RD Congo: La cruda realidad de las mujeres

Las congoleñas sufren la peor ola de violencia sexual del mundo. Woman ha hablado con ellas y te explica qué puedes hacer para ayudarlas.

Las mujeres cruzan confrecuencia las fronterasentre bandos enemigospara vender sus productos.
Las mujeres cruzan confrecuencia las fronterasentre bandos enemigospara vender sus productos.

El colosal Nyiragongo, uno de los volcanes más activos del mundo, domina el horizonte de la ciudad de Goma (capital de Kivu Norte, situada en el oriente de la República Democrática del Congo, RDC). Su nombre significa ‘La madre de Gongo’. La leyenda cuenta que una joven fue víctima de una violación, y que la furia de su progenitora fue tal que se convirtió en el rugiente y amenazante cono de lava. Pero, por desgracia, en este enorme país centroafricano, las violaciones no solo están presentes en las historias populares: en él se sufre desde hace tiempo, la peor ola de violencia sexual del mundo, y en las provincias de Kivu Norte y Kivu Sur –en permanente conflicto armado desde hace más de una década– esta lacra alcanza sus cotas más altas.

Aquí, al atardecer, miles de mujeres abandonan las aldeas y se internan en la selva, de la que no volverán a salir hasta que reine la luz del día. Por la noche, las guerrillas se abalanzan sobre los pueblos en busca de dinero, comida y mujeres: hay localidades donde han sido agredidas hasta un 80% de ellas. Solo en Kivu Sur se denunciaron más de 25.000 violaciones en 2007. Las afectadas suelen ser repudiadas por sus maridos y rechazadas por sus propias familias, pues las tradiciones locales culpan del crimen a las víctimas, que no han querido o sabido proteger su honor. Y aunque la ley ha endurecido las penas para los delitos sexuales, tampoco se puede esperar gran cosa del sistema judicial congoleño: la inmensa mayoría de los ataques quedan impunes.

Además, el conflicto armado que arreció durante 2007 en Kivu Norte ha disparado las estadísticas. En junio se documentaron 2.000 agresiones. Como ha sucedido en otras guerras, la violación es utilizada sistemáticamente como venganza para destruir la sociedad del enemigo: con ella se le humilla, se desarticulan familias y se contagian enfermedades como el sida. La Relatora Especial de la ONU sobre la Violencia contra la Mujer, la turca Yakin Ertürk, se declaró «conmocionada» tras visitar la zona en 2007. En su informe, asegura que la ola de violaciones tiene su raíz en la discriminación secular que sufren las congoleñas en su sociedad. Aunque la legislación les reconoce un teórico derecho a la igualdad, también establece que la esposa debe obedecer al marido y solicitar su autorización para todo tipo de gestiones. El adulterio femenino es castigado hasta con un año de prisión, mientras que el masculino solo está perseguido penalmente en los casos que se suponen especialmente graves.

Y más fuerte que la ley es la costumbre. «En algunos grupos étnicos se practica el pago de una dote, lo que lleva a muchos hombres a considerar que han comprado a su mujer», señala Ertürk, quien constató que «el castigo a la ‘desobediencia’ de las mujeres disfruta de una considerable aceptación social».

Además de los contagios y los embarazos –las víctimas no suelen abortar–, una de las más terribles secuelas de las agresiones son las fístulas, lesiones internas causadas por la penetración violenta. El modélico hospital de Panzi, en Bukavu, capital de Kivu Sur, ha abierto un centro especializado en el tratamiento quirúrgico de estas heridas donde ya han sido atendidas cientos de mujeres.

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