Susana Vera, la primera española que gana un Premio Pulitzer: "Si no fuera por mi profesión, mi mundo sería más pequeño"

Ha recibido el Pulitzer 'Breaking News' por el reportaje que firma junto a otros compañeros de Reuters sobre las protestas en Hong Kong de 2019.

La fotógrafa de Reuters y premio Pulitzer Susana Vera

La fotógrafa de Reuters y premio Pulitzer Susana Vera. 

/ Paul Hanna

La foto que ha convertido a Susana Vera (Pamplona, 1974) en la primera mujer española en ganar un Premio Pulitzer (la organización ha reconocido su trabajo junto con el de otros de sus compañeros de Reuters en la categoría de 'Breaking News' por el reportaje que realizaron de las protestas en Hong Kong de 2019) recoge uno los momentos de mayor tensión que se vivió en ese rincón del sureste de China. "Mientras la policía lanzaba gases lacrimógenos contra los manifestantes, los agentes antidisturbios aparecieron entre la niebla y arrastraron a una docena de ellos al suelo para detenerlos. Me acerqué lo más que pude para mostrar la intensidad del momento en medio del caos antes de que la policía me empujara", ha relatado.

Hablamos con esta fotoperiodista cuya distinción ha llenado las redes sociales (que ella apenas utiliza) de felicitaciones de compañeros que hablan de un "ojo fotográfico privilegiado", de "buen criterio" y, sobre todo, "de categoría humana". Y cuyo trabajo, curiosamente, no se desarrolla habitualmente en zonas de conflicto: "Mi trabajo, como el de cualquier fotógrafo de prensa, es un compendio de noticias de actualidad, de política, de partidos de Champions y de reportajes de historias más íntimas y de más largo plazo que son los que más me interesan", explica.

Primera española en ganar un Pulitzer. ¿Qué se siente al ser la primera en algo?

Lo de ser primera o no primera no lo he considerado para nada, lo importante ha sido el subidón tremendo al recibir la llamada de la agencia diciendo que habíamos recibido el Pulitzer. Es un premio de equipo que reconoce a los fotógrafos de Reuters que formamos parte del reportaje de las revueltas en Hong Kong.

¿Qué hay detrás de esas fotos?

Para mí fue un pequeño bautismo de fuego. No tenía mucha experiencia en cobertura de conflictos y nunca me había enfrentado a una situación de tanta violencia. Tampoco había utilizado una máscara de gas, que reduce tu campo de visión y te obliga a cuidar la respiración para no hiperventilar. Mientras, tenías que mantener todos los sentidos a tope para realizar bien el trabajo y mantenerte segura, y eso significa estar pendiente no solo de lo que hay enfrente de ti, sino detrás.

La fotógrafa Susana Vera trabajando

La fotógrafa Susana Vera, durante un reportaje. 

/ Carlos Rosillo

¿Y el balance ha sido…?

Fue un refuerzo de autoestima, un logro personal, me permitió enfrentarme a inseguridades y miedos. Y ha sido un recordatorio de que hay que salir de tu zona de confort para avanzar y de que hay momentos en mi vida en los que me he quedado parada por comodidad. No hace falta irse a un lugar en el que tu integridad física pueda verse comprometida, pero sí hacer temas que supongan un esfuerzo y no quedarse en los que te salen de forma innata porque ya entiendes su lenguaje.

¿Cómo se hace para no llevarte a casa las emociones que ves en tu trabajo?

Hablar con tu familia, con los amigos, con los compañeros… Hay que sacar las emociones porque, si no lo haces, se van acumulando y terminas encerrándote en ti misma.

Estar en primera línea de tantas situaciones, ¿cambia la visión del mundo?

Es un privilegio y te proporciona una visión más real y diversa. Si no fuera por esta profesión, mi mundo sería más pequeño, acabaría conectando con personas que piensan y viven de forma muy parecida a mí. El periodismo es lo contrario: te da la oportunidad de conectar con quienes no son iguales. Es un esfuerzo porque tienes que aprender a comunicarte en ese contexto, pero también es un lujo. Y te enseña que, al final, a todos nos preocupan las mismas cosas.

Susana Vera trabajando en Hong Kong

Susana Vera en Hong Kong. 

/ D. R.

Ibas para periodista de prensa escrita pero, en el último momento, lo dejaste por la fotografía. ¿Qué encontraste en esta que no te daba la primera?

Estudié Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad de Navarra y en el último año me fui a la Universidad de Columbia en Missouri, que fue el primer centro en tener una rama universitaria de fotoperiodismo. Allí me aconsejaron que tomara una clase de iniciación a fotoperiodismo porque, aunque mi intención era ser periodista de prensa escrita, la fotografía hace que te fijes en detalles y eso ayuda a que los textos tengan más matices y adjetivos. Me enganché porque con la cámara era testigo directo de las historias: no es lo mismo estar hablando contigo que meterme con una cámara en tu casa.

¿Qué cosas no puede reflejar una fotografía?

Pueden necesitar un contexto para no ser malinterpretadas. Al final son instantes congelados y todo lo que ha pasado antes y lo que ha pasado después desaparece. Con la imagen lo que quiero es captar tu atención y que reacciones, y el contexto te proporciona información para tener una imagen más profunda de esa realidad.

En el mundo de la imagen en el que vivimos, con redes como Instagram a la cabeza, ¿es cuando menos trabajo hay para fotógrafos?

No lo creo. Es cierto que los canales de distribución tradicionales han cambiado y que las fotografías se han democratizado, algo que permite a todo el mundo expresarse de una forma visual, que es algo positivo. A la vez, se está produciendo una verdadera inundación de imágenes donde la máxima de 'menos es más' ha dejado de cumplirse y donde el ruido no deja ver las fotos que realmente tienen algo que contar. Se necesitan buenos editores y gestores que ayuden a discernir entre lo que es información veraz de lo que no lo es porque la gente está absolutamente abrumada de fotos, vídeos y noticias.

¿Por qué el fotoperiodismo es un mundo tan masculino?

En los últimos años las cosas están cambiando pero no todo lo rápido que quisiéramos. La cobertura de las grandes historias y el porcentaje de portadas en los medios están contadas tradicionalmente por un tipo de persona: hombre, de raza blanca y, en las agencias internacionales, procedente de los países de Europa del norte o de Estados Unidos. Los medios de comunicación deberían hacer autocrítica. Las mujeres no hemos tenido las mismas oportunidades. Aunque hay cambios: por ejemplo, desde hace dos años y medio, en mi agencia, Reuters, hay una política para dar oportunidades en función de género y raza. Eso sí, una vez que la tienes, tienes que demostrar tu capacidad. Para mí es un lujo formar parte de esa avanzadilla.

¿Qué aporta un objetivo femenino?

Me da igual que se sea mujer, hombre, blanco, negro, lesbiana, hetero, judío, indio, de Pamplona… Cada persona somos un mundo y nuestras experiencias son nuestro bagaje, que aportamos en nuestra mirada. Es fundamental que el bagaje de las personas que están documentando la vida en el mundo sea diverso. El dar siempre las oportunidades a los mismos disminuye esa riqueza.

¿Cómo se trabaja en el confinamiento?

Cuando lo que te toca cubrir está afectando directamente a tu familia y a tu entorno, la complejidad aumenta. Es distinto hacer reportajes en otros lugares que no son la puerta de tu casa porque aunque te dejen poso, luego regresas a tu cotidianidad. Ahora, cada día fotografío hospitales, residencias de ancianos, cementerios… y como cualquier persona que trabaja fuera de casa, estoy más expuesta. Quieres contar la historia pero no quieres poner en riesgo ni a tu familia ni a las personas a las que fotografías, ¡no quiero contagiar a una persona mayor, mi conciencia no me lo permite! En mi caso, estoy separada. Tengo custodia compartida y mi expareja, que está confinada, y yo decidimos que los niños estuvieran en su casa. Pero cuesta. Después de 40 días, dices: "Un momento, esto va para largo y yo no puedo estar sin mis hijos ni ellos sin mí". Ahora hemos vuelto a las entradas y salidas de antes. Tomando todas las precauciones necesarias, claro.

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