Julia Navarro: "Siempre pretendo viajar a lo más recóndito del ser humano"

La autora madrileña, una de las más vendidas, regresa con “De ninguna parte” (Plaza & Janés), una novela lúcida que habla de desarraigo, inmigración y búsqueda de identidad a través de dos protagonistas: un judío y un terrorista islámico.

Julia Navarro

La autora Julia Navarro acaba de publicar "De ninguna parte" (Plaza & Janés)

/ Juan Manuel Fernández

Transmite calma incluso cuando habla de las cosas que más le enervan. Segura y apacible, Julia Navarro dejó el periodismo político para convertirse en una escritora de éxito: siete long Sellers avalan su trayectoria, con títulos por todos conocidos como “La hermandad de la Sábana Santa” –su debut- o “Dime quién soy” –recientemente convertida en serie-. Hablamos con ella de su nueva novela “De ninguna parte” (Plaza & Janés).

Vuelves a Oriente Medio, escenario y tema que ya tocaste en tu novela “Dispara, yo ya estoy muerto”... ¿por qué?

Para mí, Oriente Medio, como todos los escenarios de mis novelas, es eso, un escenario. Intento contar historias de personajes, el resto es solamente un atrezzo para narrar lo que yo quiero. En este caso, el tema principal es la identidad y el problema del desarraigo: cómo las circunstancias de nuestras vidas nos marcan y, a veces, la mochila con la que partimos nos condiciona a ir en una dirección u otra.

Desde luego a los dos protagonistas, Abir y Jacob, les condiciona…

Abir nace en un campamento de miseria en el sur del Líbano. Jacob es judío, pero tampoco ha nacido en Israel. Trato el conflicto de identidades que se le plantean al uno y al otro. Ambos viven vidas que ninguno de los dos hubiera elegido. Al final, lo que yo siempre pretendo es viajar a lo más recóndito del ser humano.

De ninguna parte

Portada de "De ninguna parte" (P&J).

/ Juan Manuel Fernández

¿Cómo puede afectar el desarraigo?

Ahora vivimos en una sociedad globalizada, pero todos somos hijos del lugar donde hemos nacido, de lo que nos han enseñado de pequeños, de los sabores, de los olores, de la cultura, de los códigos de conducta... Podemos, sin duda, reinventarnos, pero todo eso lo llevamos en la mochila. El tema de la inmigración es uno de los más grandes a los que nos enfrentamos. A mí me parece deleznable el tratamiento de los países europeos con los inmigrantes: que los rescatemos del mar para luego encerrarlos en un recinto, me rompe el alma. Es un problema al que no se está dando respuesta. Dejan sus casas porque están huyendo de la miseria, de la guerra, de la violencia... vienen en busca de una vida mejor y su llegada no puede ser más desoladora. Esas personas que dejan tantas cosas atrás, se tienen que enfrentar a una sociedad distinta, es muy difícil. En la novela quería hablar de cómo se sienten esas personas que sufren ese desarraigo.

Dentro del conflicto Israel-Palestina, tratas un tema muy interesante, el de los refunesiks, los soldados que se niegan a ocupar Palestina. ¿Qué nos puedes explicar de ellos, es un movimiento residual o tienen cierta fuerza?

Israel es un país con muchos estereotipos. Allí hay mucha gente en contra de la ocupación, muchos jóvenes no están ahí para liarse a tiros con los palestinos. Merece la pena dar a conocer que la sociedad israelita no es una sociedad uniforme en la que todos piensan lo mismo. Hay jóvenes que van al servicio militar pero no quieren luchar en los territorios ocupados y es un gesto valeroso por su coste personal, pues a menudo cuentan con la incomprensión de los compañeros, de su familia y de la sociedad. No es un movimiento numeroso pero sí existe y me apetecía ponerlo en valor.

Abir es un terrorista yihadista. ¿Te has inspirado en algunos de los terribles atentados que nos ha dejado el terrorismo yihadista para crear su personaje?

Son muchos años leyendo sobre lo que está sucediendo en Europa con los atentados, lo que vivimos en Madrid con el 11 M y en Barcelona hace no tanto tiempo... Yo intento bucear en lo que hay detrás de esas personas que, de repente, deciden quitar la vida a otras. Viajo a lo más recóndito del ser humano para intentar entender los porqués, no para justificar. Jamás voy a justificar la violencia. Pero sí me interesa saber qué resorte se desata en el ser humano para tomar esa decisión. En la novela quería reflexionar sobre ello.

Julia Navarro

Julia Navarro.

/ Juan Manuel Fernández

¿Qué le dirías a la gente con prejuicios hacia la inmigración?

Los prejuicios, desgraciadamente, existen. Es terrible irte a un lugar en busca de una vida mejor y encontrar esa mirada desconfiada. Por eso, Europa debe reflexionar sobre cómo está tratando a los inmigrantes, de manera individual y colectiva. Esos prejuicios solo hay una forma de vencerlos: cambiando nuestra mirada, siendo capaces de crear una sociedad que reciba bien al inmigrante. Nadie deja su casa, familia y amigos, sus costumbres, todo, porque sí. Las personas que se tiran al Mediterráneo en una patera tienen motivaciones muy fuertes. Hay que enseñar a la gente la necesidad de ayudar al que viene, hacer un ejercicio imprescindible que es ponernos en la piel del otro. ¿Qué pasaría si fuéramos nosotros los que tuviéramos que huir de nuestro país?

Y, sin embargo, nos encontramos con una sociedad cada vez más polarizada con posiciones radicales como la de Vox. Es preocupante.

Son preocupantes las posiciones radicales de todo el mundo. Los populismos, tengan el cariz que tengan, siempre son un peligro para la convivencia. Los que se creen en posesión de la verdad, terminan destrozando las sociedades. Es verdad que, en este caso, Vox sí tiene una posición de rechazo a los que vienen de fuera. Es absolutamente rechazable, condenable... a mí me provoca una convulsión. Tiene que haber políticas efectivas de acogida para que los inmigrantes se sientan bien recibidos. España ha sido un país inmigrante, como para que ahora la gente se ponga estupenda diciendo que vienen a quitarnos el trabajo. Esos discursos me repelen: los rechazo y me dan un asco espantoso.

Desarraigo e inmigración pero también está muy presente el conflicto Israel-Palestina. Como se dice en la novela, una guerra que nadie va a ganar.

Yo no quería explicar ese conflicto, insisto en que es una novela de personajes, pero tengo una opinión y es que son necesarios dos estados. Israel es un hecho irreversible, pero Palestina también tiene que ser un hecho irreversible. Tienen que aprender a vivir juntos. Costará generaciones que puedan establecer lazos de amistad y de confianza, pero lo importante ahora no es que sean amigos, sino que puedan encontrar un marco de convivencia aceptable para ambos. Y eso pasa por la creación del estado palestino, reconocido por Naciones Unidas y por todos los países, con unas fronteras, aunque sean provisionales. Ambas partes tendrán que hacer renuncias, es inevitable. Así que cuanto antes lo asuman, mejor para evitar el sufrimiento de las siguientes generaciones.

Julia Navarro

Julia Navarro.

/ Juan Manuel Fernández

Una de las claves del libro surge de la serie “Homeland”. ¿Te gustó mucho esa serie?

Tengo que confesar que no la había visto. Estaba un día hablando con un amigo sobre los desfibriladores y los aparatos que ponen en el corazón y fue él quien me habló de la serie y de un capítulo en el que sucede algo que he utilizado en la novela. Solo he visto una parte de la serie...

¿No ves mucha tele?

Muy poca. Ni siquiera durante la pandemia. He leído mucho, pero en televisión solo veo los informativos, no miro series.

¿Te quedaste contenta con la adaptación de “Dime quien soy”? ¿Te gustaría repetirexperiencia con alguno de tus libros?

No quiero repetir. Vamos a ver, no quiero decir “de este agua no beberé”, pero yo no escribo pensando en la televisión ni en el cine. Sí me quedé contenta con la serie. Eduard Cortés, el director, fue muy respetuoso, me sentí muy escuchada por él. El productor, José Manuel Lorenzo, no sé cómo soportó durante cinco años que yo hiciera las cosas tan difíciles: ya me he ganado un amigo para toda la vida. El trabajo de los actores es impresionante. Irene Escolar es la Amelia que yo había imaginado. Oriol Pla creo que es uno de los mejores actores del momento. Estoy satisfecha.

Decías que habías leído mucho, ¿qué nos puedes recomendar que te haya apasionado?

Hacía mucho tiempo que no leía poesía y he vuelto a ella. Luego he releído muchos clásicos. Y todo tipo de lecturas, soy una lectora compulsiva. Me vino muy bien el confinamiento para acabar esta novela y para leer.

Claro, te vendría bien el confinamiento para avanzar esta novela.

Te tengo que confesar que me nutro de vida para poder escribir. El estar absolutamente aislada, al principio, lo tomé como un descanso. El primer mes bien, pero después no. Yo necesito la vida para contar, necesito escuchar historias, ver gente, tener contacto con los demás... Esa soledad impuesta me terminó haciendo mella. Necesito salir a la calle, necesito a los demás.

Sin hacer spoilers, uno de los personajes es Helen, una periodista de pura cepa. ¿Te has fijado en ti misma y en tus años de periodista a la hora de crear el personaje?

Yo nunca me cuento a mí misma en mis novelas, me parecería muy pretencioso. Lo que cuento sí es esa pulsión que hay entre el periodismo y el poder. El poder tiende a querer que los periodistas contemos una versión de la realidad que es la que a ellos les conviene, y nosotros contamos lo que hay. El poder siempre trata a los ciudadanos como menores de edad. Y no: somos adultos y tenemos el derecho de conocer cómo es la realidad. Sea la que sea. No necesitamos cuentos para que no nos asustemos. Usted me cuenta la realidad, yo ya sacaré mis conclusiones. Tengo derecho a saber. Esa tensión entre el periodista y el poder es algo que yo he vivido y que está presente en esta novela. Pero yo no soy Helen.

Además de porque aparcaste el periodismo para dedicarte a la escritura, ¿cómo te ha cambiado la vida convertirte en una de las escritoras más importantes y más vendidas de nuestro país?

No sé si soy una escritora importante, he tenido suerte porque he contado con el favor de los lectores. Antes estaba todo el día al pie de la noticia, ahora me contento con saber lo que sucede a través de los periodistas. ¿Me arrepiento de haber dejado el periodismo? No, en absoluto. Creo, además, que lo dejé en el momento oportuno, cuando estaban cambiando las maneras. No me gusta el periodismo de trinchera, esas tertulias... Dedicarme a escribir novelas me ha abierto otras puertas, me ha enriquecido personalmente, es una experiencia el contacto con los lectores, voy a muchos clubs de lectura... No solo no me arrepiento, sino que estoy contenta. ¿En qué ha cambiado mi vida? No es lo mismo estar fuera todo el día buscando la noticia que estar en casa escribiendo. Pero como lo de estar encerrada no me va mucho, tengo las puertas abiertas al exterior para luego contar eso en mis libros.

He leído que llevas una vida muy ordenada: te levantas pronto para escribir, caminas, haces yoga, tienes toda la estructura del libro en tu cabeza antes de escribirlo... ¿nunca cometes locuras?

Soy muy calvinista a la hora de trabajar. Tengo una mente muy estructurada para dirigir mi día. Si no hago lo que creo que tengo que hacer, lo paso fatal. Soy muy exigente conmigo misma y eso me impide relajarme. Si me fijo que tengo que estar cuatro horas por la mañana escribiendo y escribo tres y media, me siento mal, no me compensa. Por eso estructuro mucho las cosas. Después de haber tenido una vida muy llena siendo periodista, porque para mí el periodismo es un trabajo de 24 horas, tenía que estructurar mi vida para no encontrar vacíos. Por eso me he impuesto un método de tal hora a tal hora trabajo, luego camino, luego hago yoga... pero sigo viajando mucho, quedando mucho con mis amigos...

Veo por tus dedicatorias que eres muy amiga de tus amigos.

Claro, porque yo no puedo contarme a mí misma sin las personas con las que he hecho mi recorrido vital, son importantísimos para mí. No sería la misma sin ellos.

¿Quién es tu mejor amiga o amigo?

¿Y quién Argos?

Es mi perro. Es un pastor alemán de nueve años y siempre me acompaña. Soy una defensora acérrima de los animales, me causa una ira enorme ver cómo se trata en España a los animales. Estoy muy comprometida con su defensa. Hay que penalizar el maltrato animal. Argos cuando me siento a escribir se expande en el sofá y yo le hablo, le cuento cuándo me he atrancado... Las personas que tenemos un perro no conocemos la soledad.

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