Sara Mesa: “En una familia autoritaria aprendemos a actuar para complacer a los demás, no sabemos quiénes somos”

Sara Mesa

La autora española Sara Mesa (Madrid, 1976).

/ Sonia Fraga

Es un valor seguro: sus novelas atesoran multitud de premios, son nombradas libros del año y aclamadas por la crítica. Sara Mesa, nacida en Madrid en 1976 pero criada en Sevilla, es autora de éxitos como "Cuatro por cuatro" (finalista del Premio Herralde de Novela), "Cicatriz", “Mala letra” o "Un amor". Este último título, uno de los más aclamados en 2020, está siendo adaptado al cine por Isabel Coixet).

Experta en capturar atmósferas asfixiantes y personajes perturbadores que a menudo no saben comunicarse, ahora publica “La familia”. En ella, echa por tierra una institución a menudo mitificada para fijarse en sus grietas y en cómo nos puede condicionar. La novela está protagonizada por un padre autoritario que trabaja en un bufete de abogados, una madre sumisa y cuatro hijos que sufren las consecuencias.

¿Qué te movió a querer ahondar en esta ocasión en ese gran microcosmos que es la familia?

En un principio yo quería escribir sobre niños, cuentos en los que las voces y miradas infantiles fueran centrales, tal como hice en mi libro “Mala letra”. Pero mi plan inicial se desbocó, se fue convirtiendo en otra cosa, en una historia mucho más compleja, de dimensión novelística, en la que entraban también adultos, lógicamente la familia, los padres, de estos niños, pero también ellos mismos cuando se hacen mayores. De algún modo se impuso la idea de que nuestro crecimiento y desarrollo está muy condicionado por el tipo de familia de la que formamos parte, lo que no excluye, por supuesto, el origen social, más bien al revés.

Háblanos de cómo has construido ese gran personaje que es el Padre. ¿Con qué intención has creado un ser tan detestable?

El personaje del padre es central y muy, muy complejo. A mí no me resulta detestable. Más bien me resulta preocupante el poder que tiene, porque en realidad es solo un gigante con pies de barro, alguien que ha asumido con grandilocuencia y narcisismo su papel conductor de la familia, alguien en algunos momentos casi cómico, pero que ejerce una influencia enorme sobre quienes lo rodean. Es imposible retratar un personaje así con un relato único, porque él es también víctima de sí mismo y hay muchos lugares desde donde enfocarlo, incluyendo su propio pasado familiar. Por eso creo que la estructura poliédrica del libro, que se organiza en estampas o pequeñas historias, es más útil para mostrar toda esta complejidad.

¿Qué consecuencias puede tener esa mentalidad tradicional de autoritarismo, rectitud, pretensiones morales y opresión?

Básicamente crecer con miedo y sin llegar a alcanzar un verdadero autoconocimiento. Cuando desde pequeños nos enseñan que obedecer es sinónimo de recibir cariño y cuestionar la autoridad es sinónimo de perderlo, aprendemos a actuar para complacer a los demás, nunca sabemos realmente quiénes somos. Pero yo tampoco quería hacer un retrato tradicional de la mentalidad tradicional, valga la redundancia, es decir, no se trata una cuestión generacional de un modelo educativo obsoleto. La familia de mi libro es muy peculiar, mezcla rasgos digamos tradicionales con otros más innovadores, lo que no se cuestiona jamás es la autoridad. Hoy día muchos padres siguen imponiendo a sus hijos su manera de ver el mundo, sus principios éticos, mediante prohibiciones y coacciones. Me da igual que estos principios sean buenos si la manera de educar sigue basándose en la autoridad incuestionable y el miedo.

Portada La familia Sara Mesa

"La familia", la nueva novela de Sara Mesa.

/ Anagrama

Tanto la Madre como los hijos de esta familia sufrirán esas consecuencias. Quizás quien se libra es el hijo pequeño, Aqui. ¿En su personalidad e inteligencia podrían estar las claves para “sobrevivir” a la familia?

Los personajes miembros de esta familia son personajes literarios, no símbolos ni modelos aplicables a otras familias. Cuando los describo cuento su historia sin pretender establecer claves abstractas, aunque por supuesto quiero crear personajes complejos, no prototipos. Así, las dos niñas y dos niños de esta familia son muy diferentes entre sí a pesar de criarse bajo el mismo techo, esto es una realidad que vemos a diario, la diferencia entre los hermanos debido a los distintos rasgos de personalidad. Aquilino, el hermano pequeño, es en efecto quien tiene una personalidad más marcada, con menos miedo, y eso hace que no le afecte tanto el entorno. Su sentido del humor, se nos dice, está a salvo, le permite ver las cosas con cierta distancia. ¿Es el más inteligente? No lo creo. Es un superviviente que no se permite las emociones.

La novela arranca con una consigna: en esta casa no hay secretos, son nocivos. Los secretos familiares han generado mucha literatura, ¿qué papel juegan en tu novela?

Es que esa consigna representa bien esto de “dime de qué presumes y te diré de qué careces”: cuando los padres van presumiendo de que lo saben todo de sus hijos o las parejas de que se lo cuentan todo-todo, siempre pienso qué ocultan, porque bajo esa jactancia suele haber una mentira. Ojo, que muchas cosas no se cuentan no por maldad, sino por temor a no ser entendidos o rechazados, por no decepcionar o no querer hacer daño. Es verdad que los secretos familiares tienen una gran tradición en la literatura, pero a menudo no tienen por qué ser grandes secretos ni secretos oscuros. Yo quería hablar más del mecanismo que nos lleva a ocultar más que del hecho ocultado en sí.

En contraposición a la amargura de vivir de Damián Padre está la vitalidad y la alegría del tío Óscar. ¿Viene a querer decir que una familia no asfixiante es posible?

Claro, por supuesto que sí, como he dicho antes esta familia no es modelo de todas las familias, ni el libro pretende ser un tratado sobre la institución familiar. Sí me interesaba representar la imposibilidad de mantenerse aparte del mundo, esa idea tan loca y conspiranoica del padre de “todos están equivocados menos nosotros”, esa manera tan sectaria de despreciar los valores de su época. La visita del tío Óscar supone una entrada del mundo exterior en esa casa de la que la familia apenas sale. Luego, cuando los niños crecen, conocen gente y estudian, aparecerán otras grietas. La familia del inicio no es la misma que la del final, se ha ido desmoronando por la fuerza arrolladora de la vida.

En tus novelas sueles crear atmósferas inquietantes, opresivas. En este caso, la genera la familia y la propia casa de la que apenas salen. ¿Por qué ese gusto tuyo por generar ese tipo de ambiente?

No tengo ni idea, pero debe de ser algo que está en mi naturaleza, fijarme más en lo pequeño, en lo que parece más abarcable aunque después no sea nada sencillo de abarcar. Me fascinan las posibilidades narrativas de los espacios cerrados, pero no puedo explicar la razón, ni yo misma la sé.

Sara Mesa

Retrato de Sara Mesa.

/ Lidia Lahuerta

¿Los personajes que creas son totalmente imaginados o en qué medida te inspiras en la gente que conoces?

Nunca nada de lo que escribo es totalmente imaginado, no creo en la imaginación absoluta, sin arraigo. Para mí la imaginación es el proceso de transformación de la realidad observada en ficción literaria. Por supuesto que me inspiro en gente real, en situaciones reales que he vivido o de las que he sido testigo, pero lo someto todo a un procesamiento literario, mezclo cosas, modifico otras. Shirley Jackson decía que la cabeza de un escritor es como ese cajón desastre que todos tenemos en casa donde hay mezclados multitud de objetos sin sentido, llaves, bombillas, fotos, pilas gastadas, lápices, recibos. Yo me identifico con esta idea. Voy guardando cachitos de la realidad en un almacén mental o escrito, y luego las utilizo (o no).

“Cuatro por cuatro”, “Cicatriz”, “Un amor”… Tus novelas no cesan de atesorar premios y buenas críticas. ¿Cómo vives todo este éxito?

Fíjate que a mí la palabra éxito me viene grande, siempre me chirría. El éxito para mí sería algo mucho más íntimo y complicado de conseguir, algo que tiene que ver con el sentido de lo que hago. Pero por supuesto, me siento muy agradecida por ser publicada y leída y por la buena recepción crítica. Lo único que llevo mal es la exposición pública, pero a estas alturas he optado no por tratar de superarlo, sino de buscar fórmulas para hacerlo más llevadero.

Por suerte, el sector literario está dando ahora mucha mayor visibilidad a las escritoras, ¿quiénes destacarías entre tus predilectas?

Uf, no pararía. En mi altar están Alice Munro, Iris Murdoch, Fleur Jaeggy, Hebe Uhart, Ivy Compton-Burnett (¡imprescindibles, por cierto, sus retratos familiares!)… Pero por nombrar a escritoras españolas contemporáneas, sin duda, Cristina Morales, Esther García Llovet, Marta Sanz, Pilar Adón, Sabina Urraca, Andrea Abreu…

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