La exposición de Valentino en Qatar, desde dentro

Recién inaugurada, 'Forever Valentino' es la exposición más extensa dedicada al creador y su firma hasta la fecha. Una oda a la moda, a la belleza y a Roma.

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Expo Valentino 4 / D.R.

“Es interesante que cuando Valentino Garavani fundó su Maison en 1959 y eligió Roma no solo como su cuartel general, sino como una especia de “ciudad del alma”, un epicentro sentimental y artístico para su firma, la ciudad no era la capital italiana de la moda –lo era Florencia– ni el diseño –en ese momento, Milán–“, nos dice Massimiliano Gioni. Director artístico del New Museum de Nueva York y comisario de la exposición que, coincidiendo con el 90 aniversario del modisto, el centro de diseño e innovación M7 de Doha dedica a la enseña hasta el 21 de abril, es precisamente en la estrecha relación de Valentino con Roma donde encuentra el germen de la noción de belleza y elegancia que Garavani forjó, y cimentó.

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En la sala A Palazzo de la muestra.

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No hay cronología. Tampoco temáticas. “No es tanto una retrospectiva como una perspectiva”, explicaba Pierpaolo Piccioli –director creativo de la enseña junto a Maria Grazia Chiuri desde 2008, y en solitario desde 2016– el día de la inauguración. Rompiendo el esquema habitual de la exposición museística, 'Forever Valentino' se ha planteado como un viaje a través de los códigos de la enseña y, a la vez, de Roma. El lugar donde todo empezó y al que pertenece su identidad”, explica el experto, que ha trabajado junto a Alexander Fury –crítico de moda en Financial Times y director de moda de AnOther Magazine– y Piccioli para orquestar la mayor exposición dedicada a la casa romana hasta la fecha. “Valentino fundó su Maison en la cima de lo que se conocería como 'La Dolce Vita', tal y como la inmortalizó la película de Federico Fellini. Creo que es esa esencia de leyenda la que Valentino y su socio Giancarlo Giammetti encontraron en Via Veneto, que por entonces era el corazón de una Roma cosmopolita e internacional de actores y escritores… Entre el cine, el arte y la literatura, había un enorme efervescencia creativa en Roma, pero elegirla como centro de moda fue una idea bastante poco convencional que inmediatamente apuntó a la independencia creativa de Valentino y su sueño de una concepción de la belleza y la elegancia totalmente nueva. Desde el momento en que fundó la firma en Roma, la ciudad pasó a jugar un papel fundamental en el imaginario de la casa”.

Desde el momento en que Valentino fundó su firma en Roma, la ciudad pasó a jugar un papel fundamental en el imaginario de la casa
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Con nombre propio, el rojo Valentino es una de las señas de identidad de la casa.

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Elegidos, dice el trío, de una forma instintiva y emocional, más de 200 diseños de alta costura y prêt-à-porter acompañados de sus accesorios relatan las seis décadas de historia de la firma –de piezas creadas para Elizabeth Taylor a las que descendieron por la escalinata de la Trinitá dei Monti en la último costura de Piccioli, a la que apropiadamente dio el nombre de The Beginning– en una muestra en la que el contenido es tan importante como el continente. Lejos del habitual telón de fondo anodino de paredes blancas que suele ser una sala de exposiciones, las piezas se exponen en el contexto de su creación, en un escenografía que recrea los palazzos, los patios y los monumentos de la Ciudad Eterna. Del Coliseo y el Gazometro a las escaleras de la Plaza de España. Pero que también de acceso privilegiado a lugares íntimos entretejidos en la historia de la enseña: de los talleres de la enseña a los archivos y los salones de costura de Piazza Mignanelli.

Siempre bromeo diciendo que si había un sitio en el mundo en el que Roma podía reconstruirse, era sin duda Doha
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Una de los looks de la sala Roman Conversations de la exposición.

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“Queríamos ofrecer a los visitantes la oportunidad de entrar en espacios que suelen estar apartados, y los hemos transplantado al museo. El efecto es el de un paisaje onírico –o un “capriccio, como lo hemos llamado”, usando el término que desde la Roma barroca se utiliza para describir la creación de artistas que imaginan paisajes insólitos para plasmar sus obras”, explica Gioni. “Alexander, experto en moda –u obsesivo, como él prefiere describirse–, plasma bastante bien la idea cuando dice que la exposición, al contrario que el típico desfile de moda o cualquier show en realidad, muestra las creaciones de Valentino en su propio contexto. Normalmente en un museo las piezas se descontextualizan y presentan en un espacio presumiblemente neutro. Nosotros hemos traído Roma con la ropa”, defiende.

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De izquierda a derecha, los tres comisarios de la muestra: Pierpaolo Piccioli, Massimiliano Gioni y Alexander Fury.

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Sin línea temporal a la que ceñirse, las creaciones de Garavani se entremezclan con las de su sucesor, haciendo difícil en ocasines –incluso para Fury, que se encargó sobre todo de bucear en los archivos y seleccionar las prendas– distinguir su autoría. “Pierpaolo Piccioli, tal vez más que ningún otro diseñador de su generación, ha contemplado una compleja relación con el trabajo de Valentino Garavani, estableciendo un diálogo con su mentor que resulta en una serie de nuevas creaciones que de forma constante exploran y reenmarcan –o “recodifican”, como a él le gusta decir– el trabajo original de Valentino. A lo largo de la exposición se ve lo cuidadosa y casi cariñosamente que Piccioli ha vuelto a la historia de Valentino y la ha reactivado y mantenido con vida a través de un diálogo constante con el trabajo del propio Garavani”. A medio camino entre inspiración y editor, la idea de organizar la exposición no como una muestra cronológica sino como una serie de conversaciones en el tiempo fue suya. “Fiel al título de la muestra Pierpaolo nos animó a pensar no en una retrospectiva sino en una perspectiva, un viaje en diagonal a través de la historia de la Maison, pero presentada en un tiempo presente continuo. O en una especie de ahora eterno”, dice Gioni. Una narrativa en línea con la de una enseña cuya identidad, dice Piccioli, “es intrínsecamente atemporal”.

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