Liderazgo femenino, la transformación del siglo XXI
Con un modelo tradicional algo agotado, la propuesta de las mujeres se descubre como un modo mejor para construir una sociedad más igualitaria y feliz. Y, como dice la mentora de directivas Nora Rodríguez, "todas tenemos la chispa del liderazgo y un sinfín de recursos dentro de nosotras".
Durante la pandemia, muchos medios destacaron que siete mujeres líderes estaban gobernando sus países mejor que el resto. Las siete tomaron decisiones impecables, mantuvieron la calma y dieron prioridad absoluta al bienestar de sus ciudadanos, además de mantener una comunicación fluida con ellos. Además, sus países se recuperaron económicamente antes. Para mucha gente aquello supuso una sorpresa. No lo fue para Nora Rodríguez. Como mentora de mujeres líderes, ella sabía para lo que estaban preparadas las mandatarias y qué clase de liderazgo iban a ejercer.
CEO y fundadora de Architects of Happiness, además de experta en educación innovadora, Nora Rodríguez (Buenos aires, 1960) es una mentora que ayuda a altas directivas y emprendedoras a mejorar su capacidad de liderazgo. "Todas esas mandatarias actuaron en la pandemia con un común denominador", aclara, "colocar en primer lugar el bienestar del grupo con una visión ética personal frente a lo imprevisible, priorizando el sentido de justicia. Un buen ejemplo de lo que es el liderazgo de mujeres".
En su nuevo libro, 'Autoliderazgo femenino. Cómo la filosofía estoica puede ayudarte a reinventarte e impactar en los demás', la consultora explica cómo las mujeres están protagonizando una revolución tanto en las empresas como en la sociedad. Lo llama el 'efecto Médicis', en referencia a "la explosión de creatividad del Renacimiento en la Florencia del siglo xv, bajo la protección de Lorenzo Médici", apunta Rodríguez, que recuerda que "el liderazgo de las mujeres aporta mayor equidad y permite alcanzar cotas y espacios que hasta ahora eran imposibles porque se contaba sólo con el 50% del liderazgo, ¡faltaba la otra mitad!”.
Según ella, la irrupción de las mujeres en puestos de poder ha creado una convulsión innovadora. Como ocurrió en el Renacimiento con la mezcla de grandes artistas promovida por el gran mecenas, la llegada ahora de talentos femeninos a las empresas, "permite conectar conocimientos diversos, lo cual tiene un efecto potente y supone un impacto innovador en las organizaciones".
La consultora considera que "hablar de 'liderazgo femenino' se nos va quedando pequeño. Liderazgo de las mujeres o mujeres que lideran es más exacto y resalta lo auténtico, lo que resulta de la suma de muchos estilos de liderazgo", e indica que "el empoderamiento ha de incluir el autoconocimiento como motor un liderazgo único, personal".
Tras sus más de 20 años de experiencia formado a mujeres líderes, Rodríguez afirma que "todas tenemos la chispa del liderazgo dentro de nosotras, en nuestra interioridad, y un sinfín de recursos, adaptables al mundo de la empresa, de los negocios, la política, la docencia o el voluntariado".
En su nuevo libro, Nora Rodríguez explica qué es la inteligencia de colmena, característica de los liderazgos de mujeres, habla de cómo sobreponerse a las limitaciones de los sesgos de género para aprender a autoliderarsey advierte de la última trampa para la igualdad: el 'glass cliff' o acantilado de cristal. Hablamos con ella de toda esta revolución del liderazgo diverso e inclusivo de las mujeres.
¿Hay un tipo, o tipos, de liderazgo femenino?
A estas alturas, coincidirás conmigo en que hablar de 'liderazgo femenino' se nos va quedando pequeño. Liderazgo de las mujeres, o mujeres que lideran es más exacto y resalta lo auténtico, lo que resulta de la suma de muchos estilos de liderazgo trenzados en la propia biografía, incluidos los que se activan ante nuevos desafíos. Esos son los que lo convierten en un modo personal y único de transformar la propia vida, los contextos y la vida de otras personas, inspirándolas.
¿Cómo lo definirías, qué características tiene?
Lo definiría como resiliente, transformador, ético, valiente, consciente de la urgencia de apostar por el crecimiento personal, altamente, inspirador, que busca lo exponencial, capaz de unir opuestos para conseguir el bien común, integrador, sistémico, inspirador, sin miedo a correr riesgos, priorizando las relaciones interpersonales, y dispuestas a ser transformadas en sus creencias si el impacto que generan beneficia a otras personas.
Como mentora de líderes, ¿cuáles son las características que trabajas más con ellas?
Partamos de que todas tenemos la chispa del liderazgo dentro de nosotras, en nuestra interioridad, y un sinfín de recursos, adaptables al mundo de la empresa, de los negocios, la política, la docencia o el voluntariado. El desafío es descubrir cuáles son las características individuales que encienden esa chispa, y desde ahí descubrir los 20 o 40 estilos de liderar como mujeres, que surgen de la suma de nuestros valores y habilidades. Los podemos activar según queramos, como herramientas personales, que también sirven para ayudar a otras personas a mejorar. En esto consisten las mentorías de autoliderazgo que llevo a cabo, desde hace dos años, con directivas y con emprendedoras que desean que sus negocios sean más sostenibles. Conectar con el mapa de cada una, abre la puerta a nuevas habilidades, como la sensibilidad social, la empatía cognitiva, la resiliencia, la ecuanimidad, el sentido ético en los procesos de cambio, la intuición social, la espiritualidad, valentía, el coraje reflexivo, una conexión profunda con la naturaleza, la integridad…. El empoderamiento ha de incluir el autoconocimiento como motor un liderazgo único, personal.
¿En qué consiste lo que llamas ‘autoliderazgo’?
El autoliderazgo ha de ser entendido como una opción innovadora para avanzar hacia la conquista de vidas significativas para todas las mujeres. No importa el alcance del impacto, lo que importa es que sea suficiente para que crezcan las oportunidades. Se habla demasiado a menudo de aumentar el propio empoderamiento, pero se pierde de vista que el aumento es exponencial cuando se potencia el poder de otras mujeres, ya sea ayudándolas a hacer realidad sus ideas, aliviándoles sus sacrificios y esfuerzos, o simplemente compartiendo ideas para que puedan conseguir sus propósitos o mejorar en algún sentido sus vidas, lo cual a su vez aumenta las propias fortalezas. Y esto sirve tanto para mujeres profesionales como no profesionales, porque existen tantas formas de liderar como mujeres hay en el mundo, sólo hay que conocer el mapa interior.
El subtítulo de tu libro es ‘Cómo la filosofía estoica puede ayudarte a reinventarte e impactar en los demás’. ¿Cómo nos puede ayudar la filosofía estoica a las mujeres, en estos tiempos?
Durante muchos siglos las mujeres hemos estado en una posición de desventaja, incluso hoy. Por si fuera poco, desde hace algo más de una década, se nos ha insistido en que el ‘liderazgo femenino’ tenía su base de operaciones en el cerebro femenino, a diferencia del masculino. Se mostraba la existencia de áreas con determinadas características que demostraban por qué éramos más solidarias, cooperativas, cuidadoras…. Eso incidió notablemente en cómo empezamos a definir nuestro modo de liderar. ¿La conclusión? Que nos hemos quedado atrapadas en un laberinto en el que los movimientos acaban siendo increíblemente limitados.
¿Cómo podemos evitar esa trampa?
Con este libro profundizo en las dos maneras en que podemos hacerlo. Una, autoliderándonos, ya que está ampliamente demostrado que no hay diferencias entre el cerebro del hombre y la mujer, y menos a la hora de liderar. Y la otra, lo que yo llamo, ‘salir por arriba’, recurrir a aquello que desde siembre ha servido al ser humano para reinventarse y avanzar en tiempos complejos: una filosofía práctica y humanista como la estoica, eso es lo que realmente necesitamos.
Políticas como Jacinda Ardern, la primera ministra de Nueva Zelanda, que gobierna de un modo nuevo, ¿sería un ejemplo de estoicismo?
¡Sin duda! Ella, por ejemplo, durante un terremoto, recordó que el edificio en el que estaba era sensible a los temblores, y mantuvo la calma. Esto es estoicismo, saber que has cosas que podemos controlar y otras que no. Sobre las segundas, calma. A esto me refería con integrar algunos de los principios de la filosofía estoica —que, no en vano, se ha mantenido durante siglos—, que en tiempos como los que vivimos puede ayudarnos a navegar las corrientes tumultuosas y a mirar a la incertidumbre de frente. Y también a centrarnos en nuestra interioridad y a focalizarnos sólo en aquello que está en nuestras manos cambiar.
La búsqueda de la perfección, ¿nos hace mejores como líderes?
Hoy en día, el verdadero liderazgo se deriva de la individualidad y la autenticidad, más que de la perfección. Se construye mediante una individualidad imperfecta, que tiene en cuenta la ética, la dignidad de todos los seres humanos y la búsqueda del bien común, sin importar en qué área se ejerza. Por eso, hablar de liderazgo femenino como el producto de una lista de cualidades cuidadosamente definidas ya no es viable. Se trata de un liderazgo que nace de las historias de vida en las que cada mujer contacta con sus valores, habilidades y talentos, y se convierten en historias de éxito.
En ‘Autoliderazgo femenino’ explicas, entre otras muchas cosas, cómo reinventarte e impactar en los demás. ¿Cómo se logra?
El concepto de empoderamiento se acerca más al desafío de comprender que el auténtico poder viene de nuestro interior, del reconocimiento de nuestras capacidades, de nuestras decisiones, de cómo nos relacionamos con nosotras mismas y cómo queremos dejar la impronta de nuestros valores y habilidades en el mundo. Ese es el modo natural de impactar y eso es lo que, personalmente, me fascina del estoicismo. No se trata de alcanzar grandes o incomprensibles sentencias filosóficas, sino de tener un modo de actuar en el mundo y de aumentar nuestras cualidades, valores, habilidades y competencias. Con una única condición: ser capaces de alcanzar una sincera y honesta auto-reflexión, para mejorar nuestra vida y también la de muchos.
¿Es una revolución este liderazgo de las mujeres?
Es una verdadera revolución en muchos sentidos. Hemos logrado cambiar en gran medida el estilo de poder que coacciona y en la que una de las partes pierde capacidad de decisión, autonomía, por un estilo de ‘poder con’, en el que aumentan las capacidades de relación de ambas partes. También es un modo de liderar que tiene menos que ver con el poder y el dinero, y más con la negociación, las relaciones, y el rescatar lo humano de los procesos. Lo cual, en ningún caso implica obtener menos recursos, ¡al contrario! Se incorporan habilidades como la percepción o la compasión para afrontar nuevos retos, y una gran capacidad para unir disciplinas aparentemente dispares porque se logra una mayor consciencia de que la vida de una organización cambia haciendo que cada proceso sea completamente diferente. por mis 20 años de experiencia como mentora de líderes, puedo asegurar que quedan millones de estilos de liderazgo femenino por practicar y expandir. Pero para que se desarrollen, deberemos desbloquear las barreras que impiden el progreso de las mujeres, dinamitar prejuicios y superar estereotipos de género.
¿Qué puede suponer para las empresas y para la sociedad este nuevo modelo de liderazgo?
Para las empresas supone el ‘Efecto Médici’, les enriquece, ya que llegan a ellas más y más mujeres que han aprendido a liderar, en primer lugar sus vidas, conectando con su andamiaje interior, para, desde ahí, enfocarse en las áreas que despiertan su pasión. Eso les permite conectar conocimientos diversos, lo cual tiene un efecto potente y supone un impacto innovador en las organizaciones. Se podría decir que es similar a la explosión de creatividad del Renacimiento en la Florencia del siglo xv, bajo la protección de Lorenzo Médici. El mecenas, que fue poeta, diplomático y filósofo, se dedicó a interconectar a grandes genios de las artes y las ciencias, buscando la confrontación de ideas, para mantener un alto nivel de creatividad. Hoy hablaríamos de innovación. Por otro lado, el liderazgo de las mujeres aporta mayor equidad y permite alcanzar los espacios que hasta ahora eran imposibles, porque se contaba sólo con el 50% del liderazgo, ¡faltaba la otra mitad!
Hablamos mucho de los techos de cristal pero, ¿qué es el 'glass cliff' que explicas en tu libro y cómo puede afectar a las mujeres profesionales?
Digamos que el techo de cristal ya está roto, porque hay una mayor consciencia de que que hay que despojarse de los estereotipos de género. Ahora es el ‘glass cliff’, o ‘acantilado de cristal’, la trampa invisible para millones de mujeres que aceptan dar un paso adelante en una situación de crisis. Las investigaciones de Michelle K. Ryan y Alexander Haslam han demostrado que se trata de una trampa sexista, que consiste en que colocar a mujeres en altos puestos de responsabilidad cuando aparecen los primeros indicios de que algo está a punto de desmoronarse. Bajo la apariencia de cederles parte del poder, las líderes ejecutivas o candidatas a elecciones políticas, por ejemplo, no perciben que lo que reciben está sucediendo en un momento complejo, porque hay un ambiente de crisis, de modo que se les vende como una ‘oportunidad’, cuando se sabe que irán directas al fracaso. Las razones por las que ello ocurre están directamente relacionadas con la desigualdad de género. Al ser colocadas ‘al borde del acantilado’, se disimula la intencionalidad, pero la consecuencia inevitable es la caída al precipicio.
En tu libro desarrollas un concepto muy interesante, que quizá puede preocupar a las personas más individualistas: la inteligencia de enjambre. ¿En qué consiste y cómo nos puede ayudar?
Fíjate que un lema de uno de los exponentes del estoicismo, el emperador Marco Aurelio, era: ‘Lo que no beneficia al enjambre, tampoco beneficia a la abeja’. El liderazgo de las mujeres, en general, tiene muy en cuenta a todos los individuos de la colmena, y lo hace con un alto sentido ético, algo que he apreciado personalmente en mujeres líderes locales. Pensar en términos de colmena también implica saber crear una red de intercambio, relaciones de apoyo y ayuda con objetivos comunes. También da mayor importancia a lo que nos hace humanos, porque somos ante todo seres sociales. De modo que se prioriza la interacción social para encontrar soluciones, además de promover que cada miembro de la comunidad tenga claras sus funciones e integrar a todos sin distinción. Actuar con autoliderazgo individual, pero pensar en términos de colmena es un acto de responsabilidad.
¿Cuál sería un ejemplo de ese modo de pensar como una colmena?
Si echas un vistazo a estos dos años de pandemia, hemos comprobado que, si bien el poder sigue sin llegar a las mujeres como se necesitaría y habiendo menos mujeres que hombres en puestos de poder, quienes mejor afrontaron la crisis sanitaria fueron siete mujeres que actuaron como líderes, pero pensaron en la colmena: Mette Frederiksen, de Dinamarca; Katrín Jakobsdóttir, de Islandia; Sanna Marin, de Finlandia; Jacinda Arden, de Nueva Zelanda; Erna Solberg, de Noruega; Tsai Ing-Wen, de Taiwán; y Ángela Merkel, de Alemania. Todas ellas con un común denominador: colocar en primer lugar el bienestar del grupo con una visión ética personal frente a lo imprevisible, priorizando el sentido de justicia. Un buen ejemplo de lo que es el liderazgo de mujeres.
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