Otra vida es posible

Dejaron París buscando un lugar mejor donde criar a sus hijos. Y lo encontraron en el Empordà (Girona), donde han abierto un coqueto hotel rural.

Otra vida es posible
Otra vida es posible

Es fácil encontrar la casa porque el viejo descapotable rojo de Sebastien suele estar en la puerta. Acaban de regresar de Argentina, donde han pasado unas semanas de vacaciones visitando a los padres de Marie, que han inaugurado allí unas bodegas: «Mi padre se jubiló hace poco y, después de una carrera profesional con grandes responsabilidades, decidió iniciar una nueva etapa con un cambio radical; compró una gran extensión de viñedos en Argentina, se trasladó a vivir allí con mi madre, y han levantado un interesante complejo en torno al vino.» Con este modelo paterno no es de extrañar que Marie dejara París hace un par de años para encontrar un lugar más tranquilo en el que ver crecer a sus hijos y disfrutar de su familia. Su pareja, Sebastien, de origen vietnamita, comparte su misma filosofía de vida: «Lo importante es saber adaptar el entorno a cada momento vital», comentan. «Ahora estamos bien aquí. Nuestro hijo mayor, Ethan, va a la escuela del pueblo y podemos pasar todo el tiempo que queramos con Lola, que está a punto de cumplir un año.» La pequeña nos sigue a todas partes con su parque, en su sillita o en brazos. «Dentro de un tiempo, cuando los niños crezcan, la situación cambiará y, seguramente, emprenderemos otra aventura que se adapte a nuestras necesidades.» Marie y Sebastien han tenido dos hijos, pero él cuenta en París con otros dos de una relación anterior. Por eso, a la hora de buscar un nuevo lugar donde establecerse, querían que la distancia con la Ciudad de la Luz no fuera excesiva. «Conocíamos la Costa Brava y siempre nos encanta así que, desde el principio, buscamos algo por la zona.» Con experiencia en el mundo de la restauración –Sebastien tenía un restaurante en París–, la idea de crear algo juntos sedujo también a la pareja, que ‘peinó’ el Empordà en busca de un paraíso a su medida. Marie, por su parte, que es licenciada en Sociología, también es una gran apasionada de la decoración: «El interiorismo y la cocina es lo que más me seduce ahora», explica. La búsqueda no fue fácil. Llevaban meses tras una bonita casa en el campo y poco después de darse un ultimátum –no había manera de dar con ella–, la encontraron. Está en el centro de un pequeño pueblo, Sant Jordi Desvalls, es de piedra, tiene patios y jardín. Y la ubicación es genial: a diez minutos de Girona, a quince de las playas y a poco más de una hora de Barcelona. Esta rectoría del XVIII apenas se tenía en pie, pero el tejado aguantaba y valía la pena. Tras un largo periodo de obras inauguraron Casa Migdia, un hotel rural abierto todo el año. Sebastien compagina su actividad en el negocio con las clases de francés que da en un colegio de Palamós dos días a la semana y, de momento, la vida transcurre con la placidez que soñaron.

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