Sarah Gilbert, la creadora de la vacuna Astrazeneca a la que han dedicado una Barbie
Desde la Universidad de Oxford, esta experimentada viróloga lideró el equipo que trabajó contrarreloj para desarrollar la vacuna Astrazeneca para el COVID-19. Sus hijos trillizos fueron de los primeros seres humanos en probarla. Ahora, sale al mercado una muñeca en su honor.
La viróloga británica Sarah Gilbert ha sido la líder del equipo de más de 250 investigadores que, en la Universidad de Oxford, trabajó a contrarreloj para desarrollar la vacuna Oxford-Astrazeneca para el COVID-19. Esta investigadora es tan carismática, que Mattel ha lanzado una muñeca Barbie, en plan investigadora, en su honor. “Espero que sirva de inspiración para las jóvenes y niñas para dedicarse a las disciplinas científicas”, ha dicho Gilbert en un vídeo, tras manifestar lo mucho que le sorprendió que crearan una muñeca a su imagen y semejanza.
Suele contar Sarah Catherine Gilbert (58 años), viróloga británica, profesora de la Universidad de Oxford y cofundadora de la empresa de biomedicina y biotecnología Vaccitech, que siempre quiso trabajar en la investigación médica. La carrera contra el Covid-19 en plena pandemia ha sido una prueba de fuego. “Hemos tenido que trabajar muy deprisa y para avanzar en el desarrollo de una vacuna que normalmente toma unos cinco años”, ha reconocido ante la prensa británica.
Gilbert no es ninguna recién llegada, sino que es una científica especializada en el desarrollo de vacunas contra la gripe y los patógenos virales emergentes. Su carrera es brillante y, entre sus éxitos se incluye haber liderado el desarrollo de la investigación y las pruebas posteriores de una vacuna universal contra la gripe, que se sometió a ensayos clínicos en 2011. Pese a ser una mujer discreta que cumple su papel de científica devota a su profesión, lo cierto es que la historia de Sarah Gilbert es fascinante.
Desde niña sabía que quería investigar para conseguir avances en la Medicina. Sin embargo, y pese a tener clara su vocación, no todo el camino ha sido sencillo. Cuando tenía 17 años ya le tocaba decidir qué estudiar, no tenía muy claro qué carrera era la indicada. Tras descartar algunas, se decidió por hacer Biología en la Universidad de East Anglia, en Norwich, al este de Inglaterra. Luego completó su formación con un doctorado en Bioquímica, tras lo cual comenzó a trabajar en la industria biotecnológica, donde aprendió a desarrollar medicamentos.
Ganaba menos de lo que costaba la guardería de sus trillizos
A comienzos de los 90, Sarah Gilbert obtuvo un puesto postdoctoral senior en la Universidad de Oxford para investigar en el campo de la genética, la malaria y los parásitos. A partir de ese momento empezó su especialización en vacunas, un trabajo de alta intensidad y bajo sueldo que conciliaba como podía con su vida privada. En 1998 dio a luz a trillizos, que nacieron prematuros, y un año después de convirtió en profesora universitaria, aunque no sería adjunta hasta el año 2004.
Su caso es paradigmático del de muchas investigadoras que compaginan investigar con lcrear una familia. Gilbert ha señalado las dificultades que encuentran las gentes de ciencias en general, y, en particular, las mujeres, para conciliar el trabajo y la vida personal, además de los bajos sueldos. “La tarifa de la guardería eran mayor que mi salario. Ser científica y madre es casi imposible sin apoyo”, declaró a la BBC. En su caso, fue su pareja quien renunció a su carrera para que ella pudiera continuar la suya. Sin ese apoyo, ha reconocido ella, habría tenido que dejarlo.
Hoy, sus trillizos tienen ya 23 años y estudian Bioquímica, como su madre. Muy interesados en las investigaciones que lidera su progenitora, los tres se ofrecieron como voluntarios para los ensayos de la vacuna de su madre. Gilbert dijo que no temía los posibles efectos adversos. "Hemos utilizado este tipo de vacunas varias veces en el pasado, por lo que no esperamos sorpresas”, dijo. Además, la científica ha aprovechado el foco mediático para denunciar la desprotección del planeta y la relación de ello con la aparición de virus como el COVID-19.
Proteger los hábitats naturales
La profesora Sarah Gilbert ha advertido que la actividad humana está impulsando una creciente amenaza de virus y, lo que es más preocupante, ve poco probable que el riesgo disminuya. “La mayor densidad de población, más viajes, la deforestación: todo ello contribuye a que sea más probable que ocurran estos brotes y un virus se propague sin control", ha dicho en declaraciones a The Independent, “deberíamos esperar que surjan más brotes de enfermedades de animales a humanos en el futuro”.
Unas palabras que corroboran las agencias internacionales de Medio Ambiente. Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en la actualidad un 60% de las enfermedades humanas tienen un origen animal, o sea, son zoonóticas. Las más conocidas serían la rabia o la tiña, pero no son las únicas. La cifra de enfermedades zoonóticas se incremena hasta el 75% en algunas más recientes, como ébola, zika, gripes aviares y virus tipo SARS que incluyen al causante del COVID-!9.
El problema es la actividad de los humanos, el cambio climático y la transformación del uso de las tierras contribuye a la destrucción de los hábitats de los animales silvestres. Todo ello ha causado que, en la actualidad, el mundo asista a una emergencia de las enfermedades zoonóticas, advierten desde el PNUMA y entre las que podría estar el Covid-19. Hoy, este virus se ha transmitido ya a más de 200 millones de personas, ha causado ya alrededor de 4,2 millones de fallecimientos en todo el mundo y se ha convertido en la pandemia más importante del último siglo. La gran esperanza es que las vacunas logren la inmunidad de grupo.
Gilbert no ha sido la única mujer en liderar un equipo científico para desarrollar una vacuna antiCovid-19, también lo han hecho Chen Wei en China y Kizzmekia Corbett en Estados Unidos. Mujeres que son un ejemplo para todos.
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