Cuando nosotras ganamos más

En el 15 por ciento de los horgares españoles, el sueldo ‘fuerte’ lo aporta la mujer. Y eso puede ser un problema.

Cuando nosotras ganamos más
Cuando nosotras ganamos más

Reinventar los códigos de reconocimiento y convivencia entre los sexos no es tarea fácil. Sólo el 7 por ciento de las mujeres reconoce ganar más que su pareja. ¿Les da corte? Porque, si les preguntamos a ellos, resulta que en el 15 % de los hogares españoles somos nosotras las que aportamos el mayor sueldo a casa. En un país en el que se considera normal que la mujer gane un 28,9 por ciento menos que el hombre por hacer el mismo trabajo, da más vergüenza reconocer el propio éxito que la discriminación laboral por género. Seamos positivas. Da igual quien gane más, lo que interesa es que la vida y el proyecto en común funcionen. Y por suerte, hay hombres que lo ven clarísimo.

Sueña: ¿te imaginas llegar a casa después de un largo día de trabajo y encontrarte la cena preparada, la ropa planchada y los pequeños acostados?, ¿que tu pareja pactara reducción de jornada laboral para cuidar de vuestro bebé?, ¿que a la hora de pedir un crédito a un banco éste te lo concediera a ti en lugar de a él? Despierta: este panorama, más racional que idílico, es más común de lo que piensas. Aunque aún nos sorprenda. «A pesar de que la mujer está totalmente inmersa en el mercado laboral, a la sociedad aún le choca que sea ella la que tenga el sueldo más alto de familia, incluso que mantenga a su pareja», apunta Gerardo Meil, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid.

Naturalidad... y pragmatismo

La siguiente pregunta es obligada: ¿cómo asumen ellos esta nueva situación? «Depende de su mentalidad. Para la mujer no es un problema ganar más dinero que su novio o marido, aunque sea reticente a hablar del tema en público. En cambio, para el hombre sí puede serlo. Los que tienen una ideología de rol muy marcada, que no asumen que su pareja gane más dinero, empiezan a acomplejarse y a competir con ella. Están irritables, boicotean a su mujer o salen más con sus amigos», afirma la psicóloga Begoña Odriozola. «La mayoría de las parejas jóvenes vive esta situación con naturalidad», continúa. Y pragmatismo, añadiríamos nosotras. Porque se trata de llegar a fin de mes, no de perpetuar roles que ya no se aguantan. «Cobro el doble que mi novio, pero esto no supone ningún problema. A mí no me importa que utilice mi dinero, y él ve normal que yo tenga una nómina más alta porque actualmente ocupo un buen cargo en mi empresa», cuenta María (directora de márketing, 30 años). «También es consciente de que nadie regala nada y que, a mayor sueldo, mayor responsabilidad y jornadas largas, así que intenta descargarme de la intendencia casera.»

La igualdad también es eso

«Mi mujer trabaja a tiempo completo, yo me encargo de los niños, hago la compra y preparo la comida para todos. Antes pensaba que esta situación sólo sería temporal, pero me he dado cuenta de que éste es un trabajo como cualquier otro y que, de esta manera, podemos estar en un plano de igualdad», dice Guillermo (36 años), quien, tras ocho meses en paro, ha decidido adoptar el papel de amo de casa de forma indefinida. ¿Significa esto que se está produciendo un intercambio de papeles en la pareja? «Más que de intercambio de funciones, podríamos hablar de espacios que ya no están segregados por géneros. Es decir: el espacio público ya no es exclusivo del hombre… ni el privado de la mujer», nos aclara el sociólogo Meil. Algo que se traduce en más féminas con cargos superiores y más hombres con delantal.

Hombres vagos, mujeres activas

Pero no nos engañemos, porque aún existen parejas en las que él juega a ser el zángano y ella la abeja obrera. Hablamos de ese tipo de hombre ocioso, que no aporta nada a casa, mientras su mujer lidia con interminables maratones laborales. Ordiozola se muestra tajante al respecto: «El hombre parásito siempre ha existido. Creo que el hombre mantenido responde al estereotipo de vago. Los hay que desde pequeños lo han tenido todo y no valoran el esfuerzo, y los que no tienen ninguna motivación y siempre han sido cuidados por mujeres (madres, hermanas, esposas)». Eso sí: diferenciemos al zángano de ese otro prototipo de hombre, más zalamero, que tampoco da un palo al agua pero que, al menos, te hace sentir como una reina. Si tu nómina da para pagar a quien se encargue de que en tu casa todo funcione… ¿qué problema hay?

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