Las escritoras más cool
Las autoras jóvenes se rebelan contra el recurrente look intelectual y se sueltan la melena. Lo culto, a veces, también es fashion.

1. Amélie Nothomb: La tímida excéntrica
Toda su literatura es un juego de contrastes: la crueldad y la ternura, el cinismo y la ingenuidad, la distancia y la emoción. Con esa receta ha revolucionado la actual literatura francesa y ha arrasado en la lista de los best-sellers. Ni aburridas, ni frívolas, ni nihilistas... sus historias parecen cuentos de hadas escritos por un loco. La entrevistamos en París. No lleva sombrero como en la foto ni está maquillada como una geisha, no parece una mujer que adora los frutos podridos. Viste de negro, con una larga falda y unas Converse, y camina como si levitara. Habla punzante, sin gestos, se acelera cuando un tema le apasiona, y luego retoma su tono habitual, que fluye como un río.
Publica su libro ‘Diario de Golondrina’ (Anagrama), ¿ha disfrutado escribiéndolo?
Disfruto mucho con todas mis novelas, pero de un modo diferente cada vez. El placer que sentí con ‘Diario de Golondrina’ fue grande pero glacial. En otras, tuve un placer quemante, escribía en una especie de delirio, llorando o riendo.
Sus novelas cambian de signo en algún punto y desorientan al lector. ¿Responde a una decisión previa o surge al escribir?
Depende del caso, pero incluso cuando sé adonde voy, la novela se escribe sola. Siempre resulta difícil, cuando no imposible, calificar el propio estilo, pero creo que el mío es paranoico. En el momento en que afirmo algo, estoy secretando su antítesis. Y eso ocurre también en la estructura de mis novelas, hay un momento en que algo interviene, provoca un tropiezo para que el texto se funda, para que la belleza ya no sea bella. Sucede así y no hay nada que yo pueda hacer al respecto.
En su obra hay cuatro verbos intercambiables: escribir, amar, comer y matar.
Exacto. Y “matar” podría contenerlos a todos.
No envía ‘mails’ ni usa el ordenador. ¿Cómo escribe?
Todos los días, de cuatro a ocho de la mañana, con un bolígrafo transparente de tinta azul, en un cuaderno escolar de hojas cuadriculadas. Visto desde fuera es un espectáculo aburrido, pero vivido desde el interior, es un caos fascinante.
Nació en Japón y vivió en China, Bélgica y Francia. ¿De qué país se siente más cercana ?
(Suspira). Finalmente, de ninguno. ¿Se impone un límite para el uso de lo autobiográfico? ¡Ya lo creo! Lo que hace tan complicada la escritura autobiográfica es que uno siente la presencia de una frontera. Y esa frontera son los otros: no se puede herir a los demás, traicionar sus secretos. Ni lo tuyos propios, debes decidir hasta dónde llegan.
¿Cuál es su verdadera relación con el éxito?
No digo que sea algo fácil todos los días, pero tampoco me obsesiona. Llevo una vida normal, viajo en metro, hago mis compras, lavo los platos, escribo, y gracias a todo esto me siento bien.
«Solo hay un sexo: la belleza», dice el protagonista de su novela. ¿ Es eso cierto? ¿Para qué sirve la belleza?
La belleza es la cuestión suprema. Cuando nos encontramos frente a la verdadera belleza no hay nada más que decir, no hay preguntas. No sabemos qué es, pero sabemos que ese es el fin de la vida, lo que siempre hemos buscado. Por supuesto, no es una consideración autobiográfica, porque no soy bella, pero sí una constatación que hice al encontrarme con personas muy bellas.
¿Por qué elige su propia imagen para salir en portada?
En un mundo ideal no conoceríamos los rostros de los escritores, pero cada vez más necesitamos conocerlos. Me molesta mucho, pero no veo cómo podría cambiar el mundo. Cada año me piden nuevas fotos... es una tortura. Me veo obligada a aceptarlo, siempre y cuando sea una foto que no me desagrade. Detesto mi cara, así que cada año tengo que elegir una o dos fotos mías que me parezcan aceptables. Por supuesto, hay fotos robadas que veo en la prensa y me resultan deprimentes.
¿Es cierto que le horrorizan las familias?
Sí, las detesto en el sentido tribal. Sin embargo, adoro a mis padres y a mi hermana hasta el paroxismo. Sé desde siempre que no tendré hijos, pero amo a mi pequeño núcleo familiar. No quiero imaginar el día en que mi madre muera...
Siempre arriesga mucho en cada novela, y también en las canciones que escribe…
Oh, ¿conoce mis canciones? La única forma de poesía que he escrito han sido mis canciones para Robert (la cantante que inspiró su obra ‘Diccionario de nombres propios’). Es formidable escribir canciones para otro, porque permite hacer enormes declaraciones de pasión sin tener que precisar quién las dice. ¡Qué libertad!
¿Y cómo se convirtió en escritora?
Escribía desde los diecisiete años pero no para convertirme en escritora sino para no suicidarme, supongo. Fracasé como traductora en Japón y me dije: «Bueno, querida, ¿cómo vas a ganarte el pan?» No podía caer más bajo, así que tuve el valor para enviar un undécimo manuscrito a los editores.
Dijo en una ocasión que escribía tres novelas por año pero solo publicaba una, ¿por qué?
Porque el objetivo principal de la escritura no es la publicación. La escritura es un misterio, una búsqueda. Hay manuscritos que no publico porque los considero malos, otros demasiado íntimos, solo conciernen a mis obsesiones. Por ejemplo, hubo una época que solo escribía acerca de la podredumbre...
Ha recibido diversos premios, sin embargo, da la impresión de que es más estimada por el público que por los jurados.
Ya me han certificado que no tendré nunca el Goncourt mientras siga siendo best-seller. Y por supuesto, prefiero seguir siendo best-seller.
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