María Neira, batalla por la salud
Es combativa, inconformista, con el punto justo de idealismo que le hace trabajar cada día por un mundo más salubre y más justo. Viene a encauzar nuestra rabia con soluciones.
Nos recibe en la habitación de su hotel y dos minutos después sientes como si la conocieras de toda la vida. Es una de las directivas más importantes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) pero el trabajar a campo abierto, de la mano de Médicos sin Fronteras, y el hecho de ser asturiana –directa y sociable, siempre dispuesta a una sonrisa– le da un back-up importante. Está feliz porque hace mucho tiempo que no tenía un día libre.
Acaba de cumplir una década al frente del Departamento de Salud Pública de la OMS, ¿qué balance hace?
Positivo, pero yo no me pongo metas porque siempre queda tantísimo por hacer… Ha sido muy intenso, una década en la que avanzamos en el acceso al agua y al saneamiento, que sigue siendo uno de los pilares de la salud pública. Y en la que hemos puesto en marcha la iniciativa de calidad de aire para combatir este problema tan grande que tenemos, con siete millones de muertos debido a la contaminación atmosférica.
¿Siente que aún le queda mucho trabajo por hacer?
Cada día es como si empezaras de cero. Hemos hecho una encuesta en doce países del África Subsahariana sobre el acceso a la energía, a un mínimo de electricidad en las clínicas y en los centros de salud y hemos visto que el 48% no tiene. Y eso significa que no dispones de una nevera con tres vacunas, que no hay instrumental esterilizado para cesáreas, que no puedes atender un parto con luz…
Y una se pregunta: ¿Cómo es posible en 2015?
Tengo la impresión de que esto no se acaba nunca.
¿Y eso no tiene un punto desesperante?
Claro que lo tiene, pero no te lo puedes permitir. No hay espacio para la desesperación. Tiene un punto de frustración y rabia, porque lo del acceso al agua potable, a la electricidad o a una campaña básica de vacunación es algo que desespera. Y no digamos ya el poder respirar un aire, ya no digo limpio, pero que no te mate. Pero el punto de desesperación lo usamos como estímulo, canalizamos la rabia de forma positiva para avanzar. Acabo de llegar de México, donde pusimos en marcha un plan para reducir niveles de contaminación y eso es una pequeña victoria.
¿Se ha planteado trabajar en otro campo?
Me gustan tantos… Pero mi pasión es la salud pública y no es nada estrecha: te lleva al contacto con la gente, a trabajar con campañas publicitarias, a escribir mucho, que es otra de mis pasiones. Me ha encantado la comunicación de toda la vida… Tengo algo de saltimbanqui, de ir por los pueblos haciendo teatrillo. Y la salud pública me ha dado todos estos escenarios.
¿Su carrera ha sido fortuita o buscada?
Hay una mezcla. Cuando estudiaba Medicina, veía la OMS como un Olimpo donde estaban los dioses de la salud y creía que solo gente muy mayor y con muchísima experiencia podía trabajar allí. Yo quería ser médico desde muy niña, no sé por qué, y la vida me ha ido llevando... Hice la especialidad en París como endrocrinóloga y me enrolé con Médicos sin Fronteras porque quería hacer algo distinto.
¿De qué logros se siente más orgullosa?
Sentirse orgullosa tiene su punto de peligro, conlleva cierta conformidad y un legado y eso me aterroriza… Pero mi gran lucha ha sido el haber atraído más la atención sobre la eficacia de la prevención. Y la campaña del cambio climático y su incidencia sobre la salud. Estoy orgullosa de nuestro trabajo contra el amianto, el mercurio… Pequeñas batallas que hemos ganado.
¿Existen soluciones reales para cambiar una situación?
Siempre hay soluciones y alternativas. Hay que conocer el contexto, tener la evidencia científica, pero sobre todo, convencer a los inversores.
El hecho de ser mujer, ¿le ha causado problemas?
En algunos países existe algo de rechazo, pero nunca ha sido un obstáculo para mí. Si tú misma no te pones barreras, es fácil saltar por encima. No hay que dejarse impresionar por esos códigos mal llamados culturales –porque no tener respeto por una mujer no se puede llamar así– , y hago como que no los veo. Una se comporta como lo que es, otro ser humano, y cuando empiezas a convencer con tus argumentos, he visto a hombres cambiar la mirada. Seguro que en algunos casos han pensado que qué atrevida, pues ¡ojalá! Si hemos podido ir rompiendo lanzas a favor de las mujeres, mejor. Es un tema que me preocupa mucho.
¿Cuáles son los problemas más urgentes en salud?
Nuestro propio estilo de vida es nuestro mayor enemigo: la obesidad y el sobrepeso son una de las epidemias de las que sí nos tenemos que preocupar. Sobre todo, lo que viene asociado, como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer, hipertensión crónica… Todo ligado a nuestro estilo de vida sedentario y a la alimentación. Nos ganan Estados Unidos, México y Suráfrica, pero Europa va después.
Y luego está la contaminación atmosférica...
Sumamos ya siete millones de muertos: el aire que respiramos nos está matando debido a las emisiones industriales, al tráfico, a la energía que usamos para calentar o enfriar nuestros edificios. Y va a más. Estamos en una fase de la historia de la humanidad donde la gente está expuesta a niveles de contaminación a los que nunca se había llegado. En Europa, la situación no es tan dramática, pero en ciudades como Beijing, Lima, México DF o Nueva Delhi… Y uno no puede escoger la calidad del aire que respira. Fumar o no sí es una opción, pero el aire…
¿Cómo se ve España desde lejos?
En un momento fresco, con gente súper preparada que habla tres idiomas, que viaja y que tiene grandes ideas. A ver si entre todos podemos profesionalizar un poco la gestión de nuestra economía, de nuestra sociedad.
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