Los secretos de la alfombra roja

En plena temporada de premios una pregunta asalta a todo aquel interesado en el complejo y fascinante mundo de la moda ¿Cuál es la verdadera importancia de la alfombra roja para la industria y por qué se considera uno de los escaparates más importantes del año?

Cher en la gala de los Óscar de 1986, Jodie Foster en la gala de los Óscar de 1991 y Cardi B en los Grammys de 2023

Cher en la gala de los Óscar de 1986, Jodie Foster en la gala de los Óscar de 1991 y Cardi B en los Grammys de 2023

/ GettyImages y Gtres

El primer trimestre del año es temporada alta en la industria de la moda: el ajetreo de las Semanas de la Moda –que se suceden sin apenas descanso una tras otra– coincide con ‘la temporada de premios’ que da comienzo en enero con los Globos de Oro, seguido de los Grammys en febrero, los premios BAFTA y los Goya, para finalizar en marzo por todo lo alto con la gala de los Óscar (por nombrar algunas de las ceremonias con más seguimiento). 

Centenares de famosas se pasean durante semanas por las distintas alfombras rojas luciendo modelos hechos a medida en algunos casos, directos de la pasarela en otros.  Desde que en 1995 Joan Rivers (comediante y actriz estadounidense) se situara junto a la pasarela de los Premios de la Academia para hacer la –a partir de entonces ineludible– pregunta ‘¿de quién vas vestido?’, la alfombra roja se convirtió en el escaparate ideal para las casas de moda

A pesar de que esta glamurosa relación entre las estrellas y la moda se sustenta sobre una dura competencia, una jerarquía –bajo la cual las nominadas son las primeras en elegir– y contratos que, según Business of Fashion, pueden ascender hasta las seis cifras, las relaciones entre las celebrities y los diseñadores pueden ocurrir de manera más orgánica.

En 2016, Leslie Jones –protagonista de ‘Cazafantasmas’, twiteaba que ninguna firma quería vestirla para el estreno de la película por tener una talla grande. El diseñador Christian Siriano le tomó la palabra y creó para la ocasión un elegante vestido rojo con una abertura en la pierna y un escote bardot que dejó boquiabierto a más de uno. Con este movimiento, Siriano no sólo generó una ovación mediática, sino que la operación le sirvió para mostrar su larga apuesta por la inclusividad. Escenario que se conoce como ‘win-win’ y que marca desde hace décadas el funcionamiento de estos eventos

Leslie Jones vestida de Christian Siriano

Leslie Jones vestida de Christian Siriano para el estreno de 'Cazafantasmas' (2016)

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Tras la era del #MeToo, que se tradujo en alfombras rojas más conscientes (en 2018 la vestimenta de los globos de oro se tiñó de negro como símbolo de protesta contra el patriarcado y la discriminación hacia las mujeres), los looks se han vuelto cada vez más políticos, de forma que las estilistas no sólo tienen en cuenta qué vestido van a llevar sus clientas si no también cómo resonará este con el público

Alexandria Ocasio-Cortez en la Met Gala de 2021

Alexandria Ocasio-Cortez en la Met Gala de 2021 con un vestido que rezaba 'Tax de rich' (poner impuestos a los ricos)

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El ejemplo más evidente de cómo el debate público afecta a la alfombra roja es la creciente tendencia de vestir prendas de archivo –siendo Zendaya la reina de recuperar vestidos vintage para estos eventos de etiqueta–, con la clara misión de fomentar una conciencia sostenible. Estas decisiones no están exentas de ganancias: Tiffany Haddish presentó la gala de los Óscar de 2018 con un vestido de Alexander McQueen que ya había llevado un año antes en ‘Saturday Night Live’, ganando un total de 931.000 dólares en exposición mediática para la firma, según apunta Business of Fashion. 

Zendaya en la gala Time 100

Zendaya en la gala TIME 100 en 2022 luciendo un vestido de archivo de la colección de otoño de 1998 de Bob Mackie.

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A pesar del revuelo feminista que impulsó el #AskHerMore –refiriéndose a la idea de que a las mujeres sólo se les juzga por su apariencia y por quién las viste sin prestar atención a su trabajo–, la alfombra roja sigue siendo a día de hoy una de las colaboraciones más fructuosas entre el arte y la moda

¿Por qué nos importa tanto el armario de las famosas? 


Ya sean prestigiosas actrices de Hollywood, las autoras del último hit del verano, estrellas de televisión, influencers o “hijas de”, la prensa dedicada a las historias de estas admiradas figuras es inseparable de la curiosidad por su vestidor. Según la periodista de moda Teri Agins, esto se debe a que de todo lo que admiramos de las estrellas; el carisma, el talento, la personalidad,... lo más fácil de imitar es su estilo. De esta forma, cualquiera de nosotras puede sentirse la mismísima Carrie Bradshaw combinando su traje de oficina con un par de Manolos –reales o no– y un poco de imaginación. 

Además, a día de hoy fantasear con encarnar el mito de las mujeres de la gran pantalla nunca ha sido más fácil, pues la infraestructura industrial de la moda es capaz de producir miles de réplicas del último vestido viral que viajan desde los estudios de diseño hasta las tiendas en menos de dos semanas. Pero esta fiebre por replicar el armario de las celebrities viene de mucho antes.

En 1932, Joan Crawford lucía en ‘Letty Linton’ un etéreo vestido de organdí blanco lleno de volantes diseñado por Gilbert Adrian, el que sería director del departamento de vestuario de Metro Golden Meyers durante 16 años. Tras el estreno de la película, el modelo se convirtió en el sueño de todas las niñas y Macy´s decidió cumplirlo, llegando a vender 50.000 réplicas del vestido

Hollywood, capital de la moda


La década de los 30 fue testigo de una creciente admiración por el estilo de las actrices de Hollywood, cuyas fotografías llenaron revistas, salones de belleza y catálogos de costura, dictando las tendencias del momento de tal forma que empezó a cuestionarse la importancia de Nueva York como productor de estilo frente a los soleados estudios de cine de Los Ángeles. Los diseñadores de vestuario no sólo producían vestidos para las películas, sino que el estilo del personaje se prolongaba durante meses para que las estrellas fueran fotografiadas bajo los códigos del filme, una estrategia que se ha probado tan efectiva que sigue ocurriendo a día de hoy –no hay más que ver el estilo de Jenna Ortega durante el estreno de ‘Wednesday’ y el tour de prensa que lo siguió–. 

Marlene Dietrich 1935

Marlene Dietrich en 'El diablo era mujer' (1935)

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Así empezó lo que se convertiría en una fructífera relación entre Hollywood y la moda, en la que cada vez los departamentos de vestuario tendrían menos peso frente a las casas de moda, siguiendo la estela de actrices como Audrey Hepburn o Elizabeth Taylor, cuyo impecable estilo no pudo crearse sin su asociación con Givenchy y Christian Dior, respectivamente. 

Audrey Hepburn vestida de Givenchy

Audrey Hepburn vestida de Givenchy en su boda con Andrea Dotti en 1969

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En un principio estos vínculos estuvieron marcados por la organicidad y la verdadera devoción que sentían las actrices por sus diseñadores contemporáneos. Prueba de ello es la relación entre Audrey Hepburn y Hubert de Givenchy, quien creó para su papel en ‘Sabrina’ (1954) un vestido de escote barco –apodado escote Sabrina tras el estreno del filme– que, tras recibir el Óscar a mejor vestuario, llevó a Hepburn a ponerse a merced del modisto francés durante el resto de su carrera. Una relación sin contratos ni dinero de por medio, que convirtió a Hepburn en el símbolo de elegancia que prevalece aún a día de hoy y que fue mucho más allá de la gran pantalla: fue el modisto francés quien vistió a la actriz para su boda.

¿De quién vas vestido?


En la década de los noventa –época dorada de las supermodelos–, la cultura de las celebrities estaba a la orden del día. La industria de la moda atravesaba importantes cambios en relación con estas nuevas figuras endiosadas, que, tuvieran o no relación con el mundo de la moda, empezarían a sentarse en los 'front rows' –desplazando a los fotógrafos al final de la pasarela–, convirtiéndose en parte del propio show (prueba irrefutable: la atención mediática que recibieron Kyle Jenner con una cabeza de león al hombro y Doja Cat cubierta de pies a cabeza en miles de Swarovskis rojos en el último desfile de Schiaparelli frente al resto de looks que desfilaron por la pasarela). 

La centralidad de las celebrities para la industria convirtió la alfombra roja en la mejor de las pasarelas, y fue nada más y nada menos que Giorgio Armani quien dió los primeros pasos para capitalizar la atención mediática que recibían estos eventos. En 1991 las redacciones de moda bautizarían los Óscar como los premios Armani, ya que todas las grandes estrellas que acudieron al evento –Jodie Foster, Tom Hanks e incluso el presentador de la gala, Billy Crystal– lucieron uno de sus sofisticados trajes. 

Jodie Foster vestida de Giorgio Armani

Jodie Foster vestida de Giorgio Armani recibiendo el premio a la mejor actriz por 'El silencio de los corderos' en la gala de los Óscar de 1991

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Por aquel entonces eran los diseñadores quienes elegían a quién querían vestir. El triunfo de Armani también pasa por su cuidadosa selección de sus embajadores. No todo el mundo podía vestir uno de sus trajes, era un privilegio que la casa italiana quisiera vestirte para la ocasión. 

La ley de la oferta y la demanda


La estrategia de Armani no tardó en ser replicada por otras casas, y pronto hasta la Alta Joyería entraría en el juego. Los diseñadores empezaron a producir vestidos a medida para las celebrities sin saber siquiera si estas llegarían a ponérselo. En 1997, la actriz Lauren Holly recibió un total de cincuenta y seis vestidos de trece diseñadores distintos para acudir a la gala de los Óscar.  

De todas formas, a los diseñadores les salían las cuentas. En 2013, Stacy Keibler llevó un vestido de cuello halter negro diseñado por Neem Khan a la gala de la Academia del Cine. Su aparición se tradujo en la venta de 30 copias del vestido por 9.000 dólares cada uno, además de un aumento considerable de encargos. “Los diseñadores quieren asociarse con las celebridades porque son los modelos a seguir por los consumidores”, concluye Teri Agins. Y las alfombras rojas son el escenario ideal para llevarlo a cabo, pues como indica Launchmetrics, la mención de una firma en una gala de premios es de tres a cinco veces más rentable que una mención normal en redes sociales

Stacy Keibler luciendo un vestido de Neem Khan

Stacy Keibler luciendo un vestido de Neem Khan en la gala de los Óscars de 2013

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Estas cifras no se le escapan a las estrellas involucradas en estas negociaciones, y mucho menos a las estilistas –figura clave desde finales de los 90– que si antes podía cobrar entre 1.5000 y 6.000 dólares por elegir una firma frente a otra para las ceremonias de premios, en la actualidad las cifras ascienden entre 25.000 y 50.000 dólares, mientras que la celebrity en cuestión podría cobrar desde 150.000 hasta 250.000 dólares por la aparición –según Business of Fashion–. 

Las elevadas sumas de dinero que conlleva esta estrategia publicitaria dejan a los pequeños diseñadores fuera de combate, puesto que muchas veces el contrato va más allá del vestido: los gastos de la noche, incluyendo peluquería y maquillaje, las limusinas –e incluso helicópteros– y el hotel corren a cuenta de los diseñadores. En el caso de la Alta Joyería, además hay que tener en cuenta el problema de la seguridad y el transporte, un coste que puede alcanzar las seis cifras por una sóla noche. 

Por otro lado, las estilistas argumentan que elegir a un diseñador emergente es arriesgado, no por la diferencia de prestigio que tenga la firma frente a las grandes casas de costura, sino por la disponibilidad que tienen las segundas de una infraestructura capaz de reaccionar rápidamente en el caso de que las prendas necesiten un arreglo de última hora. 

Renee Zellweger en la MET Gala 2004

Renee Zellweger luciendo un vestido de Carolina Herrera en la MET Gala de 2004

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De todas formas, siguen existiendo relaciones genuinas entre diseñadores y celebrities, como por ejemplo la de Renée Zellweger con Carolina Herrera, o la de Cardi B con Christian Siriano, quien envió prendas a la artista mucho antes de que se convirtiera en el icono musical que es en la actualidad, y que con el paso de los años han desarrollado un vínculo orgánico a través del cual Siriano recibió una exposición mediática considerable sin necesidad de contrato alguno. 

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