Celebramos la Feria del Libro de Madrid con Luis Landero, uno de los autores españoles de más éxito

Su libro "Una historia ridícula" (Tusquets) sigue siendo de los más vendidos este 2022. Hablamos con él. 

Luis Landero

Luis Landero estará firmando en la Feria del Libro de Madrid.

/ Cortesía Tusquets

Tras el apabullante éxito de "Lluvia fina" (2019) y la incursión en su memoria literaria "El huerto de Emerson" (2021), Luis Landero está entusiasmando con su regreso a la novela. "Una historia ridícula" da voz a Marcial, un hombre resentido y con un alto concepto de sí mismo, cuyo mundo se desmorona cuando se enamora de Pepita, una mujer perteneciente a una clase social e intelectual más alta. Hace reír a carcajadas.

Es curioso como un libro con tanto humor puede esconder mucha tragedia y muchas verdades incómodas de la vida y de nosotros mismos.

Es que el humor es muy serio. El humor es un instrumento, una herramienta de conocimiento fundamental. Con el humor, además, nos distanciamos de las cosas, y al distanciarnos, vemos las cosas con mayor lucidez y objetividad y dejamos en suspenso la emoción. Donde hay emoción, no hay humor. El humor es bastante más serio de lo que parece.

¿Por qué ha decidido crear a este personaje tan bufonesco que es Marcial Pérez?

No lo sé, la verdad. Hace muchísimos años, quizás 40, escribí un texto breve donde ya aparecía él. Aparecía su voz, su música verbal. Durante la pandemia, hace dos años, dije: «A ver qué tiene que decir este hombre», y entonces empezó a hablar. No sé bien de dónde sale pero supongo que de mis experiencias, de los Marciales que yo he conocido en mi vida.

¿Ha conocido muchos?

Sí, yo he conocido bastante gente así. Gente que tiene su filosofía, sus cuentas pendientes con el mundo y con el prójimo, que tiene su cultura, que no es la alta cultura sino una "culturilla" hecha con retazos y que tiene sus ínfulas… Yo he conocido a gente así, pero de los muchos Marciales que he conocido, he hecho uno nada más.

¿Alguno de ellos amigo?

No quisiera tener un amigo como Marcial. No he conocido a ninguno como el de la novela, pero sí gente que tenía rasgos, ciertos parecidos y afinidades. Todo esto uno lo exagera, lo estiliza… y de ahí surge este personaje extravagante, pero que está sustentado en la realidad.

No tendrá nada de usted, ¿no?

No, por Dios. En todo caso, yo le he prestado alguna idea, comparto con él alguna idea, pero no tiene nada que ver conmigo. Eso ha hecho que yo me divirtiera escribiendo la novela y me haya reído a menudo. Ha sido como si manejara los hilos de un guiñol.

Marcial es un hombre simple, antipático, resentido, analítico, tiquismiquis… ¿al final no se le ha cogido un poco manía, incluso de odio?

A mí en el fondo no me cae mal. Yo creo que tiene un fondo de ingenuidad y de inocencia. Creo que defiende su dignidad por adelantado porque desconfía de los demás, porque de niño se han burlado de él, él sale ya de la infancia ofendido y humillado. Va enseñando los dientes, como los perros, que luego no muerden pero enseñan los dientes para precaverse contra las posibles burlas. En el fondo no es mala persona, tiene un mundo desquiciado. De manera que no acabé cansado de él... Bueno, en realidad acabé cansado de escribir sobre él… Bueno, quizás un poco sí ahora que lo dices, fue como: «venga Marcial, cállate ya de una puñetera vez» (risas).

Una historia ridícula

Portada de "Una historia ridícula" (Tusquets), de Luis Landero.

/ Tusquets

Vayamos a uno de los meollos del libro. ¿El amor nos vuelve locos?

Sí, claro, el amor es una locura transitoria. Es un modo de locura. Todos los que nos hemos enamorado lo sabemos. Sobre todo, cuando nos hemos enamorado de un modo muy fuerte, como se cuenta en los folletines, o en algunas películas, o como los poetas románticos nos dicen. Yo esos amores los conocí sobre todo en la adolescencia, cuando yo me enamoraba según me habían enseñado Bécquer, Neruda, Juan Ramón… esos eran mis modelos. Es un tipo de locura: uno pierde la noción de la realidad, se inventa al amado o amada, es un estado de enajenación transitoria.

¿Ha cometido muchas locuras de amor?

No, locuras no. Es en mi adolescencia cuando me enamoraba perdidamente de las chicas del barrio, que además no me querían. Y yo me decía: «ahora qué hago». Caía en un estado de desesperación. «¿Qué hago? Me suicido o escribo versos? Mejor escribo versos» (risas). Los escribía imitando a mis héroes románticos, pero locuras no he cometido ninguna, así que yo recuerde. Noches en vela, tristezas infinitas, ganas de matarme… de eso mucho y con todo ese tremendismo propio de la adolescencia.

En una cosa tiene razón Marcial: cuánto se parece el amor al odio, verdad?

Es verdad. Son sentimientos contrarios, pero que de algún modo tienen un gran parecido. Incluso los flechazos no existen solo en el amor, existen también en el odio. Cuántas veces ves a una persona y piensas nada más verla, ¡qué antipática!, es como un flechazo a la inversa. Y la gente que se odia, a veces, se odia ya para toda la vida. «¿Juras odiarme hasta el final?» Como se dice en las bodas. Y quizás el odio dura más que el amor. El amor acaba languideciendo, pero el odio se mantiene vivo durante más tiempo. No soy un experto, pero tengo la sensación de que las heridas del odio sanan peor que las heridas del amor.

Intuyo que usted no ha odiado mucho en esta vida.

No, no, lo justo. Ahora a Putin lo odio, como todos. El odio afortunadamente no lo he conocido. Sí antipatías, rechazo... de eso bastante, pero eso te lo callas y tratas con la gente disimulando. Para convivir hay que ser un poco hipócrita, insincero, no puedes ir diciendo toda la verdad de lo que piensas.

De hecho ese es otro gran tema del libro: el teatro que es la vida y el papel que cada uno representamos en esta comedia…

Comparar la vida con el teatro es viejo y tentador, porque uno no representa un papel, sino diversos papeles. Uno no tiene un solo yo. Cuando uno se enamora, interpreta un papel más vistoso, porque uno quiere seducir a la amada. Bueno, en el fondo siempre queremos seducir al prójimo, caer bien, que te quieran. Al final, cae el telón y ya sabemos cómo es el final... pero la vida tiene mucho de teatro, claro que sí. Todos y todas actuamos cuando nos relacionamos con los demás.

¿Todos somos un poco ridículos también en el fondo?

Desde luego la condición humana es un poco ridícula, porque si vemos las minucias de la realidad, cómo nos enredamos en pequeñas cosas diarias, cómo nos enfadamos a veces por nada… todo eso tiene algo ridículo. Incluso los amores vistos desde fuera son un poco ridículos, los amantes se llaman "cielito", "amorcito", "mi alma"… Desde fuera son cursilerías, desde dentro no. Si lo miras con humor, resulta ridículo. Eso lo decía Schopenhauer muy bien, el paisaje que presenta un individuo visto en conjunto es una tragedia. Es verdad que el destino del ser humano tiene mucho de tragedia, pero si acercas la lupa y miras las minucias de la realidad cotidiana, resulta un sainete. La vida tiene algo de tragedia y algo de sainete, según donde pongas el foco.

Está con la promoción del libro pero, ¿ya tiene en mente un nuevo proyecto? ¿Cómo trabaja?

Tengo algunas ideas pero necesito tiempo, lentitud y dedicación para ver si esas ideas me sirven o no. En el caso de que me sirvan, para desarrollarlas. Ahora con la promoción voy como los feriantes de plaza en plaza y no tengo tiempo. En cuanto la acabe, me pondré a escribir. Porque escribir es mi vida. Sin escribir, mi vida carece de sentido y no sabría qué hacer.

Los escritores no conocen la jubilación, ¿verdad?

No, yo desde luego no. ¡Cómo voy a jubilarme! Sería como jubilarme de respirar. Escribir es mi oxígeno, una necesidad. Eso sí que es un enamoramiento pertinaz.

¿Es muy metódico a la hora de escribir?

Yo siempre escribo por las mañanas, me encantan. Cuando fui profesor siempre di clases por la tarde, de manera que no es que solo sea metódico, soy tozudo más bien. Para ser novelista hay que ser tozudo como una mula y ponerse incluso los días en los que no estás inspirado porque, poco a poco, la inspiración acaba llegando. Si no ese día, mañana, pero hay que sentarse todos los días. Sarna con gusto no pica.

¿Qué está leyendo últimamente?

Estoy leyendo un librito de Jesús Marchamalo sobre José Hierro. Y he terminado la última novela de Javier Pérez Andújar, “El año del búfalo” que ganó el Premio Herralde.

¿Lee a autores jóvenes?

Me gusta mucho Marta Sanz, Sara Mesa… Intento estar un poco al día, lo que pasa que es imposible porque se publica tanto… Además, a cierta edad uno ya relee mucho. Es un placer releer.

Me ha citado a dos escritoras. Es increíble el auge de mujeres escritoras que está habiendo en los últimos tiempos...

Es toda una revolución lo que está ocurriendo en los últimos tiempos. Había un feminismo que no hacía mucho ruido hasta que de pronto ha explotado. Me parece estupendo, la mujer tiene que reivindicar los mismos derechos en todos los sentidos, yo cada vez que pienso que hasta 1930 las mujeres no tuvieron derecho a voto, me parece algo insólito, uno se queda asombrado. Hay muchas cosas que conseguir. Me parece absolutamente justo y necesario.

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