"La flor del norte"
Espido Freire ha tardado nueve años en acabar esta novela histórica sobre Kristina de Noruega (1234).

Hay dos rasgos que definen bien a la escritora Espido Freire: valiente y muy trabajadora. Además de analítica, dedicada, obsesiva... «También soy impulsiva, vitalista, pasional, alocada, poco constante... pero me he ido dejando pedazos de corazón por el camino», explica. Ahora tiene empresa cultural propia (E+F), novio aceptado por papá Ramón, un dúplex con cuatro gatos en el barrio de Salamanca y varios zapatos (Paco Gil y Sacha London) inspirados en cuentos suyos. Se acerca a la madurez.
Ha sido la ganadora del Planeta y del Ateneo de Sevilla más joven de la historia. ¿Nunca se le ha subido ningún premio a la cabeza?
Es que nunca me lo he creído del todo. Mi hermana tiene tres carreras, es superdotada y trabaja como funcionaria. ¿Cómo podría superarla? En serio, mi familia sigue creyendo que aún puedo torcerme...
Además, ya conoció el éxito como cantante de ópera en la compañía de José Carreras...
Debuté en el Vaticano con 14 años, con 15 dormía en hoteles de cinco estrellas y dejé mi prometedora carrera musical a los 18. Había estado enferma de bulimia por el estrés, estaba todo el día interpretando papeles cuando solo quería ser yo.
Fue realmente valiente dejar la música y la carrera de Derecho para hacer literatura.
Tuve la suerte de que el reconocimiento me llegó muy pronto. Estoy orgullosa.
Ha asegurado que no envejecerá en Madrid...
¡Lo que quiero es no envejecer (risas)! Madrid es una ciudad dura y a mí, que soy vasca de padres gallegos, me tira mucho el monte. Cuando viví en Noruega –recién premiada con el Planeta–, se me contagió el amor de este pueblo por los animales y su respeto por la naturaleza.
¿Le dan ganas de quedarse en sus destinos?
Suele pasarme cuando viajo a Nueva York o a Hong Kong: son ciudades en construcción 24 horas al día. Un lujo.
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