El enorme fallo (y los muchos aciertos) de 'El caso Alcàsser'

El nuevo documental en cinco episodios de Netflix ofrece una impecable labor de investigación, aunque se deja fuera un detalle importantísimo, quizá el que más, ¿por qué apenas se habla de Antonio Anglés?

Caso Alcasser
Caso Alcasser / D.R.

Todo español que a principios de los 90 tuviera uso de razón recuerda exactamente qué estaba haciendo la mañana de enero de 1993 en la que aparecieron los cadáveres de tres mujeres jóvenes que enseguida se confirmó que pertenecían a Míriam, Toñi y Desirée, las llamadas “niñas de Alcàsser”, un grupo de amigas que había salido una tarde-noche en noviembre de 1992, a quienes sus padres y las fuerzas de seguridad el Estado buscaban sin descanso desde entonces.

Todo lo relacionado con aquel suceso es explorado con minuciosidad quirúrgica en ‘El caso Alcàsser’, el documental de Bambú Producciones para Netflix de cinco capítulos que te tendrá imantada al sofá desde el principio hasta el final. Nosotras ya lo hemos visto. Y aunque está lleno de momentos jamás vistos en antena y ofrece una visión de conjunto como nadie había ofrecido antes, tiene un gran ausente que no comprendemos cómo no tiene su propio capítulo.

¿Dónde está Anglés?

Aunque millones de españoles (encabezados por el padre de una de las víctimas, Fernando García), aún tienen dudas, lo cierto es que la justicia considera que los únicos culpables del triple asesinato fueron Antonio Anglés y Miguel Ricart. De hecho, el documental no se posiciona a favor de ninguna de las teorías, pero expone todas las pruebas que sirvieron para condenar al segundo, el único que pudo ser detenido.

Sin embargo, del primero, que habría sido el autor material de los hechos apenas se habla en el documental, prácticamente solo de pasada. Teniendo en cuenta que estará en la plataforma a disposición de un público (nuevas generaciones y extranjeros) no familiarizado con el caso, parece una omisión bastante importante, sobre todo cuando sí dedican tiempo para mostrar a los hermanos de asesino, del que solo mencionan su carácter violento.

Pero ¿por qué dejar que su hermana lo explique cuando dice que mandaba a sus hermanos pequeños a robar por él o que gritaba? ¿No habría sido más descriptivo que se narrara que tuvo secuestrada y encadenada a una ex novia y que por eso estuvo dos años en prisión, justo antes de los hechos? Tampoco se menciona su rocambolesca fuga por toda España, su supuesto viaje como polizón en un barco irlandés (del que en teoría saltó dos veces), el presunto secuestro y robo de un coche que perpetró en Madrid…

Se podría replicar que la conclusión es la misma: Antonio Anglés sigue desaparecido y hay serias dudas sobre si está vivo o muerto, pero se echa mucho de menos que el trabajo de investigación más profundo sobre el triple crimen no se detenga a analizar a, en fin, al criminal.

Momentos brillantes

Al margen del inexplicable desinterés de la producción por Antonio Anglés, la serie sí que consigue reconstruir los muy despedazados retales de un caso que aún hoy sigue removiendo conciencias en España. Como dice una de las periodistas del diario Levante EMV entrevistadas: por un lado sucedió el triple crimen de Alcàsser y, en paralelo, se empezó a armar el caso Alcàsser.

Y en este segundo sentido es donde acierta el documental. Por ejemplo, muestra el posiblemente retrato más completo de todo el fenómeno y de quizá su principal protagonista, Fernando García, el padre de Miriam: vemos el momento en que una periodista británica, Patricia Murray, le insta a llamar a los medios, sabedora de que el ruido mediático puede empujar a las masas; vemos todo su periplo judicial y televisivo; la recogida de firmas; la serena exposición de sus dudas razonables (por qué no hay sangre ni en la casa, ni en los colchones ni en el punto donde fueron asesinadas); la cámara oculta que le condenó al ostracismo… Y le vemos ahora, cansado y hundido, pero no resignado.

Comprobamos que Juan Ignacio Blanco, el periodista y criminólogo que alentaba las teorías de García, sigue haciendo caja con la tragedia (según se explica, al principio colabora y hace entrevistas, pero cuando la productora del documental le pide que enseñe la famosa cinta snuff que asegura tener desde los 90, deja de responder el teléfono).

Vemos también cómo las cadenas de televisión estrenaron la telebasura en España: colando cámaras en las viviendas familiares subiendo a las familias a un escenario para que explicaran qué sentían, pidiendo a una compañera de las niñas que explicara a cámara qué haría a los asesinos… Y todo ello el mismo día en el que aparecieron los cadáveres.

Vemos cómo años después programas como ‘Esta noche cruzamos el Mississippi’ seguían mostrando imágenes escabrosas (incluso de las autopsias). Y hay además mucho material inédito, como las imágenes del juicio y las declaraciones de Miguel Ricart (estremecedoras las preguntas que le realiza el abogado de la acusación popular).

Dicen sus responsables que han intentado repetir lo que ya lograron con ‘El caso Asunta (Operación Nenúfar)’, una exposición de hechos sin voz en off ni narrador que permita que el espectador decida qué versión le resulta más verosímil, pero quizá por el impacto social esperábamos más de 'El caso Alcàsser’. El problema no es que si buscas respuestas tengas que verlo, el problema es que cuando lo termines vas a tener aún más preguntas, por desgracia la televisión no siempre tiene la respuesta.

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