Descubre Lanzarote, la isla de los volcanes

Lanzarote es un pequeño tesoro donde se disfruta de playas vírgenes, naturaleza salvaje y las obras de arte únicas del genio César Manrique. 

Playa Papagayo (conocida como Playa Blanca)

Una extensión de más de dos kilómetros con pequeñas calas de arena clara y mar azul turquesa.

"Cuando regresé de Nueva York vine con la intención de convertir mi isla natal en uno de los lugares más hermosos del planeta, dadas las infinitas posibilidades que ofrecía". Así contaba su gran proyecto de vida el arquitecto, escultor y pintor César Manrique, ese hombre que convirtió el amor por su tierra en el motor de su arte. Y lo logró gracias a que disponía de una materia prima excepcional: un paisaje único, bello y agreste. Por eso, desde hace años, Lanzarote es el destino favorito de los que buscan espacios naturales casi vírgenes para darse un baño, pasear, practicar surf o simplemente recrear la vista. 

La primera impresión que recibe el viajero al poner un pie en Lanzarote es, casi, la de llegar a otro planeta. La mayoría de su paisaje está cincelado por la lava procedente de los numerosos volcanes –hoy en calma–, que salpican la isla. Ruta imprescindible es la que conduce hacia el Parque Nacional de Timanfaya que, junto al Parque Natural de los Volcanes, forma un paisaje tan árido como bello. Este enclave fue designado Reserva de la Biosfera por la Unesco por la singularidad de las especies que lo pueblan. Ya en la costa cercana, la lava ha formado los acantilados de Los Hervideros

Las playas naturales merecen una mención aparte por su belleza y variedad: arenas claras en Playa Blanca y Famara –idolatradas por los surfistas por sus olas–, otras a gusto de quienes busquen un ambiente más familiar, como las situadas en la zona de Puerto del Carmen y Costa Teguise

Para los que añoren espacios exclusivos y alejados del mundanal ruido, existe el retiro perfecto, separado por una travesía en ferry de solo 25 minutos en ferry; se trata de isla de La Graciosa. Este lugar conserva todo su encanto, puesto que el entorno apenas ha sufrido el efecto de la mano del hombre. De hecho, es uno de los pocos rincones en Europa que se mantiene sin asfaltar. 

Entrada al Parque Nacional de Timanfaya

En primer término, figura del Demonio de Timanfaya, símbolo del parque y guardián de los volcanes.

Recuerdan los conejeros –como popularmente se llama a los habitantes de la isla– que, cuando alguno de ellos iba a acometer una obra en sus viviendas, antes de mover una piedra le pedían consejo a Don César. Porque el habitante más ilustre de la isla logró algo casi impensable, poner de acuerdo a todos sus vecinos para cuidar la isla con esmero. 

Para conocer el legado del artista canario se hacen imprescindibles varias visitas. Por una parte, los Jameos del Agua, un tubo de lava en cuyo interior se sitúa un lago natural y algo aún más sorprendente, un auditorio donde presenciar un espectáculo que se convierte en experiencia única. La Cueva de los Verdes, otro enorme túnel de lava de varios kilómetros de longitud, se ha acondicionado para contemplar un espectáculo singular con el agua y sus efectos como protagonistas. En el norte de la isla se encuentra el Mirador del Río, en el que Manrique diseñó un rincón acogedor para contemplar el islote de La Graciosa

Para todos aquellos que deseen conocer algo más sobre el artista que consiguió la comunión entre arquitectura y naturaleza, nada mejor que visitar su Casa-Museo, en la localidad de Haría. En ella se pueden ver las estancias de su singular refugio, sobre todo el taller donde tantas horas pasó pintando y buscando inspiración para diseñar sus obras. 

Tanta visita seguro que despierta el apetito al visitante que, en esta isla, encontrará manjares más que apetitosos para saciarse. En un lugar rodeado de mar, el pescado cobra una especial presencia en la cocina. El pescado fresco, acompañado por las tradicionales papas arrugás con mojo, se puede degustar en la playa de Famara y el Golfo, en la localidad de Arrieta y en los chiringuitos de la Caleta del Sebo, en La Graciosa. El guiso tradicional es el sancocho, un puchero de pescado en el que no puede faltar el gofio. Tampoco debe obviarse en la mesa uno de los ricos quesos locales. Para regar todo, el típico vino de la isla, el malvasía, una variedad que cautivó al mismo Shakespeare, como se ve reflejado en algunas de sus obras. 

Y tras la comida, nada mejor que darse una vuelta por los innumerables mercados que salpican la isla y en los que se pueden encontrar productos autóctonos: los artesanales y agrícolas que se sitúan en costa Teguise, o los de Tías, Haría, Tahiche o el vecino mercadillo de La Graciosa

La mejor forma de viajar a Lanzarote es con la agencia de viajes Expedia.es. Es fácil ahorrar reservando vuelo+hotel, y así disfrutar de más actividades en la isla con el dinero extra. Te recomendamos el Hotel Seaside Los Jameos Playa. 

 

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