el cambio de las estrellas al paso de las estaciones, las fases de la luna… me llamaban mucho la atención”. Siguió su pasión y estudió Astrofísica en Santiago de Compostela y en Tenerife. Pero fue en el Centro Jodrell Bank para Astrofísicos de la Universidad de Mánchester -donde hizo la tesis doctoral-, donde surgió su pasión por los telescopios… y la rampa de salida que la llevó a la NASA.

Durante años, ha formado parte del equipo que trabajaba para lanzar al espacio el telescopio James Webb. “Es uno de mis grandes amores -asegura- y lo más bonito es que este proyecto es estadounidense, canadiense y español; ver a tanta gente de diferentes nacionalidades unidas para llegar a un objetivo común es algo espectacular”. Esta pasión está presente en sus explicaciones. “Es un telescopio diseñado para observar los primeros objetos que se formaron en el universo. Y para poder captar su calor, que es muy débil, todos los instrumentos tienen que estar muy fríos, para que el único infrarrojo que se “vea” es el de los objetos que quieres observar. Por eso necesita un parasol tan grande, como un campo de tenis, y un espejo de seis metros y medio. Y claro, el límite lo pone el tamaño de los cohetes, así que ni el parasol ni los espejos podían lanzarse ya abiertos”. Entre otras funciones, Begoña estuvo al cargo de la “prueba fría” de los instrumentos, en los que se reproducían las condiciones del espacio (vacío y temperaturas cercanas al cero absoluto) para comprobar que todo funcionaría correctamente tras el lanzamiento.

Y el pasado 25 de diciembre, el James Webb despegó. Y ahora, Vila Costas empieza a ver el final de un proyecto al que le ha dedicado tantos años. “Bueno, aún quedan unos meses y estamos empezando a usar uno de los componentes de los que me encargo yo, el instrumento de guía que mantiene el observatorio estable. Pero sí, ya empiezo a mirar qué será lo siguiente en mi trabajo. Y será extraño empezar de nuevo y despedirme de tanta gente con la que he trabajado de forma muy estrecha”.

Es el fin de un proyecto apasionante, pero puede que también de una vida lejos de sus tres hijos. “El mayor sacrificio, sin duda, es coordinar familia con trabajo.

Cuando yo empecé a trabajar para la NASA y tuve que mudarme a Estados Unidos, mis hijos estaban empezando la Universidad en Canadá y decidimos que no tenía sentido sacarles de su ambiente. Es duro no tenerlos conmigo, pero creo que la culpa es mayor cuando son más pequeños y solo te ven como madre. Ahora, como jóvenes adultos, me ven también como persona y están orgullosos de mi trabajo”. La ciencia, nos demuestra esta astrofísica de 59 años, es un buen punto de partida para la filosofía. “El espacio es tan inmenso que no creo que podamos apreciarlo con nuestra mente. Eun lugar precioso, que nos enseña muchas cosas que podemos usar aquí en la Tierra. Y que nos habla a la vez de lo pequeños que somos y de lo especial que es que existamos. Que exista vida en la Tierra es excepcional y eso debería hacer que la cuidáramos más”.

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