¿Hay alguien ahí fuera?

Si pasas de los veinte, eres soltera y te ganas la vida trabajando, Marian Keyes se convertirá en tu musa.

¿Hay alguien ahí fuera?
¿Hay alguien ahí fuera?

Es una de las mejores representantes del género chick lit, esa literatura escrita por y para mujeres jóvenes e independientes, cuyo máximo exponente fue “El diario de Bridget Jones”. Acaba de sacar a la luz su octava novela, “¿Hay alguien ahí fuera?” con el reto de superar los diez millones de ejemplares vendidos. Marian Keyes, irlandesa, se confiesa, a sus 43 años, ex alcohólica, pésima cocinera y adicta a los zapatos. A nosotros se nos presentó llena de ternura y humor.

Hay quienes opinan que el ‘chick lit’ es un género secundario y algo frívolo...

Estoy muy orgullosa de hacer este tipo de literatura con el que doy voz a otras mujeres. Esas mujeres que se enfrentan a un mundo confuso, porque crecieron creyendo que todos éramos iguales y, al hacerse adultas, descubren que es una gran mentira. Ellos siguen ganando más, suben más alto y no tienen que preocuparse ni de los hijos ni de estar perfectos las 24 horas del día.

¿El éxito de sus libros le ha proporcionado más seguridad en sí misma?

No. No es buena idea que la confianza en uno mismo provenga del trabajo que hace. Lo aprendí durante mi rehabilitación de la bebida: tu autoestima no puede tener una fuente externa, porque esta puede cambiar o incluso desaparecer, ¿y, entonces, qué te queda?

Siempre habla de los problemas en clave de humor. ¿Todos los irlandeses son así?

Sí, siempre hemos utilizado el humor como mecanismo de supervivencia. Aunque yo he tenido que aprender a reírme de mis desgracias.

¿Le han propuesto rodar películas de sus libros?

Han comprado los derechos de algunos, pero aún no se ha hecho nada. No sé si me gustaría, porque quizá el resultado sería horrible y cambiarían la esencia de mi novela.

¿Cuál es su ritual como escritora?

Escribo todas las mañanas en la cama. No pongo música ni contesto al teléfono porque me distraigo con mucha facilidad. No podría vivir sin hacerlo. Aunque ganara la lotería, seguiría teniendo personajes en mi cabeza… Mi trabajo me hace feliz.

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