Cult Of Luna

Veni vidi vici

Cult Of Luna
Cult Of Luna

Llegaron, tocaron -vencieron- y se marcharon. Sin más. Los suecos no defraudaron, y durante más de hora y media deleitaron al público – que llenó La Sala Live!!- con sus ritmos imprevisibles y sus melodías hipnóticas.

La ausencia del segundo batería del grupo no afectó en nada al show ofrecido por 8 suecos fríos y calculadores: No hablaban entre ellos y no interactuaron con el público en ningún momento, aunque no fue necesario; dejaron bien claro desde el principio que la atmósfera iba a ser el único hilo de comunicación posible y que fuera de ella, durante lo que durase el concierto –aproximadamente dos horas- no iba a existir nada más. Sin pogos, sin manteos y sin escándalos de ningún tipo. Solamente decenas de asistentes unidos por la misma cadencia pero disfrutando, cada uno en su intimidad, del sonido lento, progresivo y brutal. Pensándolo bien, cualquier otro síntoma de humanidad hubiese estropeado la sesión de hipnosis colectiva. Pero que nadie se equivoque: aquello no se convirtió en una reunión de yonquis. Cult Of Luna guiaba al auditorio –a su antojo- tanto por periodos lentos e introspectivos como por momentos de euforia, a base de manejar tempos crecientes, cambios de ritmo, silencios efectistas y una ejecución que pasaba de ser reservada e íntima a enérgica y demencial; lograron que el público empatizase con ellos y se sumiese en su mismo estado.

Pero no es cosa de suerte o de tener “un don”, sino de trabajo en el sentido más pleno del término: 8 músicos bien coordinados, cada uno echando los restos con su instrumento y tan concentrados en él cuando tenían que tocar como cuando no tenían que hacerlo. Incluso el cantante solista (Klas Rydberg) desaparecía del escenario o se agachaba detrás de los demás –en actitud de reposo y concentración- cuando no era su turno, dejando espacio a bajista (Andreas Johansson) y guitarristas (Fredrik Kihlberg, Erik Olòfsson) tal y como lo pedía la canción. Tanto es así que no apareció hasta diez minutos después de que empezase el concierto... Más uno de los guitarristas (Johannes Persson) haciendo primeras o segundas voces y un teclista (Anders Teglund) que empuñaba por momentos instrumentos “extra”, ya fuese una maraca, bien una tercera baqueta con la que golpear –más- la batería, o incluso una trompeta… Riqueza de sonidos y matices en los que detenerse y entretenerse o disfrutar en conjunto, articulando canciones largas –algunas de más de diez minutos- y de partituras complicadas que dejaban exhaustos a los ejecutantes, quienes aprovechaban para tomar un pequeño -¡y merecido!- descanso en los interludios. En suma un concierto con mucho más trabajo sobre el escenario, más horas necesarias de ensayo, más largo y más barato que otros a los que seguramente habremos ido. Para ser justos, los quince euros de la entrada parecieron pocos a la salida, cuando el público abandonó el local saciado y agradecido porque le hubiesen ofrecido un concierto en el que los músicos se habían dejado la piel; toda una lección anti-divismos.

Pese a ser parte de la gira de presentación de su último disco, "Eternal Kingdom", los chicos de Cult of Luna no escatimaron y ofrecieron temas de sus trabajos anteriores, como Adrift, Finalnd o Leave me here, aunque el momento más álgido llegó con su despedida: Ghost Trail, que cerró una velada de auténtica potencia sonora y entrega en un escenario.

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