Sara Gómez: “Necesitamos más mujeres ingenieras, que ayuden a diseñar el mundo del futuro"

El 23 de junio se celebra el Día Internacional de la Mujer en la Ingeniería con unas cifras de preocupantes de alumnas. Sara Gómez, directora del proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ alerta de que “en el mercado laboral actual y en el futuro, se demandan perfiles de profesionales tecnológicos. Si las mujeres no los tenemos, volveremos a quedarnos atrás”.

#DíaInternacionaldelaMujerenlaIngeniería home móvil
#DíaInternacionaldelaMujerenlaIngeniería home móvil / Istock

El 23 de junio de 2014 se celebró por primera vez el Día Internacional de la Mujer en la Ingeniería, como una iniciativa de la organización británica Women's Engineering Society en su 95 aniversario. Dos años después y dada la importancia de promover la presencia femenina en el sector, así como la visibilización de referentes. En esta cuarta revolución industrial, menos del 30% de mujeres elige carreras tecnológicas, según la Unesco, una cifra que cae hasta menos del 10% en Ingeniería informática. Por eso, la UNESCO decidió oficializar este día para que se festeje en todo el mundo y sirva para atraer a niñas y jóvenes a unas carreras cuyo principal objetivo, según explica Sara Gómez, directora del proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ de la Real Academia de Ingeniería, es “cuidar a los seres humanos y lograr que la sociedad avance, algo para lo que es fundamental la presencia de mujeres”.

Campañas como la de #NoMoreMatildas, creada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT), en la que se preguntaban ¿qué habría pasado si Einstein hubiera sido mujer? Si así hubiera pasado, seguramente hoy no conoceríamos su nombre y sus méritos se los habría llevado su marido o cualquier otro hombre de su entorno. El título de estos originales cuentos que pueden descargarse en su web, se refieren al Efecto Matilda, un fenómeno que señala los prejuicios y las injusticias que limitan a las mujeres científicas al no reconocer sus avances y logros, algo que ya denunció en el siglo XIX la activista norteamericana Matilda Joslyn Gage. Por eso, en 1993, la historiadora le puso su nombre a este sesgo que conduce a la invisibilización del trabajo de las mujeres científicas. Algo que ya pasó a Trotula de Salerno, una médica italiana del siglo XII, cuyos libros se atribuyeron a autores masculinos, así como, hasta llegar al siglo XX, a mujeres de ciencias como la genetista Nettie Stevens, la física Lise Meitner, la química Rosalind Franklin o la programadora informática Grace Brewster Murray Hopper.

El 23 de junio se realizan multitud de iniciativas para promover la presencia de mujer en la ingeniería, pera hacer redes, aprender y conocer las posibilidades de un sector que necesita desesperadamente la presencia femenina. Iniciativas como el webinar gratuito y en inglés que se hace el mismo día 23, organizado por las Cámaras de Comercio de España en Emiratos Árabes Unidos y Catar en colaboración con el Consejo de Mujeres de Dubai y el Foro de Mujeres de Doha, para analizar las oportunidades que Oriente Medio ofrece a las mujeres ingenieras. En él, participarán dos ingenieras españolas, una catarí y una emiratí, que explicarán de primera manos cómo es su día a día en el trabajo, los retos que afrontan y las oportunidades ofrece esta región en pleno desarrollo.

Pero sin duda, entre todos los proyectos que se han lanzado para promover la presencia de las mujeres en el sector de la ingeniería destaca el proyecto ‘Mujer e Ingeniería’, de la Real Academia de Ingeniería que, desde 2016, promueve la participación de las mujeres en el sector, así como ayudarlas a desarrollar sus carreras sin sesgos a través, entre otros, de un proyecto de mentoría en el que participan algunas de las ingenieras más prestigiosas de nuestro país. Como asegura Sara Gómez (Segovia, 62 años) Doctora Ingeniera de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), donde imparte docencia, además de directora de esta iniciativa. Hablamos con ella de la importancia de contar con mujeres en las ingeniería y del proyecto que han lanzado para, a través de la mentoría de grandes profesionales a jóvenes estudiantes o que comienzan sus carreras, están intentando cambiar estas cifras para lograr que el mundo del futuro esté diseñado, también, por mujeres. “Y cuanta más diversidad en todo haya, mejor”, apostilla.

¿En qué consiste el proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ de la Real Academia de Ingeniería que diriges?

Se trata de un proyecto estructural con el objetivo de solucionar un problema que también consideramos estructural, la falta de vocaciones en ingeniería, tanto de hombres como de mujeres, pero especialmente de mujeres.

¿Por qué decidisteis ponerlo en marcha y cuál es su importancia?

Decidimos ponerlo en marcha porque nos dimos cuenta, allá por 2016, que es cuando lo pusimos en marca, que en los últimos quince años había ido bajando paulatinamente el número de jóvenes que optaban por hacer carreras de Ingeniería. En aquel momento yo estaba como vicerectora de la Universidad Politécnica de Madrid y era muy consciente de esa disminución de los jóvenes que optaban a las ingenierías, sin distinción de género. Pero cuando pusimos el foco en las mujeres nos dimos cuenta que además se perdían más vocaciones femeninas y, además, que las mujeres nos repartimos de una forma muy asimétricas en estas carreras. La cifra total de mujeres que estudian ingenierías está en torno al 23%, sin embargo hay algunas donde más de la mitad del alumnado son mujeres y hay otras en las que la presencia femenina no llega al 5%.

¿Cuáles serían las carreras de Ingeniería con mayor presencia de mujeres y las que menos tienen?

Las que más tienen, por ponerte algunos ejemplos paradigmáticos, son la ingeniería Biomédica, la Biomedicina, e incluso la Ingeniería Química, la Ingeniería de Organización y la de Diseño Industrial. Fíjate, te he puesto cinco ejemplos. En el otro lado, en el que menos vocaciones despiertan, estarían la Ingeniería Informática, que es la que menor presencia femenina tiene, en la mayoría de universidades el número de alumnas no pasa de un dígito. Además, la Ingeniería Mecánica, la Eléctrica y la Electrónica.

¿Las carreras que menor presencia de alumnas tienen son las que tradicionalmente han estado más masculinizadas?

Sí en cuanto a las tres últimas, pero eso no me vale en cuanto a la Ingeniería Informática. En los años 80 está carrera no era una Ingeniería, era una licenciatura en Informática y había un 40% de alumnas en ella. Cambiamos el nombre a Ingeniería Informática y comenzó a desplomarse el número de mujeres en ella, hasta este momento en el que es la peor va en cuanto a presencia femenina. Hay escuelas que están en el 9%, las que mejor están tienen hay un 11%, mientras que las que peor van tienen solo un 7%. Tecnólogas como yo lo llamaríamos en nuestro argot un epsilon, un término casi despreciable.

¿Qué tiene el nombre de Ingeniería que da tanto miedo?

(Risas) Te estaba provocando esa pregunta. Alrededor de ese término hay muchísima desinformación y muchísimos estereotipos perniciosos. Por ponerte ejemplos, la Ingeniería no se asocia con que los ingenieros tengamos siempre presentes a las personas en el desarrollo de nuestro trabajo, con el objetivo de hacerles la vida mejor, para mejorar su calidad de vida. La gente cree que no existe la vertiente social de la Ingeniería cuando, sin embargo, creo que somos, con los médicos, quienes más cuidamos a los seres humanos y quienes hemos provocado los mayores avances de la sociedad. No es solo que estar orgullosa de ser ingeniera, que lo estoy, sino una realidad. Otra razón es que la gente no sabe lo que hacemos los ingenieros y, sobre todo, los niños y niñas. Luego hay estereotipos perniciosos. Por ejemplo, las ingenierías tienen fama de ser carreras muy difíciles, pero no lo son más que la medicina, donde más del 70% estudiantes son mujeres. Otros estereotipos es que el prototipo de ingeniero es un varón, un poco raro, todos ellos estereotipos absolutamente falsos que se inoculan a los niños y niñas desde muy pequeños y que hacen que se abandonen estas vocaciones. Hay un artículo de la revista Science, de 27 enero de 2017, que es muy interesante porque explica cómo se distribuyen las mujeres y los hombres en las disciplinas académicas desde pequeños. Este estudio exppone que los menores de 5 años no distinguen las carreras por género, pero a partir de los 6 años empiezan a discernir las diferencias entre las asignaturas más fáciles y más difíciles, y acaban concluyendo que las ‘difíciles’ están destinadas a los hombres porque tienen más capacidades.

Es justo la edad en que muchas niñas empiezan a sentirse menos inteligentes que los niños porque, en general, son más valoradas por su bondad, su belleza o su buena educación que por su inteligencia, ¿no?

Exactamente. Es absolutamente terrible todo esto, pero es que además cuando sigues hablando con ellas ya más mayores te das cuenta de que hay mucho más. Otras de las razones por las que perdemos vocaciones es que en Educación Infantil, niños y niñas de 3 años, la mayor parte, más del 90%, de quienes están con ellos son profesoras y un porcentaje muy alto no tiene formación en materias STEM, por lo tanto no las identifican con estas materias. Los niños y niñas lo que ven es que sus referentes son mujeres que no tienen estos conocimientos y por tanto no se identifican estas materias con el género femenino. Por eso, al final, las que acabamos en estas carreras nos sentimos un poco bichos raros.

¿Esa falta de referentes femeninos lastra las vocaciones de las niñas?

Totalmente. Es fundamental que se visibilice a las mujeres en el sector, desde que se comienzan los estudios. Además, yo creo que está el factor que yo llamo ‘bio'. Cuando te he dado las cifras de las carreras de Ingeniería con más vocaciones entre mujeres, Biomédica y la de Biomedicina. No es casualidad. Yo creo que las carreras que más interesan a las mujeres son esas en las que creemos que vamos a poder ayudar, las profesiones con propósito. Las cifras avalan mi tesis. Como ejemplo personal te puedo contar que mi hija mayor fue brillante en los estudios desde niña y yo tenía la esperanza de que, al tener una madre ingeniera, al menos barajara las carreras de Ingeniería. Pero ella se decantó desde pequeña por Medicina porque para ella era la que le permitiría ayudar a la población. No digo que no sea así, pero creo que falta saber más y mejor todo lo que hacemos las y los ingenieros por la sociedad y por las personas.

Algo que ha quedado demostrado con la pandemia del coronavirus, ya que han sido ingenieros e ingenieras especializados en aerosoles los que alertaron de cómo se contagiaba el virus y propusieron las formas de evitarlo. De hecho, ese grupo internacional estaba liderado por la ingeniera Lidia Morawaska.

Efectivamente. Y otro ejemplo es que en el hospital Zendal que se creó en Madrid en los momentos más duros de la pandemia, se habló de lo que hizo el personal sanitario, que lo apoyo absolutamente porque fue impresionante, pero todo lo que vino antes era trabajo del personal de ingeniería que fueron quienes pusieron en marcha el hospital, los que diseñaron todo, las instalaciones de oxígeno, todo tiene ciencia y tecnología detrás, y sobre todo ingeniería. Algunas compañeras mías dicen que, cuando ocurre una catástrofe que va todo el mundo a ayudar, como debe de ser, si los médicos y médicas no tienen las infraestructuras que creamos nosotros, no podrían hacer casi nada. Algunos creemos que la cadena de frío, la tecnología de los alimentos o la potabilización del agua ha salvado más vidas que cualquier otro avance. Pensemos en eso. Sirva como referente que de los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), 15 son tecnológicos. De los dos que no lo son, el 15 es la igualdad y el 17 las alianzas. Cuando trabajamos coordinados en grupo somos más eficientes porque somos más diversos. La combinación de diversidad y talento es poderosísima y hace que avancemos, siempre.

¿En concreto en el proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ qué hacéis para atraer a las niñas y a las jóvenes a estas carreras?

Lo primero buscar las razones por las que está pasando esa pérdida de vocaciones femeninas. Luego diseñamos acciones concretas, de tal manera que dentro del proyecto hay muchos programas. A grandes rasgos, tenemos acciones dirigidas a niñas y adolescentes para dar a conocer lo que hacemos los ingenieros, la vertiente social de la ingeniería y para poner en valor que el centro de gravedad de la Ingeniería es ayudar a las personas. Además, trabajamos con universitarias para que ese su talento no se pierda en su incorporación al mundo laboral. Hay tenemos un programa de mentoring de excelencia, hoy tenemos 45 parejas de mentoras, mentores y mentís con un éxito apabullante. También generamos acciones con empresas para reforzar el liderazgo y emprendimiento tecnológico de la mujeres y ayudarles a diseñar su futuro profesional y alcanzar puestos de importantes. El empoderamiento mujer es fundamental. Organizamos jornadas muy diversas, ahora estoy especialmente emocionada con una que se va a llamar ‘Ingeniería, discapacidad e integración’, donde junto a médicos vamos a poner en valor como la Ingeniería puede cambiar la vida de las personas con discapacidad. Cómo un sordo profundo puede oír, como un niño o una niña que no tiene movilidad puede andar. Van a estar los y las ingenieros que han diseñado esos artilugios y testimonios reales de las personas a las que les ha cambiado la vida y les han facilitado la integración en la sociedad. Hacemos jornadas sobre cómo influimos en la mejora de la sociedad.

¿Cuál es la valoración de este proyecto tras cinco años?

Lo primero quiero poner en valor al equipo con el que trabajo, me siento muy orgullosa de ellas. Dicho esto, a veces le digo al presidente de la Real Academia de Ingeniería [Elías Fereres] que aunque es cierto que somos buenas trabajando y muy imaginativas, el éxito del trabajo, que vaya tan bien y tengamos tantos partners colaborando con nosotros es porque cada vez hay más empresas convencidas de que es imprescindible la presencia femenina y la contribución de las mujeres en la Ingeniería. Normalizar la presencia femenina en la Ingeniería es imprescindible. El proyecto va como un tiro, pero además es pertinente, es necesario justo ahora. Las empresas demandas este tipo de acciones que permitan, a medio largo plazo, que esa normalización de la presencia femenina en la Ingeniería sea un hecho. La Unión Europea pierde 16.000 millones de euros al año porque no hay paridad en determinadas profesiones. La brecha salarial de las mujeres existe, nos pagan peor, pero es que además los perfiles profesionales que se están demandando y se van a demandar en un futuro son perfiles tecnológicos. Si las mujeres no tenemos esos perfiles, volveremos a quedarnos atrás, volveremos a estar aisladas. Si estás en profesiones que no demanda el mercado, estarás peor retribuida. Por tanto, el proyecto ‘Mujer e Ingeniería’ es fundamental. Creemos mucho en la diversidad, no solo de género, de todo.

¿Qué implica que las mujeres no formen parte de las carreras tecnológicas, de quienes están diseñando el mundo?

Exacto, es eso: diseñar el mundo. Nos vamos a quedar fuera una vez más de aquellas decisiones que se van a tomar y que no vamos a estar allí para decidirlas. Justo es eso, las profesiones que van a marcar la ruta, el futuro del mundo, que nos van a afectar directamente, van a ser tomadas por una gran mayoría de hombres y nosotras nos vamos a quedar, una vez más fuera, aisladas.

¿Qué razones darías a las jóvenes para estudiar Ingeniería, o a sus madres para que se lo puedan transmitir?

Lo primero les diría que se informarán, que no la descartaran y que acabaran con esos complejos que a veces tenemos las chicas. Creo que son problemas de autoestima, que perdemos pronto la confianza en nosotras mismas. Hay que tenerlo en cuenta para evitarlos. Por otro lado, cuando vamos a los colegios, nuestras jóvenes ingenieras les cuentan lo que la Ingeniería les ha aportado, compartir experiencia. Así que les diría que yo, que soy una señora mayor, volvería a ejercer una y mil veces esta profesión, porque me ha hecho sentirme útil porque he podido aportar a los demás y porque no se me ocurre mejor profesión, junto con la Medicina, otra profesión que sea más solidaria, que ayude más cuidar de las personas y a ser sostenibles y proteger el planeta. Qué tengan en su radar hacer este tipo de estudios porque van a tener unos retornos maravillosos.

Y si eres una de esas escasas jóvenes que estudia Ingeniería, ¿qué les recomendarías para hacer más fácil la carrera y el paso a ser profesionales en igualdad y poder aprovechar al máximo sus oportunidades?

Que entrara en la web de ‘Mujer e Ingeniería’, que ahí tendrá todas las herramientas necesarias para acabar la carrera y formar parte de una comunidad de casi 3.000 hombres y mujeres, sobre todo mujeres, que hemos creado para ayudarnos unas a otras. Somos una red y nuestro lema es ayudarnos para crecer juntas. Las mayores aprendemos de las noveles y al revés. El enriquecimiento es bidireccional. Nuestro programa de ‘mentoring’ está justo pensado para gestionar la entrada al mercado laboral, que hace muchísima falta. Las formamos para incorporarse a ese mercado laboral, algo muy necesario. Te podría decir que algunas de las mentoras dicen que aprenden más ellas de las alumnas.

Sara, ¿tú has hecho de mentora en este proyecto?

Casi no me da tiempo, pero en realidad llevo ejerciendo de mentora toda mi carrera. Ten en cuenta que yo doy clases en uno de los sectores de la Ingeniería más masculinizados, la Mecánica, así que las pocas alumnas que tenía sabían que contaban con mi despacho abierto para ellas. Yo era de las pocas profesoras que veían, de manera que me veían como un referente y llevo más de 20 años teniendo conversaciones en mi despacho escuchando sus miedos y zozobras, dándoles opiniones, compartiendo sus experiencias. Ahora no me da la vida, pero sé lo importante que es contar con mentoras. Ayer comí la con presidenta de ADIF, Isabel Pardo de Vera, que es mentora en el proyecto, y me decía que que su ‘mentise’ es tan buena que cuando hace un pregunta, le da casi la solución. Es increíble todo el talento que estamos descubriendo gracias a este proyecto.

Síguele la pista

  • Lo último