Ropa sin fecha de caducidad
El segundo encuentro del Observatorio de la Moda Ética y Sostenible (OMES) impulsado por la revista Woman Madame Figaro, por la agencia HEY y con el apoyo académico del Instituto Europeo de Diseño de Madrid, reunió a seis pesos pesados del sector para hablar de una forma de consumir moda que mira por la durabilidad, y la sostenibilidad.
Cada año se producen en el mundo alrededor de 150.000 millones de prendas, según datos de la plataforma Slow Fashion Next, una oferta gigantesca para alimentar a consumidores que, de media, utilizan tan solo cinco veces una prenda nueva, para después olvidarla en el armario hasta que, en el mejor de los casos, termine en una planta de reciclaje. Millones de toneladas de tejidos, un colosal gasto de energía, de agua, de trabajo que acaba en muy poco tiempo en la basura. No podemos continuar con esta forma de producir y de consumir moda.
Esa convicción ha inspirado el segundo encuentro del Observatorio de Moda Ética y Sostenible, organizado por la revista Woman Madame Figaro, por la agencia HEY y con el apoyo del IED de Madrid; un debate en el que han participado seis protagonistas de la industria textil española comprometidos con este imprescindible cambio de rumbo: Moisés Nieto, Project Manager Business Alliance de IED de Madrid y diseñador; Álvaro Castejón y Arnaud Maillard, diseñadores y creadores de la firma Alvarno; Marta Ortiz, modelo y fundadora de la plataforma de e-commerce Matiz; Almudena Tirado, creadora de la agencia de comunicación Agency AT; y Gala González, creadora de la firma Amlul.
“El consumidor ya está modificando sus hábitos de compra, cada vez aprecia más la prenda de calidad —aseguraba Marta Ortiz—. Comprar ropa atemporal, que puedas ponerte siempre, no solo es más responsable, también es más rentable que llenar el armario de prendas que te vas a poner poco porque te cansas o porque no duran”. Este cambio de hábitos debe implicar a todos. A los compradores, “que tienen que ser conscientes de que la moda sostenible es más cara, porque los tejidos y los procesos de producción cuestan más, aunque con el tiempo compense”, como apuntaba Moisés Nieto.
Pero sin duda este es un desafío que compete sobre todo a la industria: “No se puede seguir produciendo en masa, generando stocks enormes —intervenía Gala González—. Hay que fabricar menos y exigir que los países y los fabricantes de origen sean responsables con el medio ambiente y los métodos de trabajo. Por eso debería incluirse en las etiquetas de cada prenda toda esa información, para que el cliente fuera muy consciente de lo que compra”.
Arnaud Maillard apoyaba además reducir el número de colecciones de las firmas, que las propuestas sean limitadas y progresivas, y seguir el ejemplo de marcas de lujo que están ofreciendo trabajos de restauración de sus productos: “Ya son muchas las clientas que nos preguntan, a veces con cierta timidez, si les podemos reformar una prenda que nos compraron hace tiempo porque no quieren desprenderse de ella. Nosotros contamos con talleres que lo hacen. Son este tipo de iniciativas las que ayudan a crear poco a poco una cultura de la sostenibilidad”. Álvaro Castejón apuntaba otra motivación entre los compradores para huir de la fast fashion: el deseo de individualidad. “Ahora preferimos distinguirnos, no uniformarnos. Nos sentimos atraídos por ropa que ya no está en el mercado, o que aparentemente no está de moda. Eso explica el éxito de lo vintage y de las colecciones cápsula”.
Y por eso también cada vez se valoran más los productos artesanos, como señalaba Moisés Nieto: “Estamos recuperando oficios con las nuevas generaciones, eso es lo mejor que está pasando últimamente en el sector. Y esto es posible porque se está dando el valor que merece a lo hecho a mano, a lo personalizado frente a la masificación; a lo que respeta el entorno frente a lo que supone un derroche de recursos”.
La lógica de una producción limitada, responsable, más personal y artesana nos debería conducir a otra propuesta que parece asociada solo a la alimentación: el consumo de productos de cercanía, un kilómetro 0 de la moda que Almudena Tirado defendía a través de la promoción de lo ‘made in Spain’. “Es en nuestro entorno donde podemos controlar de verdad si los tejidos utilizados han sido reciclados o se han obtenido con métodos eficientes, si se han fabricado con modelos energéticos de bajo consumo, o si se ha respetado los derechos de la mano de obra. Lo próximo, lo conocido y controlado, favorece también la sostenibilidad. De modo que apoyemos más que nunca lo hecho en España”.
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