El regreso de la micro minifalda es la señal definitiva de que la estética dosmilera está aquí para quedarse

Los ciclos de la moda son implacables. Un juego en que las marcas siempre están dispuestas a participar y en que dominan con precisión y maestría el arte de poner las piezas sobre el tablero para hacer jaque mate en los menos movimientos posibles. Acariciar la nostalgia del público es una técnica que siempre resulta eficaz y lucrativa pero exige una constante renovación, de ahí que, tras explotar la vena ochentera y noventera durante varias temporadas, el relevo generacional haya llevado a la brújula estética de los diseñadores esta temporada a apuntar en dirección a una nueva década: la de los 2000.

No resulta muy difícil establecer ciertos paralelismos con los códigos estéticos que sentaron las bases del armario allá por la primera década del recién estrenado milenio y los que nos asaltan hoy. Pensemos en un panorama copado por celebrities como Dua Lipa (con su corsé),Kendall Jenner o Bella Hadid, cuyas apariciones públicas más recientes nos hacen verlas como dignas sucesoras del estilo que forjaron desde Paris Hilton a Britney Spears o Beyoncé.

Un tridente estético que comparte códigos tan identificables como los vaqueros de tiro bajo, los tops lenceros o las micro minifaldas. Precisamente esta última prenda se ha convertido sin duda tras los desfiles más recientes de primavera/verano 2022 en el blanco de todas las miradas. Y es que su omnipresencia (que va desde Chanel a Miu Miu, Blumarine o Dior por solo citar algunas firmas) ya se ha convertido en la crónica de un regreso anunciado.

Heredera directa del estilo arrogante y atrevido con el que Mary Quant revolucionó en los años 60 el armario femenino, la minifalda ha pasado por etapas de ostracismo del que comenzó a despertar gracias al revival de los años 90 hace solo algunas temporadas y cuyos patrones resultan muy concretos: recta, de tiro alto y apertura lateral.

Llevada hasta sus últimas consecuencias, y con una banda sonora que incluye éxitos en bucle como Baby One More Time, de Britney Spears, la minifalda abandona hoy las medias tintas para poner el acento en el exceso (por defecto, eso sí, de tela). Entre sus principales valedores se encuentra Nicola Brognano, director creativo de Blumarine desde hace solo un par de temporadas y que ha dado al traste con la esencia romántica y de sensualidad lánguida a la que nos tenía acostumbrados la enseña italiana para apostar por esa sexualidad explícita y empoderada que tiene en la micro minifalda a su pieza de resistencia.

Tampoco se queda atrás Miuccia Prada, quien convirtió su desfile de Miu Miu en una procesión de conjuntos en los que los cortes estratégicos de las faldas dejaban asomar tanto pierna como abdomen. Una apología del nuevo sexy sin ningún atisbo de timidez que, como suele suceder con todo lo que la diseñadora propone sobre una pasarela, será santificada por su seguidoras en los altares de la contemporaneidad.

Virginie Viard al frente de Chanel, cuya propuesta estética para el desfile de primavera/verano 2022 de la maison pasaba por una efervescente inspiración rescatada de los clásicos desfile celebrados durante los años 90, o Maria Grazia Chiuri, quien conjuró para Dior una presentación que capturaba el minimalismo gráfico de tintes retrofuturistas de la década de los 60, son dos más de los casos en los que la micro minifalda ha tenido una presencia más que relevante.

A juego con chaquetas cortas de tweed, o combinadas con un top bandeau de encaje (según dictan Domenico Dolce y Stefano Gabbana), estampadas con motivos geométricos o animales (Roberto Cavalli), bordadas con plumas (Giambattista Valli) o confeccionadas en gasa con volantes plisados (Zimmermann), el repertorio resulta inagotable y demuestra que cualquier aproximación puede resultar acertada en la ecuación siempre que el denominador común sea una micro minifalda.