¿Es malo llevar tacones todos los días?

Los expertos advierten que sus efectos negativos no dependen tanto de su altura como de cuánto los utilices.

Salones con plataformas ‘XXL’
Salones con plataformas ‘XXL’ / Launchmetrics Spotlight

Acaba de estrenarse el segundo ‘trailer‘ de la película de ‘Barbie’, protagonizada por Margot Robbie y Ryan Gosling. En él, podemos ver a la protagonista preocupada porque sus pies se han vuelto planos, es decir, han perdido esa forma que le concede el no bajarse jamás de los tacones. Y es que, aunque tus pies no vayan a quedarse inclinados como los de la muñeca de Mattel, lo cierto es que abusar de los ‘stilettos‘, tiene efectos sobre nuestra salud. Cuando el talón se coloca sobre unos tacones, se altera la postura natural de una manera proporcional a la altura del tacón, obligando al cuerpo a equilibrar el desplazamiento del centro de gravedad hacia adelante, haciendo, además, que todo el peso recaiga sobre la parte delantera de los pies.

Según explican desde Podoactiva, «al flexionar las rodillas, se produce una retroversión pélvica que altera el equilibrio de la columna, tensando la musculatura erectora de la espalda. Las sobrecargas en la espalda son generalizadas, pero son los pies los que sufren más al verse alterada su disposición biomecánica» y añaden que sus efectos negativos no derivan tanto del tamaño del tacón como de la frecuencia con que los uses: «Es mucho más dañino llevar todos los días unos zapatos de seis centímetros de tacón que usar, un día, unos de 12 centímetros y, el resto de la semana, ir con un calzado bajo. Lo importante es evitar el uso continuado de los zapatos de tacón para prevenir acortamientos y sobrecargas musculares».

A continuación, te resumimos algunas de las afecciones derivadas de llevar tacones de forma habitual:

  • Cansancio muscular.
  • Dedos en martillo: una afección que hace que los dedos de los pies se arqueen hacia abajo.
  • Juanetes: esas temidas protuberancias que aparecen en la base de la articulación del dedo gordo del pie.
  • Callos y durezas debido al roce constante.
  • Artrosis, tanto de pies como de rodillas.
  • Lesiones en los tendones.
  • Puede aumentar la lordosis lumbar.
  • Ligero ensanchamiento de la zona metatarsal (la zona de apoyo), como respuesta a la presión mantenida, así como una sobrecarga de la zona que provocaría dolor (metatarsalgia).
  • Esguinces: al andar de una forma más inestable es más fácil que nos caigamos o se nos tuerza el pie. Esto es algo que, según explican desde Podoactiva, «es aún más acusado en aquellas mujeres que además tengan el pie cavo (con el arco más elevado), ya que este tipo de pie es más inestable».

Síguele la pista

  • Lo último