Bienvenidos al paraíso

La República Dominicana ofrece lo que promete: playas de arena blanca y aguas cristalinas. Pero hay otra isla menos conocida e igual de atractiva, con una naturaleza desbordante y una capital colonial fascinante, que es mejor no perderse.

Habitaciones en la naturaleza

Tanto los espacios comunes como las habitaciones están construidos con materiales naturales que hacen posible la comunión con el entorno.

Beyoncé, Rafa Nadal, Shakira o Sarah Jessica Parker han caído rendidos a sus encantos y visitan con asiduidad la tierra que un día se llamó La Española. La isla caribeña conjuga todos los ingredientes para calificarla como un remanso de paz para todo aquel que desee unos días de relax: clima privilegiado, unas playas de agua inmaculadas y una importante infraestructura hotelera en la que encontrar el alojamiento soñado. Pero la República Dominicana no solo es eso, de hecho es considerada la isla caribeña con una mayor diversidad gracias a su naturaleza exuberante –que permite practicar infinidad de deportes– y a su riqueza cultural, ya que, en algunos de sus rincones, los retazos de historia se mantienen intactos, sobre todo en la capital. Por eso, antes de abandonarnos al dolce far niente y acomodarnos en una tumbona al lado del mar, merece la pena dar un paseo por la ciudad más importante de la isla.

Eclipsada por la fama de sus resorts, algunos visitantes se pierden esta joya: Santo Domingo, la capital del país. Fundada en 1496 por Bartolomé Colón, conserva un profundo sabor colonial –de hecho, fue la primera ciudad fundada por los españoles en el continente americano– en algunos de sus rincones, por los que merece la pena perderse. Sin duda, la parte más interesante de la urbe se halla en su casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Lo mejor es iniciar el paseo por el parque Colón, hasta llegar a la Catedral Primada de América, un monumento que mantiene el encanto de sus más de 500 años de historia, y en cuyo interior se pueden observar pinturas al óleo del periodo colonial y un impresionante techo gótico. No lejos de allí se encuentra el Convento de los Dominicos, una construcción del siglo XVI que albergó la primera universidad de América. A pocos metros está el Museo de las Casas Reales, un lugar donde se puede realizar un recorrido por la historia del país. Una breve caminata nos conducirá hacia al Alcázar de Diego Colón, denominado así porque fue residencia del primogénito del descubridor de la isla, Cristóbal Colón, y su residencia mientras fue gobernador en la isla. Llama la atención por las rocas coralinas con las que está construido.

No está mal acabar la visita con un paseo por la calle de Las Damas, la primera que se construyó en la ciudad y que debe su nombre a que por allí paseaban las mujeres que llegaron durante la colonización. Y, como último destino, lo ideal es acudir a la zona del malecón, un lugar ideal para reponer fuerzas, al estar repleto de rincones donde se puede degustar la sabrosa gastronomía criolla dominicana mientras se disfruta de unas vistas espectaculares del mar Caribe.

La tercera ciudad más grande de República Dominicana, La Romana, es uno de los puntos que atrae a un mayor número de visitantes por dos de sus atractivos: el complejo turístico de lujo Casa de Campo y Altos de Chavón. El primero se ha convertido en una de las zonas preferidas por artistas y famosos para disfrutar de sus exclusivas vacaciones.

Altos de Chavón es un pueblo de artistas construido al estilo medieval del siglo XV (a pesar de haber sido diseñado en el siglo pasado) y que hará las delicias de todos aquellos que amen el arte. Es muy interesante su Museo Arqueológico. El lugar, también conocido como La Ciudad de los Artistas, tiene multitud de tiendas de artesanía donde encontrar productos típicamente dominicanos. Desde La Romana, además, se pueden visitar pequeñas islas llenas de encanto como Santa Catalina, un parque natural sin grandes construcciones..

A tan solo 16 kilómetros de La Romana nos encontramos el edén para los amantes de la naturaleza, Bayahibe. Lagunas, fauna salvaje y un sinfín de especies de aves convierten este lugar en uno de los favoritos de los que escapan, al menos por unas horas, del “todo incluido”. No dejes de visitar el Parque Nacional del Este.

República Dominicana tiene algunas zonas que, una vez conocidas, nunca se borrarán de la retina del visitante. Una de ellas es la península de Samaná. La primera razón para escapar a ese punto del planeta son sus playas; las imágenes idílicas que todos asociamos al Caribe no son producto del retoque fotográfico: existen y están aquí. Playa Rincón ha sido considerada una de las diez más bellas del mundo, pero no desmerecen Las Terreras, Las Galeras o Playa Bonita. Además, cuentan con el aliciente añadido de que la mayoría siguen manteniéndose casi vírgenes.

Sin restarle mérito a su maravillosa costa, el interior de la península nos guarda más de una sorpresa. Un clima privilegiado ha creado imponentes bosques y selvas como las que se pueden observar en el Parque Nacional Los Haitises, el enclave perfecto para perderse entre cuevas y manglares hasta llegar al Salto del Limón, una cascada de innegable belleza.

Por si esto fuera poco, en la época de invierno la bahía de Samaná se convierte en el mejor observatorio para avistar ballenas jorobadas, uno de los espectáculos más impactantes y de más belleza que la naturaleza nos puede ofrecer.

Para hospedarse, lo mejor es encontrar un alojamiento con encanto, como el Hotel Balcones del Atlántico, un complejo de lujo pensado, sobre todo, para disfrutar de la playa en la que está ubicado. Compuesto por preciosas habitaciones villas, pose un restaurante y un bar junto a la arena blanca, además de múltiples opciones para practicar distintos deportes acuáticos y ecoturismo.

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